ESPAÑA ES UN PAÍS DE ‘EMPRESITAS’ Y ADEMÁS LA FORMACIÓN NO PARECE SER LA SUCIÓN PARA LA BAJA PRODUCTIVIDAD DE LA ECONOMÍA

España es un país de empresitas. Solo el 0,16% del tejido empresarial son grandes compañías

En España hay 1,4 millones de personas con grado universitario en riesgo de pobreza, el doble que en 2008

 

Básicamente una cuestión de tamaño es la que explica el problema de la baja productividad en España. La productividad de las empresas españolas está por debajo de la media europea y eso es lo que explica por ejemplo que la riqueza de los ciudadanos no haya aumentado en los últimos 18 años. Ahora mismo tenemos la misma renta per cápita en términos reales (el mejor predictor que tenemos de la riqueza de un país) que en el año 2005: unos 24.600 euros. Vamos camino de dos décadas perdidas.  Una parte de esto se debe a que España es un país de empresitas. Solo el 0,16% del tejido empresarial son grandes compañías. El resto son pymes. Los recursos y capacidad que tiene una empresa pequeña son mucho menores que los de una gran empresa.

 

Qué es la productividad y cómo medirla

La productividad es la principal fuente de prosperidad económica a medio plazo. De forma sencilla, la productividad es el nivel de “entradas” que generan un determinado nivel de “salidas”. Una combinación o gestión óptima de los recursos (inputs) significa más eficiencia, llevará a una mayor productividad y, en última instancia, permitirá la creación de una mayor riqueza.

 

El trabajo es uno de los factores productivos más importantes y la relación de la cantidad del factor trabajo utilizado para generar una unidad de PIB es la más ampliamente empleada para medir la productividad. El indicador elaborado por Eurostat que divide el PIB de una economía entre las horas trabajadas (la llamada productividad aparente del trabajo) expresa el valor creado por unidad de trabajo utilizado (hora de trabajo).

 

La productividad en España y en la eurozona

En los últimos años, el crecimiento de la economía española ha venido determinado por una elevada contribución del factor trabajo, dada la abundancia de mano de obra que tradicionalmente ha caracterizado a nuestra economía, en tanto que la contribución de la productividad ha sido más moderada. Así, el crecimiento promedio de la economía española en 2014-2019 fue del 2,4% en términos reales, que se desglosa en un crecimiento del factor trabajo del 1,6%, del 0,5% para el factor capital y de solo el 0,3% en el caso de la productividad.

 

 

La productividad aparente del trabajo de España ha crecido un promedio entre 2014 y 2022 en términos reales del 0,3%, inferior al 0,9% del conjunto de la UE. Adentrándonos en una comparativa internacional, se observa que existe una brecha importante entre el nivel de productividad español y el de la eurozona y las principales economías europeas. En 2022, el PIB nominal por hora trabajada en España era un 76% del valor registrado en la eurozona y solamente el 63% de Alemania. Más preocupante que la distancia existente es constatar que esta brecha apenas se ha reducido en las últimas dos décadas (en el año 2000, el PIB por hora trabajada español era un 74% del valor registrado en la eurozona y el 61% del de Alemania).

 

Una de las claves de la productividad radica en la calidad del capital humano de una economía. Los trabajadores con un nivel educativo más alto y técnicamente más cualificados son más productivos. Según constata un estudio del Banco de España, existe un déficit significativo en el nivel de formación de los trabajadores y de los empresarios españoles con respecto al promedio de la eurozona

 

¿Pero, por qué el tamaño importa?

Lo cierto es que la relación entre productividad y tamaño de empresas, además de compleja, es de doble vía, es decir, de alguna manera tamaño y productividad se retroalimentan.

 

Un estudio del Banco de España se habla de un patrón de crecimiento por aprendizaje: “las firmas que aprenden que son más eficientes (por el shock de productividad externo, tecnológico, etc.) son las que terminan por crecer”.

 

En otro informe, el Banco de España analizó a las empresas españolas entre 1997 y 2002 y encontró que para los crecimientos de productividad laboral observados en el total de la economía, la mayoría de los efectos positivos correspondían a empresas de más de 20 empleados.

 

Lo cierto es que el tamaño afecta al acceso de la financiación pues cuanto más pequeña sea la empresa, más obstáculos tendrá que saltar para obtener financiación pues el acceso a la financiación no es sencillo y depende mucho del crédito bancario y, por tanto, de tener garantías

 

De hecho las que suelen invertir en i+D son las grandes empresas. Y a su vez la inversión en i+D es garantía de una mejora en productividad. Las empresas de mayor tamaño tienden a invertir más en intangibles (investigación, propiedad intelectual, organización interna, etc), que en economías en las que las ganancias de productividad ‘básicas’ han sido conseguidas en gran medida (economías avanzadas, como la española) son especialmente importantes para nuevo crecimiento de productividad añadida.

 

Según los últimos datos de la estadística sobre actividades de I+D que realiza el INE, en 2021 el gasto en I+D en España fue de tan solo el 1,43%, mientras que la para la UE-27 fue del 2,27% del PIB.

 

Pero no solo es una cuestión de tamaño pues las empresas españolas siguen siendo menos productivas que sus vecinas europeas con la misma talla. La brecha de productividad entre empresas españolas y las de otros países europeos se agranda cuanto más pequeña es la empresa. Mientras las empresas medianas (50-249 empleados) son un 90% de lo productivas que son las europeas de media, para las muy pequeñas (de menos de 10 empleados) la cifra apenas supera el 60%, según estimaciones del Banco de España.

 

Aún así no parece que podamos explicar toda la baja productividad española por tamaño de empresa y, de hecho, tratar al grupo de empresas españolas como un monolito no ayuda a entender nuestros cuellos de botella de productividad, entre los que se encuentran la propia burocracia o regulaciones que afectan a la hora de crear una empresa o su disolución.

 

De hecho, si fuéramos un país más industrial como Alemania puede ser que tuviéramos empresas más grandes. Si tuviéramos una especialización sectorial distinta tendríamos empresas más grandes y entonces seríamos más productivos”.

 

Escalar una operación en sectores de servicios personales o que impliquen proximidad física (peluquerías, restaurantes, academias de educación…) es más dificultoso que hacerlo en otros que centralicen la producción para después distribuirla (coches o colchones, pero también software o películas), en los que los costes fijos y de operación son más manejables porque no tienes que multiplicar tus puntos de la misma manera. Aún así con la suficiente inversión de partida es factible escalar tamaño en la mayoría de sectores”.

 

Recetas para solucionar el problema de productividad

El resumen sería básicamente que el conocimiento es la piedra angular del crecimiento. Por eso esa transformación pasa por cambiar el sistema educativo, universitario, de investigación y de innovación, a través de “un programa muy agresivo de retención y atracción de talento investigador financiado con fondos europeos; una reforma de la universidad que permita premiar a los buenos investigadores y un sistema de profesorado en educación primaria y secundaria más competitivo y mejor formado. Hace mucho que los economistas elaboraron una lista de recetas para solucionar el problema de la productividad en España. Están incluidas en el documento España 2050.

 

Se pueden recordar los puntos esenciales:

 

  1. Mejorar la formación del capital humano, reformando en profundidad los sistemas educativos y de forma especial, las universidades y la formación profesional, adaptándolas a las exigencias de la realidad y los retos que afrontamos (el envejecimiento de la población, el proceso de digitalización y el riesgo climático y los cambios ecológicos).

 

  1. Aumento de la inversión de la I+d+i, vinculada a las reformas del sistema educativo y del tejido empresarial (facilitando su transformación digital) y el estímulo riguroso del emprendimiento.

 

  1. Modernización de la gestión de las actividades económicas privadas y públicas, limitando las distorsiones generadas por las trabas administrativas y normativas en las decisiones de inversión y de contratación.

 

  1. Poner en marcha el Consejo Nacional de Productividad. En 2016, el Consejo de la Unión Europea instó a todos los Estados miembros de la zona del euro a establecer Consejos Nacionales de Productividad para fomentar el debate sobre temas relacionados con la productividad y la competitividad.  Seis años después de la recomendación del Consejo, solo 3 países (Estonia, España e Italia) siguen sin contar con un CNP.

 

España suspende en formación

Si en España hay 9,6 millones de personas en riesgo de pobreza, el 18% tiene un grado universitario. Es decir, hay 1,4 millones de españoles que, a pesar de tener estudios superiores, se han visto abocados a la precariedad. La proporción representa, además, el doble que al dato de 2008, cuando el 9,3% de la población pobre tenía algún tipo de formación superior en su expediente académico. Lo que se ha dicho toda la vida de que tienes que estudiar para salir de pobre, no tiene por qué suceder aunque, eso sí, que las probabilidades de caer en la pobreza son mucho menores entre los titulados universitarios. “La mayoría de los titulados tienen trabajo y solo el 10% son pobres.

 

El umbral de riesgo de pobreza es el 60% de la mediana de los ingresos anuales por unidad de consumo. Aplicado a la vida real, en España, el umbral de la pobreza se situó en 2022 en torno a los 10.000 euros brutos anuales en hogares de una sola persona; y en poco más de 21.000 para aquellos formados por dos adultos y dos niños.

 

El nivel educativo de la población pobre se ha elevado “considerablemente” desde 2008. Si entonces el grupo de personas con nivel de estudios medio o alto era del 26,1%; ahora ese porcentaje es del 42,9%. La proporción de “universitarios pobres” es, sin embargo, considerablemente menor a la del resto de españoles con niveles de educación inferiores. Aquellos con solo la primera etapa de Educación Secundaria (ESO), por ejemplo, representan el 28,9% de todas las personas en riesgo de pobreza en España. Los que solo alcanzaron un nivel equivalente a Primaria, el 28,2%; y aquellos que abandonaron los estudios al graduarse en Bachillerato, un 24,9%.

 

Parece que hay una falta de adecuación de los estudios al mercado de trabajo. Están cambiando las necesidades de la sociedad, y hace que muchas personas que tienen estudios no estén adaptadas a las necesidades del mercado laboral. Y ahí entra otro asunto que ha estado a la orden del día en los últimos años: la sobrecualificación. Según un estudio reciente de la Fundación CYD, España lidera la sobrecualificación en la Unión Europea (UE): el 36% de los universitarios tiene un empleo inferior a su formación; frente al 22,1% de la media de los 27 Estados miembros. Ni Grecia, ni Chipre, ni Austria, ni Italia tienen un desajuste igual entre formación y empleo. Ni siquiera nuestros vecinos franceses (21,2%) o portugueses (14,2%) alcanzan tasas tan altas.

 

Además, según las cifras de 2021, los graduados superiores españoles acapararon la segunda menor tasa de empleo de la UE, la segunda mayor tasa de paro y la más alta temporalidad (duplica la media) respecto al resto de países europeos. Si el 54% de los jóvenes españoles activos tiene una cualificación alta (el 43,4% en la media europea), la tasa de paro para ese mismo grupo es del 14%, más del doble que la media comunitaria (6,5%).

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