EL SALARIO MÍNIMO INTERPROFESIONAL (SMI) EN ESPAÑA Y EN EUROPA

El salario (referencia en la antigua Roma del pago en proporciones de sal gorda) mínimo interprofesional (SMI)  para la mano de obra cualificada, tiene sus antecedentes en España en la época colonial

Hacia 1549, mediante la Cédula de Valladolid, se ordenaba que cuando los nativos fueran ocupados en la previsión de los bastimentos de las minas, se les debería pagar a destajo, no por jornal. Se agregaba que el pago otorgado tenía que alcanzar para vivir cómodamente y ahorrar para otras necesidades.  Al principio se les pagaba medio real a los peones y después se les llegó a pagar un real, en tanto que los oficiales (personas que sabían un oficio) recibían dos reales.

 

La revolución industrial (la incorporación de la máquina al sistema de producción) produjo grandes avances respecto al contrato y salario. Dicha revolución industrial se produjo inicialmente en la Inglaterra del siglo XVIII, entre 1760 y 1840. En España tardaríamos casi un siglo más en montarnos al tren de la industrialización. No será hasta mediados del siglo XIX en la década de 1830, cuando empiezan a modificarse algunos sectores productivos de la industria española.

 

España en el siglo XVIII estaba sumida en una verdadera conmoción política y financiera y su hacienda agonizaba con las Guerras de Independencia de las colonias americanas. España entró en estancamiento económico y político. Cuando Europa ya transitaba la segunda parte de este proceso en la industria basado en el desarrollo de los medios de transporte a motor y eléctricos, España se quedaba como un país de menor desarrollo industrial que el resto de países que lo iniciaron.

 

España alcanzó su particular Revolución Industrial a principios del siglo XX y ese proceso llevó a plantearse a los trabajadores y administraciones la OIT (fundada en abril de 1919). La justicia social se presentaba como objetivo imprescindible para mantener la paz y proteger a los trabajadores mediante convenios entre gobiernos, sindicatos y empleadores.

 

Durante el periodo entre 1963 y 1966 se implanta el primer salario mínimo en 1.800 pesetas (10,8 €) al mes En su primera versión, el SMI tenía un formato para mayores de 18 años y otro para mayores de 14 años

 

Durante los años 1967 hasta prácticamente la muerte Franco, se mantiene la dinámica de las subidas continuas del salario, llegando quintuplicarse en 1975 (alcanzó las 8.400 pesetas, unos 50 €). Es durante la transición, entre los años 1975-1981, cuando el SMI triplica su cuantía, quedando en 1981 en 25.625 pesetas (unos 154 €).

Entre 1986 y 1992, en plena expansión de reconversión industrial con la entrada en Unión Europea y, tras el entusiasmo de 1992, el SMI se ralentiza. El SMI evoluciona muy por debajo del salario medio, concretamente el SMI en 1997 era de 66.600 pesetas (400 €) y el salario mínimo se sitúa en 208.000 pesetas (1.250 €). Con la nueva moneda, el euro, los trabajadores fueron perdiendo poder adquisitivo: mientras el salario mínimo aumentaba apenas un 12% la vivienda lo hacía en un 110%.

 

En 2008, el SMI alcanzaba los 600 € mientras, el salario medio era de 1.718 € al mes en 2005 y aumentó hasta los 1.944 € en 2008. Desde 2016 ha experimentado un subida acumulada de casi 50%, con un incremento significativo en 2019 cundo se pasó de 735,9 € a 900 €. Actualmente, el SMI, aun estando en la franja media con el resto de Europa, no llega a cumplir las recomendaciones de la Carta Social Europea donde se subraya que el salario mínimo debería estar en torno al 60% del salario medio de los trabajadores. Algo que lo situaría en España en 1.200 €.

 

El SMI está estrechamente relacionado con el músculo económico que tiene el país. Si este es muy elevado en relación al valor de lo producido, se reduce el beneficio y desincentiva la inversión; por el contrario, si el salario mínimo es muy bajo o inexistente y muchos trabajadores están cerca de esa cifra, se corre el riesgo de que el consumo interno en el país sea muy bajo y la economía también se resienta.

No es casualidad, por tanto, que los salarios mínimos en los distintos países comunitarios estén relacionados con la productividad de las respectivas economías.

 

Las disparidades en cuanto al salario mínimo en los distintos países de la Unión Europea todavía son considerables, ya que existen tres grandes grupos diferenciados en cuanto a lo que, como mínimo, debería cobrar cualquier trabajador en doce pagas.

 

El primero abarca aquellos países que son importantes potencias económicas de la Unión o bien tienen un nivel considerable de bienestar, desde Luxemburgo al Reino Unido. Todos ellos tienen un salario mínimo de más de 1.400€ al mes, también en consonancia con la productividad de sus economías.

 

En el segundo grupo encontramos, sobre todo, economías mediterráneas, de España a Grecia. Se encuentran lejos de las cifras del grupo de los países más productivos, pero gracias a unos modelos de potencial medio —anclados a sectores poco competitivos como el turismo— han conseguido subir estos salarios lejos de las economías del este pero sin alcanzar a las principales potencias.

Por último estarían todos los países del este de Europa con salarios mínimos de unos 500€ mensuales hacia abajo. Al ser Estados que se han incorporado recientemente a la comunidad europea y venir de modelos económicos poco productivos, están en transición para ir acompasándose poco a poco a los niveles medios europeos.

 

Pero existen una serie de países donde el salario mínimo no está recogido legalmente, y llama especialmente la atención el caso de los países nórdicos, con un elevado bienestar pero en los que no se regula un pago mínimo a los trabajadores y aún así han logrado un elevado nivel de bienestar. La razón tras esto es que tradicionalmente en estos países ha existido un nivel muy elevado de sindicalización y también de cooperación entre empresarios y trabajadores, por lo que de facto sí existe un salario mínimo, aunque descentralizado en los distintos acuerdos sectoriales.

 

Uno de los debates —y retos— actuales en la Unión Europea es precisamente converger hacia algún tipo de salario mínimo europeo que permita armonizar más las economías. Sin embargo, a la vista está con los datos que es una cuestión todavía difícil de alcanzar.

 

Fuentes:

La Información

EOM

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