El envejecimiento de la población es uno de los grandes problemas que pone en jaque la sostenibilidad del sistema de pensiones. En las últimas dos décadas, el número de jubilados por cada persona mayor de 16 años -es decir, en edad legal de trabajar- se ha incrementado en un 30%, lo que, sumado a la próxima jubilación de la generación del baby boom alejan el objetivo de reducir el actual déficit contributivo de la Seguridad Social.
Un año más, las cifras de envejecimiento en nuestro país vuelven a sorprender al alza. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2022 España ha registrado un nuevo máximo de envejecimiento y ya se contabilizan 133 personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Esta cifra supone el mayor crecimiento desde 1999, de 4,4 puntos porcentuales y España no envejecía tanto desde hace 23 años.
Como se observa en el gráfico, en 1999 aún había mayor población menor de 16 que mayor de 64, con un índice de envejecimiento del 99%. A partir del año 2000, España es ya un país envejecido, con una tasa de envejecimiento que supera el 100% y que aumenta velozmente cada año
El envejecimiento de la población constituye uno de los fenómenos más determinantes de este siglo, siendo sus efectos ya muy evidentes, y particularmente visibles en el mercado laboral. Así, el 20% de las personas que tienen trabajo o lo buscan en España tiene 55 años o más, frente al 12% de hace una década. Manteniendo esta evolución, en 2030 supondrán cerca del 30% de la población activa.
Este envejecimiento imparable es fruto de la confluencia de dos factores: una tasa de natalidad en mínimos históricos y una esperanza de vida en tendencia alcista. El pasado año la tasa de natalidad se situó en 7 nacimientos por cada 1000 mujeres con una cifra de bebés nacidos de 338.532 niños, un 39% menos que hace una década. También el índice de fecundidad anotó su valor mínimo -1,19 hijos por mujer-, situándose ya muy por debajo del nivel de reemplazo generacional, que debería alcanzar el 2,1 para que la población se mantuviera en el tiempo, sin disminuir su volumen.
El hundimiento de la tasa de natalidad se intensifica en las crisis cíclicas (pandemias, alta inflación…) que dispara la incertidumbre y las dificultades económicas de muchas unidades familiares, que deciden posponer los nacimientos o renunciar a la maternidad o paternidad.
El año pasado cerró con una relación cotizante-pensionista de 2,2, una cifra que si bien ha aumentado con respecto a 2020 (cuando alcanzó el 2,14), aún se sitúa lejos de la tasa 2,6 que, según los expertos, sería necesaria para que desapareciera el actual déficit contributivo de la Seguridad Social.