En lo que todas las voces conocedoras del mercado laboral coinciden es en que la situación de la temporalidad en el mercado laboral español es insostenible. Lo lleva siendo desde hace mucho tiempo, como nos han destacado desde Bruselas, donde España se presenta como una auténtica anomalía en la Unión Europea por el enorme peso del trabajo temporal.
La precariedad y la temporalidad afectan a determinados grupos de personas trabajadoras; jóvenes, mujeres, personas migrantes, de menor cualificación… Al final son quienes se ven más perjudicados. Los afectados lo son no solo cuando tienen empleo precario y van encadenando estos contratos temporales, con los problemas que impiden a los afectados desarrollar planes vitales incluso en el medio y corto plazo, sino que además la temporalidad los convierte en carne de cañón para cuando llegan las malas rachas. En los momentos recesivos son quienes cargan con los costes de la crisis. No nos podemos permitir que los costes sobre futuras crisis caigan sobre las personas más vulnerables, reducir la temporalidad debe ser una prioridad ‘número 1’ en la acción de cualquier Gobierno.
UNA TEMPORALIDAD MUY PRECARIA
España es líder del trabajo temporal en la Unión Europea, con más de uno de cada cuatro asalariados (26,3%) en esta situación en 2019, previo al shock que supuso la pandemia. Una lógica que el Gobierno quiere ahora revertir en su reforma laboral, que negocia con los sindicatos y empresarios. En España, se entra a muchas empresas como temporal aunque el puesto de trabajo sea estructural y hay que “aguantar” así durante meses, incluso años, hasta que, si hay suerte, los trabajadores firman a un contrato indefinido
Cuando uno mira los datos ve que la tasa de temporalidad en España es superior a la media de la UE en más de diez puntos porcentuales. La tasa media en la UE era del 13,6% en 2019, una enorme brecha hasta el 26,3% nacional actual, que no se puede justificar por nuestro tejido productivo. Por ramas de actividad, la temporalidad en España es superior en todas y cada una de ellas y no solo en aquellas donde las empresas pueden estar sujetas a oscilaciones muy pronunciadas de la producción, sino que es algo generalizado.
Además los contratos indefinidos también son menos “fijos” que en el pasado. La reforma laboral que negocia el Ejecutivo, y que pretende aprobar antes de que termine diciembre, quiere reducir significativamente el recurso a la temporalidad por parte de las empresas. La meta es muy compleja, advierten todos los especialistas, ya que trata un problema enquistado desde hace casi 40 años.
Mediante los datos de afiliación a la Seguridad Social, también podemos observar ese gran aumento en la creación/destrucción diaria de empleo desde 2013.
LA “ULTRATEMPORALIDAD”
Además, el retrato de la temporalidad no está completo si solo se atiende a su alcance. Ahora tenemos menos trabajadores temporales que antes de la crisis financiera, pero la temporalidad es mucho más precaria. Los contratos ultracortos se han disparado. Los de menos de siete días se han duplicado respecto al escenario previo a la Gran Recesión.
En 2007, en España había 20,6 millones de trabajadores y el dato de altas y bajas diarias alcanzaba a unas 89.000 personas. En 2012 se creaban y destruían unos 77.000 empleos al día en España, tras la escalada que se desencadenó en 2013, se llegó a alcanzar una cima de algo menos de 120.000 altas y bajas diarias a la Seguridad Social en el año previo a la pandemia, un 56% más.
Asistimos por tanto a relaciones laborales más breves, muchos contratos temporales ultracortos, pero también trabajos indefinidos menos duraderos. Esto provoca lo que se conoce como una mayor “rotación” en el empleo: las personas trabajadoras tienen que firmar más contratos al año para mantenerse empleadas. Respecto a la contratación temporal, en 2007 se requerían 3,8 contratos al año, en 2019, el número se situaba en 5,8 contratos temporales. En 2006, la duración media de los contratos que se firmaban era de unos 80 días. En 2019, se había desplomado hasta los 50 días.
Otra referencia: el año previo a la pandemia había unos 4,4 millones de trabajadores temporales y se registraron 27 millones de bajas a la Seguridad Social. Una de cada cinco correspondía a contratos de un solo día, es decir, 5,4 millones de contratos que no sobrevivieron a la noche. Por sectores, hay algunos con datos especialmente elevados de bajas al año por empleado, como la hostelería, las actividades artísticas y la construcción, entre otros.
En la última década, cada día se firmaron alrededor de 100.000 contratos en España.
Y también cada día, otras 100.000 relaciones laborales finalizaron de media desde 2012.
La elevada rotación de trabajadores. El trabajo no solo es temporal, sino que una gran parte es muy efímero con una elevada rotación, es trabajo “fantasma”.
El mercado laboral español deja en el aire a una media de 100.000 personas cada día.
Es el número de trabajadores de I+D+i en todo el país.
Superan la población de la provincia de Soria y representaban el estadio del Camp Nou hasta los topes.
HISTORIA LEGISLATIVA RECIENTE
La temporalidad del empleo en España se disparó tras la reforma laboral de 1984, del Gobierno socialista de Felipe González, que abrió las puertas a la contratación temporal, ampliando las posibilidades para justificar contratos eventuales. De una tasa del 15% de trabajadores temporales se escaló en los 90 a datos que superaban el 30%. Una de cada tres personas asalariadas tenían un contrato temporal.
Con la Gran Recesión desatada a mediados de los 2000 a nivel mundial, la temporalidad en el empleo bajó mucho en España, hasta un mínimo del 23,1% en 2013. En las crisis, los trabajadores temporales caen con facilidad al precipicio del desempleo y el paro aumenta con rapidez. Eso ocurrió en la crisis financiera, en la que España tenía muchos empleados temporales que cayeron por el desfiladero.
La reforma laboral de 2012 se propuso, entre otros objetivos, reducir la temporalidad, pero tampoco logró grandes resultados. Con la recuperación del empleo tras la crisis volvió a aumentar el trabajo temporal, aunque hasta cotas algo inferiores. Como máximo, se alcanzó una tasa del 27%.
La regulación de los actuales contratos temporales justifican una parte de su elevado uso. Pero además hay muchos que, a día de hoy, no se sujetan al marco jurídico: son fraudulentos con la ley en la mano. El abuso de la temporalidad está muy extendido, tanto en el sector público como en el privado. Por dar una referencia: la Inspección de Trabajo logró con una reciente campaña de avisos por carta que las empresas convirtieran en fijos a más de 82.000 trabajadores temporales irregulares en dos semanas.
El Gobierno ya ha legislado para reducir y evitar la temporalidad a futuro en las Administraciones Públicas y ahora le toca el turno al sector privado. Pero aunque cualquier acuerdo que vaya en la línea de restringir el uso de la temporalidad, apretando/ajustando/restringiendo las razones que justifican la necesidad de contratar temporalmente sea bienvenido, lo cierto es que todo lo que se ha hecho hasta ahora para justificar la causalidad de la temporalidad no ha tenido éxito alguno.
Ahora, el Gobierno de coalición insiste en que quiere tocar varias teclas clave para que la reforma logre ser efectiva. Sobre todo quiere restringir las causas de contratar temporal, pero además, pretende aumentar las sanciones ante las infracciones y hacer más cara la contratación temporal, con un incremento de la cotización para las empresas que acumulen más bajas de contratos. Las patronales por el momento son recelosas con estas fórmulas e insisten en la necesidad de flexibilidad para las empresas, para no dificultar su actividad y la creación de empleo a futuro.
Fuente: el diario