Cuando hablamos de pensiones se pierde la perspectiva de lo que suponen para el Estado y nos mareamos con los números de decenas de miles de millones mensuales. En 2007, último año de superávit, los ingresos fueron de 336.000 millones de euros y los gastos 324.000 millones. De dichos gastos, 96.500 millones fueron gasto en pensiones contributivas (un 30%) en las que se incluyen las pensiones de jubilación, las de incapacidad permanente, y las de viudedad/orfandad/ayuda familiares. Los ingresos por cotizaciones fueron de 145.000 millones que además de las pensiones deben atender a otras prestaciones sociales: incapacidades temporales, maternidad/paternidad, IMV,…
En 2022, con los datos presupuestados, los ingresos serán de 361.000 millones y los gastos de 426.000 millones. El gasto en pensiones contributivas será 143.000 millones (un 36% de los gastos) y los ingresos por cotizaciones serán de 168.000 millones
El gasto en pensiones está creciendo y es el principal responsable del déficit del Estado y que ha disparado la deuda del Estado en las dos últimas décadas. Es preciso tener en cuenta que además la Seguridad Social debe al Estado 100.000 millones de euros por préstamos, ya que las cotizaciones llevan tiempo sin cubrir el gasto que deben sufragar.
En 2022 el gasto en pensiones contributivas, como hemos dicho, serán 143.000 millones de euros (es decir, 12.000 millones de euros al mes). El gasto anual en defensa será en 2022 de menos de 10.000 millones de euros, es decir, menos de un mes de pensiones contributivas. En infraestructuras se gastarán unos 10.000 millones. Las “transferencias a otras administraciones públicas” que totaliza 70.700 millones básicamente va para Educación y Sanidad, competencias de las CCAA, y la mayor parte de este gasto es en personal.
Lo que es más grave de este aumento es que se acelera. En 2021 el gasto en pensiones contributivas fue de 136.000 millones y en 2022 aumenta en 8.000 millones de euros (prácticamente el presupuesto de defensa). Todo esto por la subida de las pensiones y el aumento de los pensionistas además con pensiones cada vez más altas. Y todavía no ha llegado la jubilación del baby boom.
Por tanto, podemos concluir que el gasto en pensiones es un “monstruo” que devora todo. No es solo que sea la partida más importante, es que no para de crecer y el ritmo al que aumentan los ingresos es menor. En cambio, el resto de partidas se mantienen estables, a menudo con infradotaciones.
Está claro que priorizar el gasto en pensiones tiene consecuencias. Una de ellas es desatender a las necesidades sanitarias o de educación de los más jóvenes (¿pacto intergeneracional?). ¡Y el problema va creciendo con el tiempo!