Escrivá deja el cargo con las cuentas del sistema de Seguridad Social todavía más calamitosas que cuando entró.
José Luis Escrivá ha cerrado su etapa en el Ministerio de Seguridad Social y esta semana le entregaba esta importante cartera económica a su sucesora, Elma Saiz. A partir de ahora, Escrivá pasará a comandar el nuevo ministerio que Pedro Sánchez ha creado para él: Transformación Digital. Sánchez estaría preparando un premio para Escrivá si Nadia Calviño (todavía al frente de Economía) logra hacerse con el puesto en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) que tanto desea. Si esto sucediera Escrivá pasaría a ser el superministro económico adjudicándose todos los poderes de Calviño.
Del discurso de Saiz en su toma de posesión se atisba que la nueva ministra va a llevar a cabo una labor continuista del legado de Escrivá. Así, parece que su principal gran reto será la transferencia de la gestión de la Seguridad Social al País Vasco (y quizá Navarra) que Sánchez ha pactado con el PNV.
Más gasto… y más impuestos
Escrivá se despide de una legislatura en la que las cuentas del sistema de Seguridad Social todavía son más calamitosas que cuando entró. Una de las razones principales de este nefasto escenario es que su reforma de las pensiones no contempla una sola disminución del gasto para reducir el agujero del sistema y sólo se decanta por subir masivamente los impuestos.
Este plan ha sido duramente criticado por todo tipo de organismos y casas de análisis, que alertan de que condenará a nuestro país a tener todavía más difícil la tarea de equilibrar las cuentas de la Seguridad Social. Y es que, por muchos impuestos que haya programado subir el ministro, el aumento de la recaudación no será suficiente para afrontar la subida de gasto que se avecina debido a tres razones principales: cada vez hay más pensionistas debido a la pirámide demográfica, las pensiones cada vez son mayores debido a que los nuevos pensionistas han cotizado más tiempo y por una base alta y además Escrivá ha planeado elevar todavía más las prestaciones, por ejemplo, con la revalorización de las pensiones al IPC o subiendo más las no contributivas.
En concreto, la reforma de Escrivá se ensaña especialmente con las rentas altas, es decir, con los trabajadores mejor formados y que trabajan en las empresas que mejor pagan. Lo hace subiendo de las bases máximas de cotización, estableciendo una “cuota de solidaridad” para la parte del salario que actualmente no cotiza debido a que supera el tope máximo de cotización y se eleva el porcentaje del denominado Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) que para 2024 subirá al 0,7%.
El doble de deuda
Tampoco hay que olvidar que el ministro ha estrenado también la reforma del régimen de cotización de los autónomos que obliga a los autónomos a cotizar por sus ingresos reales (y no por la base mínima que es lo que venía haciendo la mayoría). Este cambio supondrá que los trabajadores por cuenta propia que ingresen más de 1.700 euros al mes pagarán más que ahora y los que ingresen menos, se quedarán igual o pagarán algo menos.
Escrivá le ha comunicado a Bruselas que, por la vía de los autónomos y gracias a que el paro baje a un nivel desconocido en nuestra historia, los ingresos de la Seguridad Social serán suficientes para sostener el sistema. Sin embargo, esas previsiones tan optimistas han sido puestas en entredicho por diferentes organismos (esta misma semana la Comisión Europea y antes la Airef, por ejemplo).
De hecho, la tensión de las cuentas del sistema es tal, que ha sido con Escrivá de ministro cuando la deuda de la Seguridad Social ha alcanzado la friolera de los 106.172 millones, un 7% más que un año antes. Si comparamos la cifra actual con los 55.024 millones de 2019 (el primer ejercicio completo de Escrivá en el Gobierno) vemos que la cifra se ha duplicado y que el sistema ya habría quebrado si no es por esta razón y por las recurrentes transferencias que le hace el Estado.
La Seguridad Social maquilla sus cifras con un supuesto saldo positivo que, en realidad, oculta un agujero este año de casi 35.000 millones. Según consta en su contabilidad, oficialmente ha obtenido un superávit de 1.207 millones de euros en los nueve primeros meses del año.
La mayor partida del gasto de la Seguridad Social corresponde a pensiones y prestaciones contributivas, con 128.314 millones. Hasta finales de septiembre a Seguridad Social ingresó 150.407 millones de euros frente a unos gastos por valor de 149.200 millones. Pero este saldo positivo se ha producido por dos razones:
• récord de ingresos por cotizaciones en el sistema de 114.711 millones, 108.315 provienen de los activos y las efectuadas por los desempleados 6.396 millones
• transferencias del Estado 34.489 millones
Estas aportaciones del Estado se han cuadruplicado en las últimas dos décadas: en 2012 se situaron en 9.182 millones, en 2019 ya fueron de 15.687 millones de euros anuales (menos de la mitad que ahora).
Así el déficit que acumula la Seguridad Social supera ya los 106.000 millones de euros.