Está habiendo mucho “ruido” con la revalorización anual de las pensiones vinculada o no con el IPC (“la inflación”), pero las cosas nunca son fáciles y menos aún en cuestiones tan sensibles.
El IPC SENIOR es un indicador representativo de los hábitos de consumo y de la evolución de los precios de la cesta de compra para los hogares con mayores de 65 años (unos 6 millones de hogares).
El actual IPC general no refleja las particularidades de este colectivo, generando una distorsión entre el discurso político y la realidad con que se enfrentan estos hogares.
A día de hoy este colectivo lleva perdiendo más poder adquisitivo que el resto de población, y no tienen medios futuros de conseguir corregir esta situación. Esto quiere decir que la cesta de la compra de los mayores se ha encarecido más y la razón de esta diferencia está en el tipo de productos que consume este colectivo.
Este comportamiento tan perjudicial para este grupo cada vez más mayoritario de la sociedad sólo se puede medir estudiado el IPC Senior y de no hacerlo, el paso del tiempo irá degradando el poder adquisitivo de los mayores sin un reflejo claro del por qué.
El consumo de este colectivo se basa en la alimentación y en el transporte. La alimentación supone un 22 % del presupuesto de los hogares seniors y especialmente productos como patatas, aceite, pescado o fruta, hablamos de alimentos básicos en la compras de las personas mayores. Destaca además el impacto del IVA, un impuesto que supone el tercer mayor gasto para los seniors detrás de la alimentación y los gastos del hogar. El IPC Senior sería una buena herramienta para revalorizar las pensiones, e incluso la inflación subyacente [que excluye los productos energéticos y alimentos no elaborados] podría ajustarse más a la realidad de estos colectivos.