El mito de la «gran negociadora»: los choques con el PSOE y las derrotas en el Congreso agotan su aura
De la reforma laboral que aprobó por error a las subidas del SMI por decreto, el balance real de la vicepresidenta se resume en más fallos que pactos
Durante años, buena parte del relato político alrededor de Yolanda Díaz se sostuvo sobre un mito que ella misma se ha encargado de cultivar: el de la «gran negociadora». La ministra milagro que lograba acuerdos imposibles, la mujer que domesticaba a los empresarios y la vicepresidenta llamada a salvar a la izquierda de sí misma. Ese mantra, que nació en los días heroicos de los ERTE de la pandemia (mecanismo heredado de los gobiernos del PP y que la propia ministra intento explicar el 2 de abril de 2020 en una presentación memorablemente irrisoria) ) y la reforma laboral (aprobada por el error de un diputado del PP) , hoy se deshilacha entre desencuentros con el PSOE, derrotas en el Congreso y un espacio político —Sumar— cada vez más desordenado. Cabe recordar que cuando Pablo Iglesias dejó la política nacional nombro a Yolanda Días como su heredera dentro de movimiento Podemos y a esta le faltó tiempo para traicionar a su mentor e intentar crear un su propio espacio político.
El último episodio ha seguido el guion habitual. Díaz anunció esta semana que su ministerio ampliaría el permiso por fallecimiento de dos a diez días, una medida social que presentó como pactada con el PSOE. No lo estaba. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, lo desmintió con una mezcla de fastidio, sorpresa y resignación: «Hay que buscar un equilibrio y hacerlo de la mano de las empresas», dijo a las horas. Traducido: el anuncio era otro globo sonda. Como tantos otros desde que Díaz sustituyó las mesas de diálogo por los micrófonos.
Desde el ala socialista de Gobierno se afea que la vicepresidenta venda avances sociales que luego sus compañeros tienen que desmentir, o que se quedan en titulares que luego el PSOE matiza, retrasa o entierra. Más de uno empieza a cuestionarse «de dónde sale» el aura de negociadora, visto el historial. «Es puro eslogan», decía esta semana un diputado socialista.
Le ocurrió con el estatuto del becario, que fracasó dos veces; con la reducción de jornada, que murió en el Congreso y sus únicos avances se harán vía decreto; o con la Ley Rider, aplaudida como pionera hasta que Bruselas la cuestionó y modificó por vulnerar la libertad de establecimiento. Detrás de cada una de esas derrotas se esconde el patrón de una Yolanda Díaz que se ha quedado sin red: ni la patronal, ni los sindicatos, ni mucho menos el PSOE parecen ya dispuestos a concederle el papel de «interlocutora única».
El contraste con su pasado reciente es evidente. La reforma laboral —su principal logro político y el aval con el que se presentó a las elecciones— se aprobó en 2021 por el voto erróneo de un diputado del PP, Alberto Casero. Sin ese error, el texto habría caído. Y aun así, se presentó como una victoria histórica. Desde entonces, nada comparable. Las subidas del salario mínimo son medidas de Gobierno, no de Parlamento, y se aprueban por decreto sin pasar por las cámaras. Incluso, en 2022, la vicepresidenta Nadia Calviño tumbó la propuesta de Díaz por entender que no se ajustaba al compromiso de estabilidad salarial.
Los saltos, los fracasos electorales y las traiciones
lo cierto es que su carrera política está cargada de un cúmulo de tácticas para saltar de coalición en coalición, fracasos… y traiciones.
Yolanda Díaz comenzó su carrera política en Galicia, su tierra natal. Inició en Izquierda Unida (IU), pero, cuando el partido comenzó a perder espacio, impulsó diferentes acuerdos de coalición. El primero fue AGE, liderado por José Manuel Beiras con Anova, una escisión del Bloque Nacionalista Galego (BNG). En 2012 AGE se convirtió en la tercera fuerza política en el Parlamento gallego. Fue ese su único logro electoral. Sin embargo, la lucha por controlar AGE terminó en un choque entre Díaz y Beiras. Aquello dio origen a las mareas gallegas y convirtió a AGE en una coalición fallida.
En noviembre de 2015 nació En Marea, una coalición formada por Anova, Podemos Galicia, Izquierda Unida y Equo Galicia. En 2016, En Marea consiguió 14 escaños con el 19% de los votos. Cuatro años después desapareció del panorama político y perdió su poder municipal. Así fue como Yolanda llegó a Madrid. En 2019, Podemos, Izquierda Unida y Anova se retiraron de En Marea por discrepancias internas.
Esa división, caracterizada por la ruptura con Beiras, dio paso a una nueva alianza entre Izquierda Unida y Podemos: la plataforma Galicia en Común. Esta unión fue el boleto de entrada de Díaz al Congreso y al Gobierno de coalición entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en 2019.
El 2 de abril de 2023 Yolanda Díaz anunció su candidatura como presidenta de Gobierno. «Hoy humildemente voy a dar el primer paso adelante, hoy quiero ser la primera presidenta de nuestro país». No alcanzó su sueño. Por el contrario, fue la cuarta fuerza política más votada, con 3.014.006 de votos. Obtuvo 31 escaños en las elecciones generales. Sumar también mostró su fragilidad para mantener unidos a sus miembros. Así se evidenció con la salida de Podemos en diciembre de 2023 para pasar al Grupo Mixto.
Sumar fracasó en su debut en unas autonómicas con las elecciones en Galicia. Con menos del 2% de los votos, obtuvo cero escaños. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta que la derrota fue en la tierra natal de Yolanda Díaz, donde comenzaron sus primeros experimentos con coaliciones de izquierda. Con esas alianzas, por cierto, tuvo mejores resultados en el pasado.
En los comicios del País Vasco, Sumar no tuvo una derrota tan demoledora. Al menos ganó un escaño. Se llevó 35.092 votos, el 3,3%. La candidata de Yolanda Díaz a la Lehendakaritza se quedó fuera del Parlamento. En los elecciones catalanas, Catalunya en Comú, miembro de Sumar, obtuvo seis diputados en el Parlamento. El partido de Ada Colau en unión con el de Yolanda Díaz pasó de tener ocho escaños a seis, pese a que en esta ocasión ni siquiera competía con Podemos.
En las elecciones europeas quedó demostrada, una vez más, la debilidad de la coalición de Díaz. Podemos fue superado en tan sólo un escaño por Sumar, que consiguió un 4,65% de los votos y tres eurodiputados. Mientras que Podemos alcanzó un 3,27% y dos escaños. Sumar superó a Podemos por la cantidad de unas 240.000 papeletas.
Tras los decepcionantes resultados electorales, IU y Más Madrid ponen en tela de juicio el proyecto de Sumar y reclaman que se convierta en un partido más. Antonio Maíllo, coordinador federal de IU, enterró la idea de Sumar «como espacio aglutinador» e instó a abrir una «nueva fase» en la que el «protagonismo» lo tengan «las formaciones que integran la coalición». Asimismo, desde Más Madrid han sentenciado que la apuesta por «un rumbo sin las organizaciones políticas se ha demostrado fallida».
la primera traición de Díaz fue a IU. Ella se hace con el control de IU en Galicia muy joven y es la referente, la responsable, de IU en Galicia. Digamos que ella hace una traición al sector comunista clásico y tradicional… Elige en un determinado momento hacer una alianza con un sector del nacionalismo gallego, que era el de José Manuel Beiras.
Ve una oportunidad para ganar presencia en el parlamento regional gallego porque se convierte en un partido prácticamente inexistente en Galicia y entonces se abraza a Beiras y a este grupo de nacionalistas y entra con una presencia muy importante, como líder de la oposición, en el parlamento gallego.
La vicepresidenta fue una de las patrocinadoras de la ruptura del bloque de izquierda en Galicia para avanzar hacia una alianza con los nacionalistas gallegos en AGE. Eso le permitió convertirse en una política conocida a nivel local, lo que le sirve para alcanzar la asamblea gallega como diputada de la mano de Beiras, reconocida figura del nacionalismo gallego. Él confió en ella tras romper con el BNG y fundar Anova, para posteriormente formar parte de AGE. Fue, sobre todo, la popularidad de Beiras lo que permitió que AGE obtuviera nueve diputados en el Parlamento gallego en 2012.
En la época de En Marea, Beiras culpa a Díaz de deshonrar su acuerdo y de utilizar En Marea como una alianza con Podemos para buscar su beneficio en el panorama nacional. La hoy ministra de Trabajo, de hecho, comienza a decantarse por Podemos en 2015, a diferencia de Beiras. Es entonces cuando rompe su relación personal con el histórico dirigente gallego. «Fue la primera persona que me traicionó», ha expresado Beiras sobre Díaz en más de una ocasión.
Yolanda Díaz cambia de bando y ahora su gran valedor es Pablo Iglesias. Años después, al ver que Podemos pierde apoyo, crea su propio espacio político con Sumar. Sin importarle que fue Pablo Iglesias quien la aupó al éxito nacional, nombrándola sucesora en la vicepresidencia tras abandonar el Gobierno. Es, sin duda, la tercera gran traición.
Una vez constituido Sumar, con Podemos subido al barco, los desplantes al partido morado fueron constantes, especialmente a Irene Montero. Un golpe bajo fue no incluirla en las listas de las elecciones generales del pasado año. Un «veto injusto», según calificó la ex ministra de Igualdad, y con el que acusó a la vicepresidenta de «aceptar las reglas de juego de la reacción y la extrema derecha» contra el feminismo.
Ione Belarra intentó hasta el último instante que su compañera conservara el Ministerio de Igualdad en la formación del nuevo Gobierno de coalición, pero no fue posible. Ni Montero ni ningún otro ministro morado repitió en su cargo. Ambas ex ministras se despidieron de sus carteras acusando a Sánchez de haberlas «echado» por «incomodar». Sumar, por supuesto, contribuyó en la tarea de apartarlas.
La vicepresidenta aún no renuncia a su proyecto de Sumar. Así lo aseguró ella, aunque hablando en tercera persona. «Yolanda Díaz sigue formando parte de la Ejecutiva de Sumar, sigo formando parte del órgano de dirección y de la coordinadora… Yolanda Díaz no se va, lo que ha hecho es política de la buena, y es que cuando hay unos malos resultados electorales, en mi convicción política y ética hay que asumir responsabilidades. Quiero hacer pedagogía porque la política tiene que ser así». De momento, continuará intentando nadar en las turbulentas aguas del espacio a la izquierda del PSOE.
La trampa de Yolanda Díaz de los fijos discontinuos se destapa
La trampa por excelencia de las estadísticas laborales de Yolanda Díaz sigue creciendo. El Gobierno no deja de alardear de unos supuestos datos híper optimistas que, sin embargo, se resumen de la siguiente manera: España lidera los ranking oficiales de paro de la UE en sus tres clasificaciones estudiadas -paro total, femenino y juvenil-; las estadísticas laborales de Yolanda Díaz ocultan casi millón y medio de parados reales; y, para colmo, desde la reforma laboral, el paro real no ha bajado: al revés, ha crecido en casi 82.000 personas, si se suman todos los colectivos de parados reales que no figuran en la estadística oficial.
Y eso hace que toda la política de fuegos de artificio de Yolanda Diaz pase por un dato: el de las personas con contratos fijos discontinuos que, pese a figurar como empleados por tener vigente uno de esos contratos, permanecen largos periodos de tiempo si trabajar. Pues bien, esa cifra ha vuelto a subir y se encuentra ya en 831.620 personas. Una farsa de un tamaño tan brutal que altera por completo el análisis de los datos laborales.
La explicación técnica a esta gran farsa es la siguiente: «Los fijos discontinuos en su período de inactividad se encuentran en el grupo de «Demandantes de empleo con relación laboral», aunque no se indica exactamente cuántos son [no se indica porque el Gobierno no quiere a pesar sw que se le ha solicitado cientos de veces el dato]. Sin embargo, sí conocemos el número de los que están en un ERTE (Seguridad Social) y que se agrupan bajo ese epígrafe.
Para calcular el número de fijos discontinuos restamos al total de demandantes de empleo con relación laboral aquellos que se encuentran en un ERTE y en julio alcanzaron los 831.620, lo que supone un aumento del 143,77% respecto a 2022″, destacan los técnicos de USO. El sindicato da más datos: «Los demandantes de empleo que el SEPE considera «no parados» (¿ocupados?) al finalizar julio de 2025 alcanzaron los 1.876.897, un 30,11% más que en 2022. ¿Qué ocupación tienen? ¿Trabajos a tiempo parcial, segundas ocupaciones -pluriempleo- mal remuneradas, o simplemente son inactivos percibiendo la prestación o subsidio por desempleo? Un 43,8% de los demandantes de empleo registrados están en esta situación, es decir que el SEPE no los contabiliza como parados». «Por qué se sigue manteniendo una metodología que no aporta la claridad y transparencia necesarias para conocer la realidad y poner los medios y remedios para mejorar el alto paro que padecemos», se pregunta de forma retórica el sindicato.
- «La diferencia entre estos dos datos, paro registrado y paro real, o entre ocupados y no parados, nos debería llevar a definir claramente las situaciones de los demandantes de empleo, especialmente la de aquellos que no están ocupados o están inactivos. Si hay personas que no están trabajando y se inscriben en el SEPE para encontrar un empleo, y no se les considera como tales ¿se están poniendo los recursos necesarios para sacarles de esa situación?», señala USO.
Lo cierto es que, como explica el departamento de estudios del sindicato USO, «un demandante de empleo es una persona que se inscribe en los servicios públicos de empleo, bien porque ha perdido su empleo y busca uno nuevo (tenga o no derecho a la percepción de la prestación o subsidio por desempleo), porque busca un primer empleo, porque, teniendo empleo (una ocupación), busca una mejora de su situación laboral (una jornada más amplia o mejor remunerada) o porque se encuentran en situación de inactividad, aunque mantengan su relación laboral, y en su caso perciba la correspondiente prestación por desempleo (fijos discontinuos y ERTES)».
Y el cálculo para desvelar la trampa es sencillo: «Del total de personas que se inscriben en el SEPE demandando empleo, restamos aquellas que están ocupadas, con lo que tenemos el total de personas registradas que no están trabajando». Dicho de otra manera, USO logra de ese modo el número real de personal que «no tienen una ocupación, están desempleadas o simplemente están paradas».
Y al finalizar julio, último dato en las estadísticas laborales, «éstas ascendieron a 3.822.854, lo que supone que hay 1.418.248 parados (personas que no están trabajando) más que el dato oficial de paro registrado» que muestra el Gobierno, señala USO. Y «si comparamos los datos de 2022, primer verano de la reforma laboral, y los de 2025, vemos que, si bien el paro registrado habría disminuido en 479.206, el paro real (número de personas registradas en el SEPE y que no trabajan) se habría incrementado en 81.880, un 2,19%». Traducido, que el paro no ha bajado, sino que ha subido, Eso sí, si se quitan las trampas estadísticas del Gobierno.
La hipocresía de Yolanda Díaz: combate la temporalidad del sector privado y se olvida del público
La temporalidad en la administración pública tiene que existir para cubrir vacantes, bajas médicas, jubilaciones, pero no de manera tan desproporcionada como la existente en la actualidad. Según los datos del propio Ministerio de Función Pública, la tasa de temporalidad pública se ha situado en el 35,54% (en diciembre de 2024). Lo que se traduce en 1.077.716 empleados públicos que viven con la incertidumbre de saber cuándo serán despedidos para luego ser repescados.
En este sentido, el ministro para la Transformación Digital y la Función Pública, Óscar López, se supone que lleva meses trabajando en una ley para combatir la temporalidad de los trabajadores del sector de la Educación, la Sanidad y la Justicia principalmente y para evitar una multa millonaria de la Comisión Europea.
Lo más curioso es que l Yolanda Díaz siempre que puede asegura que la reforma laboral está acabando con la temporalidad y está orgullosa de que en 2024 la «tasa de temporalidad privada ha bajado casi 12 puntos, hasta el 12,4%. Esta afirmación provocó que la CEOE enviara un comunicado diciendo que el principal «generador de temporalidad en el mercado laboral es el sector público» ya que las empresas están cumpliendo con las limitaciones impuestas por la Reforma laboral de 2021 pero no así las administraciones públicas
Yolanda Díaz sacó el nuevo permiso por defunción de una carta al director que se viralizó en las redes
La carta fue publicada el 29 de agosto en el Instagram del diario de Prisa. Su autor, Pablo García del Carrizo, es un madrileño que había perdido de forma repentina a su madre en verano. En la misiva se preguntaba si dos días de permiso por fallecimiento de un familiar, o cuatro en el caso de necesitar desplazamiento, son suficientes para pasar «el duelo de perder a una madre». También se preguntaba por qué si la salud mental está instalada en el debate público sobre otros temas, en el caso de la muerte no.
La vicepresidenta segunda necesitaba pasar página tras el fracaso de la reducción de la jornada laboral y lo ha encontrado en esta propuesta, anunciada sin haberla hablado con el PSOE
La última propuesta que Yolanda Díaz ha lanzado a la arena política -no sin polémica- no está sacada de la mesa del diálogo social, ni del acuerdo de coalición suscrito con el PSOE. Tampoco de una reflexión dentro del Consejo de Ministros o de un comité de expertos. Está sacada de una carta al director que El País posteó en Instagram a finales de agosto y que se viralizó en las redes sociales. Hablaba del derecho a un tiempo de duelo tras la muerte de un familiar directo, en este caso de una madre. Díaz la hizo suya y de aquello ha surgido ahora el anuncio del aumento del permiso por defunción a diez días y uno nuevo para cuidados paliativos de un familiar.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo necesitaba pasar página; necesitaba un clavo para sacar otro clavo, el de la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas, que en septiembre cayó en el Congreso en el primer asalto, al inicio de su tramitación parlamentaria. Su medida estrella de la legislatura se estrelló contra Junts.
Para sobreponerse a aquella derrota, la socia de Pedro Sánchez buscó un golpe de efecto. Y ella y su equipo fueron a encontrarlo en las redes sociales. La sorpresa, este jueves, se la llevaron el presidente y los ministros del PSOE. Díaz no les había puesto al corriente. Desde Luxemburgo, Carlos Cuerpo frenó a su compañera en el Consejo de Ministros: «Tenemos que encontrar una forma equilibrada de seguir hacia delante que tenga en cuenta también, por supuesto, a las empresas», afirmó. Tampoco sabían nada los sindicatos y la patronal.
Desde el Ministerio de Trabajo rechazan dar plazos, prueba de la improvisación con la que actuó Yolanda Díaz. Para cambiar el permiso por fallecimiento, el departamento de Díaz tiene que elaborar un real decreto ley que reforme el Estatuto de los Trabajadores y elevarlo al Consejo de Ministros para su aprobación. Se supone que ésa es la parte fácil, y aun así ya se adivinan tiranteces con el ministro Cuerpo. Si pasa esa pantalla, la siguiente sería la convalidación de la norma en el Pleno del Congreso. Y ahí volvería a toparse con Junts, que en esto y en todo tiene la sartén por el mango. La misma historia que con la jornada laboral de 37,5 horas.
Más allá de Moncloa
El deterioro de su perfil no se explica sólo por los choques con el PSOE. También pesa el desgaste interno de su criatura política, Sumar, una coalición nacida por supervivencia y mantenida por inercia. Buena parte de sus lodos vienen de los polvos iniciales: Díaz fue quien diseñó el modelo y la estrategia, quien eligió a los socios y quien marcó el tono. Y el resultado salta a la vista.
Podemos se fue del grupo parlamentario a los cuatro meses de montarlo, Compromís se ha partido en dos, los Comuns perdieron Cataluña ante Irene Montero y Más Madrid actúa por libre. Izquierda Unida, cada vez que puede, muestra sus recelos con la estrategia colectiva. En menos de dos años, Díaz ha pasado de liderar el espacio con mano de hierro a pedir cohesión casi por favor.
Orgánicamente ya no tiene cargos en Sumar, desde su dimisión en junio de 2024, pero aquella renuncia tuvo algo de truco: todavía es diputada y presidenta del grupo parlamentario en el Congreso, que a efectos prácticos es el único órgano que funciona.
Fuera de la Cámara Baja, su relación con los agentes sociales también se enfría. La CEOE hace ya años que no la considera una interlocutora fiable, y UGT y CCOO, aunque mantienen el vínculo, reconocen que ha perdido el brillo de otras épocas.
Mientras tanto, su presencia pública se ha vuelto errática. Intervenciones brillantes —y silenciadas— en foros internacionales se alternan con anuncios improvisados y rectificaciones en cuestión de horas. En el Congreso, sus discursos aún funcionan, pero desde la legislatura pasada sólo entra en las batallas de Trabajo, no en las del Gobierno ni en las polémicas de la semana.
En política, los mitos duran lo que tardan en agotarse sus metáforas, y el de Yolanda Díaz —la ministra que negociaba hasta lograr lo imposible— se ha quedado sin gasolina. Ni el PSOE la teme, ni sus socios la siguen, ni Europa la cita. Lo que queda es una vicepresidenta con discurso y cargo, pero sin interlocutores ni resultados. Y habrá que ver si sin partido.




