La lista de despropósitos políticos, jurídicos y éticos del Gobierno de Pedro Sánchez es tan larga que es casi imposible recordarlos todos. No pasa un día en que nuestro presidente no vuelva a romper algo que le permita pagar su dosis diaria para mantenerse en la Moncloa como sea.
En su concepción de la vida todo debe de girar en torno a él. Él es el Estado y por eso se considera por encima del mismísimo Estado de derecho y por supuesto de la Constitución, del Código Penal, de la independencia del Poder Judicial, de la autonomía del Poder Legislativo. Está convencido de que es un ser superior al resto de los ciudadanos que no le votan e incluso de sus propios compañeros socialistas.
Sánchez gobierna a ciegas. Sin explicar a los ciudadanos, ni a los partidos, ni al Congreso, los acuerdos a los que llega. Pasó con la Ley de Amnistía. Ahora, lo mismo con el acuerdo con ERC. No quiere que se conozca con tiempo de discusión los detalles. Prefiere llevarlos a tapadillas al Congreso, aunque los pierda. Cada vez le fallan más sus socios, pero también le da igual. A ciegas nos lleva y a ciegas gobierna. Paga lo que haga falta por un día más en la Moncloa como si eso fuera vital para España y no para su narcisismo. Le da miedo perder el poder. Mucho.
Un hombre que desprecia la verdad, que cree que se puede trasgredir todo y de forma continua, sin que necesite dar explicaciones, sin tener remordimientos, ese hombre es capaz de todo. Un político que tiene querencia por la falta de trasparencia, de diálogo y de moralidad.
Nuestro presidente es así. Ha sido exquisito siempre con los independentistas catalanes que dieron el golpe, con los indultados, con los que han sido, o van a ser, amnistiados. Esos independentistas que lo que hacen ahora es alardear de que la gestión fiscal del cien por cien de los ingresos es un paso más y muy importante hacia la independencia de Cataluña. Nada dice de la financiación de la Seguridad Social.
Sánchez viene traicionando cosas sagradas hasta ahora en nuestra democracia. Y también traiciona la propia esencia de un socialismo nacido en la defensa de los pobres
Sánchez traiciona las ideas de su partido y traiciona a sus compañeros socialistas de otras comunidades autonómicas. Sánchez no tiene miedo a los díscolos barones socialistas pues ha retorcido el PSOE hasta convertir los órganos del partido en serviles palmeros, donde nadie se quiere jugar ni su cargo ni su futura posición en las listas electorales que no se deciden ya en su federación, ni siquiera en Ferraz. Se deciden en la Moncloa.
Con este estilo autócrata y en este contexto de estabilidad legislativa incapaz incluso de sacar adelante los Presupuestos Generales, Sánchez quiere reconvertir a España en un Estado federal. Dice que está dispuesto a negociaciones bilaterales con el resto de las comunidades, como si esto fuera una confederación de Estados cada uno con su concierto propio. ¿Quién lo pagará? No le extrañe que nuestro solidario, progresista, federalista y hasta confederalista presidente no conteste a eso. No lo sabe. Ni le importa. No lo va a hacer.
Pedro Sánchez puede hacer lo que considere conveniente siempre que cuente con el necesario apoyo parlamentario, pero debería tener un mínimo respeto a los españoles, y que no nos tome por imbéciles aunque a menudo seamos ciegos. No es de recibo decir que el acuerdo que le ha exigido ERC a cambio de hacer presidente a Salvador Illa es una magnífica noticia para los catalanes y para el resto de los españoles porque así incrementa la vergüenza que sentimos la mayoría de los ciudadanos de este país ante un gobierno que miente cuando hace pocos meses aseguraban que en ningún caso se podría aceptar porque incidiría en la desigualdad de los españoles; lo que corroboraba hace pocos días la ministra de Hacienda, que insistía en la imposibilidad de ceder a las exigencias de ERC. El mentiroso Sánchez hizo pasar por mentirosos a sus colaboradores, obligados a desdecirse constantemente y perder la credibilidad.