Zapatero calificó de antipatriotas a los que le advertían de la crisis económica que se avecinaba. Sánchez tacha de insolidarios y egoístas a los hosteleros que necesitan ver los monumentos iluminados para seguir atrayendo clientes a cenar
Cuentan los visitadores de la Moncloa que, en estos días de canícula y negros nubarrones en el horizonte, una de las preocupaciones que quita el sueño a los asesores del presidente es el riesgo de que el mandato de Sánchez acabe como su ilustre predecesor socialista.
En el primer capítulo de El dilema, el libro en el que José Luis Rodríguez Zapatero intenta lavar su conciencia o la cara para la historia, recuerda aquella noche sin dormir, antes de anunciar al Congreso una congelación de las pensiones sin precedentes y un histórico recorte del salario de los funcionarios. Él, que confundía las recomendaciones de Merkel con los consejos de una colega y que, a diferencia de los italianos, salía relajado de los consejos europeos en los que el FMI le urgía a pedir el rescate, se dio, un día de mayo, de bruces con la realidad. De su relato se desprende la sensación de que el hombre que se sentía ungido para llevar a buen término la noble misión de restituir subsidios y derechos sociales para los pobres españoles, se topó con la mala fortuna de una crisis global.
El fantasma de su espíritu atribulado acecha a Pedro Sánchez. Está cometiendo, uno tras otro, los mismos errores.
Ante una crisis financiera de libro, Zapatero tiró de gasto público. Él, que achacaba a la exuberancia de la construcción y a la saturación del mercado inmobiliario muchos de los males de la economía, no dudó en usar la chequera para dilapidar en ladrillos en cada municipio con el fin de maquillar el incipiente crecimiento del paro. España tenía margen para endeudarse y, cuando llegó al Congreso tras la noche de insomnio, había dilapidado lo que ya tenía y el crédito de los que vendrían después. Ése fue el origen de todos nuestros males.
Ante una crisis energética global, provocada por un shock de oferta, Sánchez vuelve a tirar de chequera, aunque no tenga fondos, para alterar artificialmente el mercado enviando señales equivocadas a los consumidores. Los sufridos ciudadanos demandan más gasolina y electricidad de la que se podrían permitir, gracias a la subvención del Gobierno y, sin embargo, deben adaptarse a las temperaturas de la calefacción y el aire acondicionado que le imponen so pena de recibir una multa. Todo, convenientemente administrado por la manirrota ministra de Hacienda.
Lo llaman estrategia de ahorro, cuando es un plan de racionamiento de libro. Y no ha hecho más que empezar. El modelo de crecimiento está agotado y las cifras del paro en julio advierten de un otoño difícil al que ni Nadia Calviño se atreve a poner paños calientes.
Pedro Sánchez ante la rebelión de algunas autonomía y colectivos ante su alocado e improvisado Plan de ahorro energético, después de bajarse los pantalones ante la Generalitat (el incumplimiento de la sentencia del TSJC sobre el 25% de enseñanza en castellano, que la Generalidad boicotea mientras el Gobierno de Sánchez mira para otro lado), argumenta que “es la ley y la ley se cumple”
El mal principal de Sánchez es el mismo que abocó a Zapatero a ser un simple “fantasma”, pero Sánchez ha aprendido de algunos errores de Zapatero
Pero por otra parte, cada vez que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dice que no se caracteriza por quedarse quieto y que él no deja que los problemas le superen manda un ‘recado’ al expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Parece que Sánchez tiene claro que él no es Zapatero pese a que el contexto económico actual empieza a parecerse peligrosamente al que se llevó por delante al último presidente socialista.
Desde la Moncloa señalan que “Zapatero sucumbió ante Europa”, mientras que “Sánchez planta batalla” en las instituciones comunitarias para defender los intereses económicos de España y si la crisis se lo lleva por delante, no será por inacción. Por eso, el Gobierno puso tanto empeño en negociar la excepción ibérica en el mercado de la electricidad y en lograr que el porcentaje de reducción de consumo de gas para ahorrar energía al que tiene que obedecer España sea del 7% y no del 15% como planteó la Comisión Europea en un primer momento.
Moncloa vende a Sánchez como un “actor global”. El presidente del Gobierno se mueve bien en las capitales comunitarias, donde Sánchez lee muy bien la política europea y se aprovecha de ello. La cumbre de la OTAN en Madrid le encumbró hasta el punto de que ha conseguido que China, la segunda potencia del planeta, le invite a Pekín en noviembre junto al presidente francés, Enmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz. Esa es la liga a la que no pudo jugar Zapatero y en la Moncloa lo saben y por eso, desplegaron la cena en el Museo del Prado a los líderes de los países de la OTAN.
Lo cierto es que el presidente está mucho mejor valorado fuera de España que dentro, pero Sánchez tiene casi imposible rentabilizar electoralmente su imagen internacional, porque las cumbres no resuelven las cosas del comer.
Sánchez controla con puño de hierro el PSOE. El presidente laminó todo ápice de oposición interna tras la dimisión forzada de la exvicesecretaria general Adriana Lastra. Aunque cabe recordar que los socialistas eluden criticar al secretario general o al resto de la cúpula porque el partido prepara ya las elecciones municipales y autonómicas de 2023 y nadie quiere quedarse fuera de la cocina. El presidente instó a los socialistas a “ir a por todas”: Gobernar es remangarse. El presidente suscita la unidad por un motivo clave: estar en el poder. Nadie quiere perderlo. Por eso, quienes un día le mataron y pelearon por impedir que resucitara, ahora se ponen a trabajar con él codo con codo.
Fuentes:
Vozpopuli: Sánchez se desvincula del pasado del PSOE: “Luchará por no sucumbir como Zapatero” (vozpopuli.com)
El Debate Ana Samboal | Pedro, ante el fantasma de ZP (eldebate.com)