Precarios y desanimados amplían el ‘agujero’ del mercado laboral hasta los 5,3 millones de personas

La holgura laboral española sigue siendo la más alta de Europa pese a la caída del paro

El colectivo de personas sin empleo ‘borradas’ del mercado laboral supera el millón

Cómo los subempleos hunden la productividad: ‘roban’ 27 millones de horas de trabajo cada semana

Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) a cierre de 2024 han dado buenas noticias, con un récord de ocupados y la menor cifra de parados desde 2008. La tasa de desempleo sigue en doble dígito, aunque por primera vez en 16 años baja del 11%. Pero este no es el único indicador de los problemas del mercado laboral. A estas cifras hay que sumarle las personas que, aunque no trabajan y quieren hacerlo, no se consideran desempleados porque no buscan o no pueden incorporarse a un puesto, el conocido como efecto desánimo, y los que sí trabajan, pero están subempleados. Acumulan un total de 2,72 millones, cifra que por primera vez supera la de parados propiamente dichos, que se sitúa en 2,59 millones. La suma de unos y otros eleva el agujero del mercado laboral a los 5,31 millones de afectados. Esta cifra compone la denominada ‘holgura laboral‘, que estima el volumen de mano de obra total que desaprovecha un país

El Instituto Nacional de Estadística (INE) no publica una estadística desglosada de holgura, algo que sí hace Eurostat, situando a nuestro país a la cabeza de la UE, como ya hemos contado en elEconomista.es, con una tasa del 19,4%, 4,9 millones de personas en el tercer trimestre. Una décima más que en el segundo aunque en el punto más bajo de la serie, que se remonta a 2009 (cuando en España ya había estallado la Gran Recesión)

Sin embargo, con la información que publica el organismo español se puede calcular la holgura a cierre de 2024, aunque los datos son diferentes: la suma arroja el mencionado total de 5,3 millones de afectados. ¿Por qué esta diferencia? Porque el dato de subempleo que da la Oficina Europea de Estadísticas es menor que el que arroja la EPA, se queda en el entorno de los 1,1 millones, algo que se debe a una definición algo diferente de este concepto, más restrictivo en el caso de Bruselas (aunque los datos vienen de la misma fuente: los cuestionarios de la EPA).

En lo que sí coinciden es en la cifra total de las ‘categorías especiales de inactivos‘, ya que aquí el INE calca la metodología que usa Eurostat. Incluyen a personas que no trabajan y buscan empleo, pero no están disponibles (aquí se incluye a los que han encontrado un trabajo pero siguen a la espera de incorporarse, un matiz relevante como veremos más adelante), pero también a los que no buscan empleo, aunque trabajarían si les surge la ocasión. Estos dos grupos componen lo que se denomina ‘efecto desánimo’, que se refiere a los desempleados que no encajan con la definición estadística de parado que fija la Organización Internacional del Trabajo (ILO).

El concepto siempre ha sido polémico, y no son pocos los que lo califican de ‘paro oculto’ ya que cuando un desempleado se desanima por la falta de oportunidades o la imposibilidad de conciliar y, aunque quiera trabajar, deja de cumplir los requisitos de búsqueda de empleo y disponibilidad, se considera inactivo. Es decir, ‘desaparece’ estadísticamente del mercado laboral, lo cual puede repercutir en un descenso ‘aparente’ del paro.

Pero no fue hasta la pandemia, cuando muchas personas no pudieron buscar empleo ni incorporarse por los confinamientos, que el INE empezó a publicar un anexo en la EPA para desglosar estos supuestos como llevaba lustros haciendo Eurostat. Lo hizo a partir de 2021, aunque la serie histórica se ‘reconstruye’ hasta 2017. Lo que permite analizar desde ese año la evolución del agujero del empleo en España.

El paro cae, el desánimo se mantiene

Lo primero que hay que resaltar es que la cifra de 5,3 millones es la más baja de esa serie que arranca en 2017. Si lo expresamos en términos de tasa de holgura laboral como la calcula Eurostat, es decir, como un porcentaje de la «fuerza laboral extendida» (que resulta de sumar a la población activa la cifra de ‘inactivos especiales’) el porcentaje es del 20,9%.

Pero si cae es sobre todo por el descenso del paro. Desde el cuarto trimestre de 2017 al mismo periodo de 2024 ha caído en un 31,1%, con 1,7 millones de desempleados menos. Por su parte, el subempleo, ha retrocedido en un 8,7%, con 163.000 trabajadores afectados menos. Pero los inactivos han aumentado un 3,2%, con 32.300 más.

 

Esto lleva a que los dos componentes no ‘parados’ de la holgura se han reducido solo un 4,6%, casi siete veces menos de lo que lo ha hecho el paro propiamente dicho. De hecho, el desempleo se ha reducido tanto que, por primera vez, arroja una cifra menor que la suma de los otros dos componentes. Así, pasan de suponer el 57% del total a cierre de 2017 al 48%. Una evolución que despierta unas cuantas preguntas.

La evolución del subempleo, aunque modesta en estos siete años analizados, se puede rastrear más atrás (la EPA si publica datos de subempleo desde 2011) y se aprecia una mejora notable tras la crisis financiera. Si en los últimos años se ha moderado es por la aún elevada debilidad del tejido productivo: muchas empresas no generan suficiente trabajo para utilizar puestos a jornada completa y eso obliga a muchos trabajadores a aceptar estos puestos precarios a tiempo parcial. Un problema que no solo castiga a los afectados también lastra la productividad, como hemos contado en elEconomista.es.

El efecto ‘fijo discontinuo’

Entender lo ocurrido con el efecto desánimo es más complejo. El INE no detalla las características de estos inactivos, más allá de distinguirlos entre los que buscan trabajo, pero no están disponibles y los que sí lo están, pero no buscan. Además, la serie solo se remonta hasta hace siete años, con lo que no podemos saber qué ocurrió en la crisis financiera. Parece lógico es que, ante la recuperación de la economía se hubiera reducido en línea con el descenso del paro. Pero no ha sido así. De hecho, hay más si comparamos con la cifra registrada al cierre de 2017.

Aquí hay dos hipótesis: hablamos de parados de larga duración que se excluyen del mercado laboral por la falta de oportunidades. Algo que puede ser coherente con el envejecimiento demográfico y el incremento del peso de los desempleados mayores de 50 años. Aunque una cosa es que su peso haya aumentado y otra que lo haya hecho su número: la realidad es que los parados seniors se han reducido, aunque sea con mucha menor intensidad que otros grupos de edad.

La otra explicación está en los fijos discontinuos inactivos. A diferencia de lo que ocurre con los registros del SEPE, la EPA sí cuenta a los fijos discontinuos como parados mientras se encuentran en un periodo de inactividad, a la espera de un nuevo llamamiento. Eso sí, siempre que durante ese lapso declaren estar buscando activamente un empleo y tengan disponibilidad para incorporarse cuando lo encuentren. Si no es así, y dicen estar esperando a reincorporarse a su trabajo en las próximas semanas o meses se consideran inactivos «no disponibles» y entran en las «categorías especiales» desglosadas por el INE.

Es decir, se puede concluir que muchas de esas personas «que han encontrado empleo y están a la espera de incorporarse» son en realidad fijos discontinuos e inflan la cifra de inactivos desempleados «sin disponibilidad», ¿no? Veamos los datos.

La EPA incluye a 319.700 personas en esta situación a cierre de 2024, un 50% más que en el mismo periodo de 2017. Los que no buscan activamente empleo, por su parte, se sitúan en 703.700, un 9,6% menos que hace siete años. Esto apunta a que los fijos discontinuos sí han tenido un efecto en el estancamiento de la cifra global de estos inactivos por encima del millón.

 

Pero si nos remontamos a diciembre de 2021, es decir, justo antes de la entrada en vigor de la reforma laboral, vemos que el incremento de los no disponibles se reduce al 15% y el descenso de los que dejan de buscar trabajo se mantiene en un 9,7%. ¿Qué significa esto? Que hay que tener en cuenta el impacto de la pandemia.

Los desempleados que no pueden aceptar un trabajo y los que renunciaban a internarlo aumentaron con la crisis sanitaria y los confinamientos. Pero mientras los segundos se redujeron con la recuperación (en línea con lo ocurrido con el subempleo y, en menor medida, con el paro) los primeros siguieron subiendo.

Esto no desdice la tesis del efecto de los fijos discontinuos, pero precisa que debe sumarse a otros factores previos, como las personas que abandonaron el mercado laboral para cuidar a hijos o familiares y que no han podido ‘reengancharse’ más adelante porque sus obligaciones siguen ahí. En cualquier caso, la incógnita sigue abierta, ya que muchos analistas advierten de que la volatilidad de la actividad de los fijos discontinuos se ha disparado de tal manera que no queda bien reflejada en los datos trimestrales de la EPA.

Lo que en ningún caso se puede concluir es que el descenso del paro se logre gracias a haber ocultado a desempleados en las categorías especiales de inactivos, ya que la cifra se mantiene en niveles similares a los de antes de la pandemia mientras el paro ha caído con contundencia y es el motor de la mejora de la holgura laboral.

Pero esto no debe hacernos minimizar el hecho de que el estancamiento de la cifra de personas sin empleo pero que no cuentan como parados, así como el enfriamiento de la mejora del subempleo, se han convertido por primera vez en el factor determinante. Lo que lleva a analizar mucho más a fondo para que España este malgastando un 10% de su fuerza laboral potencial adicional al 10% que aún supone el desempleo.

Fuente: Precarios y desanimados amplían el ‘agujero’ del mercado laboral hasta los 5,3 millones de personas

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