¿PERO TIENE FUTURO LA SEGURIDAD SOCIAL? ¿EXISTE LA SS EN LOS EEUU?, ¿TENDRÁN PENSIONES DE NUESTROS HIJOS?, ¿LOS IMPUESTOS SUSTITUIRÁN A LAS COTIZACIONES?

La Seguridad Social existe en prácticamente todos los países del mundo. Es una genial invención europea (prusiana, por más señas) de finales del S. XIX, que ha prestado enormes servicios a la sociedad, por no decir a la civilización. Naturalmente, en cada país, las leyes fundacionales datan de épocas tan distintas como finales del XIX (Prusia), principios del XX (España), después de la «Gran Depresión» (EE. UU.), después de la II Guerra Mundial (Reino Unido, refundada), etc.

 

Y, en todos los países, los problemas son muy similares, aunque dosificados de manera distinta, a saber: sostenibilidad de sus finanzas, suficiencia de las prestaciones y grado de cobertura de las mismas al conjunto de la población.

 

En los países avanzados, el principal problema es el de la sostenibilidad de las pensiones públicas. La suficiencia, por su parte, es un problema común, aunque hay grados ya que en muchos países las pensiones públicas son adecuadas cuando las carreras de cotización son largas e intensas o, en muchos otros, se encuentran adecuadamente complementadas con pensiones de empresa o personales. En este último caso, las pensiones públicas son, por lo general, pensiones básicas cuya proporción sobre el último salario oscila alrededor del 40% de este, mientras que las pensiones complementarias aportan otro tanto a la mayor parte de los trabajadores. En los países emergentes, por lo general, los problemas de cobertura son acuciantes, pues el trabajo no convencional abunda y las carreras de cotización se interrumpen a menudo, además de que no todas las contingencias están plenamente cubiertas.

 

¿PERO EXISTE LA SS EN LOS EEUU?

No solo existe, sino que es la mayor del mundo. Tiene en la actualidad unos 180 millones de cotizantes y 70 millones de pensionistas. Así, la proporción de cotizantes por pensionista es de 2,5. Además de pensiones de jubilación, incapacidad y supervivencia, la Seguridad Social otorga prestaciones sanitarias a todos los pensionistas (programa Medicare) por el hecho de serlo y porque han cotizado para ello toda su vida laboral.

 

Los gastos corrientes del sistema ascienden a un billón (un millón de millones de dólares) al año y sus ingresos son ligeramente superiores de forma que el sistema tiene un superávit superior a los 35 mil millones de dólares. La pensión media de jubilación es de 1.650 dólares al mes. El tipo de cotización por todas estas contingencias (salud incluida) para asalariados y autónomos es del 15,30% (la mitad a cargo de los empleadores, en el caso de los asalariados) de un «salario pensionable» o base de cotización, topado hasta unos 135 mil dólares anuales.

 

Por último, la Seguridad Social americana tiene un «Trust Fund» cuya dotación, de unos 3 billones (españoles) de dólares, está íntegramente invertido en bonos especiales, no negociables, del Tesoro americano, emitidos expresamente para su adquisición por parte de la Seguridad Social. Este volumen de activos de la Seguridad Social equivale a un 16% del PIB americano, pero no es un fondo de capitalización estrictamente hablando.

 

El caso de la Seguridad Social Americana sirve muy bien para ilustrar una percepción tan equivocada como común según la cual la Seguridad Social es una institución que está a punto de desaparecer a manos de sus enemigos (las pensiones privadas) o que ya ha desaparecido en muchos países, resultándose de ello la extensión de la precariedad y la ausencia de derecho. Pues no, la Seguridad Social está viva en todo el mundo, aprendiendo a convivir con las pensiones de empresa y personales, a las que no se ve como «enemigas» en los países avanzados, redefiniendo sus coberturas, buscando sus equilibrios y flexibilizando sus rígidas fórmulas de elegibilidad y compatibilidad de ingresos.

 

En fin, la Seguridad Social es un «universal», un compacto social que, de una u otra manera, preservaremos al servicio de la sociedad siempre. Ello no quiere decir que no se deba adaptarla a medida que se despliegan las tendencias de fondo que marcan el cambio estructural de la sociedad y la economía. Es más, no se conoce a nadie sensato que desee acabar con la Seguridad Social.

 

¿COBRARÁN PENSIONES NUESTROS HIJOS?

Esta es una pregunta muy sencilla de responder: SÍ.

 

Aunque abundan las encuestas en los que los jóvenes, a la pregunta «¿cree Vd. que cobrará pensión en el futuro?» responden «NO». Lo cierto es que hay encuestas buenas, malas y regulares.

Quien piense que, de verdad, no va a cobrar pensiones en el futuro no debería estar cotizando hoy a la Seguridad Social, que es quien le calculará su pensión futura con arreglo a los años que haya cotizado y las bases por las que habrá cotizado. Y, como no cotizar no se puede hacer, debería estar trabajando en un país en el que se pudiera no hacerlo legalmente. Si es que lo encuentra y se atreviese a trabajar allí, de haberlo.

 

No se explica que un trabajador ceda unos 6.000 euros anuales (cotización media anual en España) a cambio de nada. El IRPF, por lo menos, sirve para financiar las obras públicas y la sanidad. Luego no puede pensarse que ese «no» como respuesta surja de un análisis, no ya racional, sino mínimamente serio.

 

Por otra parte, la Seguridad Social española, siempre estará en condiciones de recaudar un porcentaje significativo del PIB cada año (actualmente por encima del 12%) para destinarlo obligatoria y exclusivamente al pago de pensiones contributivas. De forma que ese «no» tampoco puede estar basado en la hipotética falta de recursos. Estos darán claramente de sí para pagar pensiones, aunque estas no serán nunca tan buenas como nos gustaría (a todos). Pero eso ya pasa actualmente.

 

Por tanto, responder con un «no» rotundo a la pregunta de marras me parece defraudar nuestra propia inteligencia. O, visto desde un punto de vista más científico, incurrir en un bucle cognitivo muy perverso que, seguro, llevará a muchos de los que así piensan a cabrearse a medida que pasa el tiempo. Sin motivo.

 

Otra cosa son las pensiones de nuestros nietos. Muy probablemente, a largo plazo, ni la jubilación ni las pensiones existirán. Es decir, «nuestros nietos» no cobrarán pensiones, pero no a su pesar. Ellos actuarán en un escenario laboral, profesional y vital (con vidas de 120 años) tan diferente al actual que puede que su decisión racional sea no jubilarse nunca y, por lo tanto, no cobrar pensiones.

 

¿POR QUÉ NO FINANCIAMOS LAS PENSIONES CON IMPUESTOS?

Muy sencillo, porque, de pasar todo a los impuestos tendríamos que subir la presión fiscal unos diez puntos de PIB y el seguro profesional de pensiones que, en el fondo, es nuestro sistema de Seguridad Social, perdería su naturaleza.

 

Un posible argumento convincente para reemplazar las cotizaciones por los impuestos sería el de que los impuestos son menos distorsionantes de la actividad económica (la producción, el empleo, el consumo, el ahorro, la inversión o la I+D+i) que las cotizaciones, aunque ello no está todavía claro.

 

Además, para compensar a los trabajadores de la subida de la presión fiscal, estos deberían recuperar el coste previo de las cotizaciones, tanto de las que van a su cargo como de las que van a cargo de sus empleadores, ya que estas últimas son, un «salario diferido» .

 

En los escasos países del mundo en los que las pensiones de la Seguridad Social se financian íntegramente con impuestos (Dinamarca es el caso unánimemente citado), estas son pensiones básicas, casi universales, y se complementan con pensiones de capitalización obligatorias ya que en ausencia de estas las primeras no serían suficientes.

 

Sin irse a los extremos, a medida que las cotizaciones se revelen insuficientes, en vez de aumentar este «impuesto al trabajo», completemos los recursos necesarios con impuestos generales. Pero por modestos que sean estos pasos hacia la imposición general para financiar las pensiones, o suman a la presión fiscal ya existente o reemplazan a las cotizaciones sociales con los dos efectos antes mencionados: la desnaturalización de las pensiones del seguro profesional obligatorio y la necesidad de revertir al trabajador (que ya se ganaría sus pensiones con sus impuestos) las cotizaciones sustituidas por impuestos.

 

Otro aspecto a tener en cuenta es que, reemplazando o no a las cotizaciones los impuestos, la financiación de las pensiones requiere cada vez más recursos que, si la presión fiscal y parafiscal debe contenerse, habría que detraer de otras funciones de gasto social o no social, en una medida creciente. Tan creciente como lo es la longevidad.

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