PENSIONES: PARTIR DE LA NADA Y ALCANZAR LAS MÁS ALTAS COTAS DE LA MISERIA

Algunos de los mejores economistas de este país llevan años diciendo que es imposible reformar el sistema de pensiones sin recortarlas y/o ampliar la edad de jubilación para que la avalancha de los ‘baby boom’ que se empiezan a retirar el año que viene pueda tener una prestación digna y acorde con los largos años de carrera profesional que ha realizado (más de 40 en la mayor parte de los casos).

 

Son prácticamente sólo los políticos, sobre todo los del ala más a la izquierda, quienes aseguran que hay dinero para todos y solo es cuestión de “redistribuir” y atacar por el lado de aumentar los ingresos de la Seguridad Social (o del Estado) para atajar el problema. Entre unos y otros, la hora del soñado retiro de los nacidos entre finales de los cincuenta y finales de los sesenta va a llegar y ninguno de ellos sabe si va a disfrutar de una pensión tan generosa como la de quienes se han jubilado en la última década, sobre todo si tenemos en cuenta que las nuevas prestaciones contributivas se equiparan ya casi al sueldo medio del país.

 

Aunque parezca lo contrario y pese a las soflamas políticas a conveniencia de uno y otro lado de la política, las fórmulas que en la práctica se están planteando para renovar el modelo van en la misma dirección de lo que siempre han dicho los expertos. Ya es un hecho la ampliación de la edad a 67 años (en vigor), procedente de la reforma anterior, y que puede sufrir alteraciones a partir de 2025 o 2030. Y el recorte de la pensión media no está aún sobre la mesa, pero sí un mecanismo enrevesado que ha lanzado José Luis Escrivá, típico en su porfolio de propuestas, en el que además de plantear una subida de las cotizaciones que castiga más a las empresas (a todas, no solo a las grandes y a los ricos), no descarta un recorte del gasto en pensiones con respecto al PIB a partir de 2032, es decir, una rebaja en el momento en el que más ‘babyboomers’ están reclamando lo que les corresponde tras más de cuatro décadas ‘currando’ y cotizando.

 

La carambola puede ser muy cruel: la subida en el pago de los diez últimos años de trabajo de este colectivo, que son los años que además van a marcar la cantidad que debe cobrar, puede llenar una hucha a todas luces insuficiente para paliar el problema, pero es también muy probable que no sirva para evitar que la pensión le baje al final, porque el gasto, vigilado cada tres años por si acaso, se haya desmandado, cosa que siempre ha ocurrido hasta ahora. El último sacrificio de los del ‘baby boom’ para cumplir la sabia máxima de Groucho Marx“Saliendo de la nada, hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria”.

 

Hay que reconocerle a Escrivá que, por lo menos, ha puesto una fórmula encima de la mesa sobre la que hablar, aunque también es cierto que algo así tenía que hacer si quería tener opciones de lograr un minipacto con los agentes sociales en quince días. Esas prisas sobre la definición del mecanismo de equidad intergeneracional, que es lo que en realidad va a dejar la puerta abierta a mantener o bajar las pensiones de los próximos veinte años, es lo primero que hace sospechar del anuncio del ministro filtrado con alevosía y nocturnidad. La falta de claridad de lo que puede pasar dentro de diez años y la poca consistencia del relleno de la hucha que se plantea, son los otros dos factores que generan más desconfianza que tranquilidad tanto a los expertos, como a quienes están a la expectativa de ver lo que les va a quedar para sobrevivir.

 

La estrategia del ‘todo se verá más adelante’ que se plantea ahora no deja tranquilo a nadie, sobre todo porque lo que la gente quiere saber es lo que le quedara en el bolsillo para jubilares, en contante y sonante si puede ser. Si hay que bajarlas, que bajen, pero que se diga claro, se explique por qué y se afronten las consecuencias políticas de ello. Ya sabemos que, si la economía crece a largo plazo y los veinte millones de afiliados que Sánchez y Calviño incluyen en todos sus discursos son muchos más, no habrá problemas para el sistema, pero eso no parece que vaya a ser así.

 

La pirámide de la población dice otra cosa y la realidad del escaso y precario empleo de los jóvenes lo corrobora con creces. Como al BCE se le ocurra insinuar siquiera en primavera que algún día de estos hay que comprar menos deuda pública y subir ‘un cuartillo’ los tipos (que pasará), la nube negra que se cierne sobre la economía en general y el gasto en pensiones, en particular, va a descargar la madre de todas las tormentas, con todos los ‘babyboomers’ al descubierto y sin paraguas.

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