La posición relativa en renta per cápita de España dentro de la UE se ha reducido hasta el punto de tener derecho de nuevo a solicitar los fondos de cohesión
La ofensiva contra el sistema público de pensiones viene de muy lejos; al principio patrocinada y financiada por las entidades financieras, deseosas de introducir y potenciar los fondos privados de pensiones.
En materia de pensiones se ha llegado a una extraña unanimidad (fruto de la propaganda mediática y de la palabrería de los expertos). Se da como hecho incontestable que de cara al futuro las variables demográficas hacen insostenible el sistema tal como ahora lo conocemos. Y para fundamentarlo se facilitan ratios estimados entre activos y pasivos en los próximos años. Estas previsiones que se vienen haciendo desde principio de los ochenta han fallado siempre.
El Pacto de Toledo con su célebre separación de fuentes ha dado lugar al equívoco de entender que la Seguridad Social es un sistema cerrado y autosuficiente separado del Estado. ¿Por qué la sanidad, la educación, el seguro de desempleo o las carreteras tienen que financiarse con impuestos mientras que las pensiones deben hacerlo exclusivamente con las cotizaciones sociales? Es el Estado con todos sus ingresos el que debe asegurar que todos los trabajadores en su vejez cobren una prestación digna.
La productividad
La cuestión no estriba en cuántos son los que producen sino en cuánto es lo que se produce. Cien trabajadores pueden producir lo mismo que mil si su productividad es diez veces superior. Quizá lo ocurrido con la agricultura pueda servir de ejemplo. Hace 70 años, el 30% de la población activa española trabajaba en agricultura. Hoy, tan solo el 3%, pero ese 3% produce más que el 30% anterior.
La productividad laboral es un término que se refiere a la eficiencia y eficacia con la que se utiliza el tiempo, los recursos y la energía en el trabajo.. La productividad laboral es fundamental para la rentabilidad y sostenibilidad de cualquier negocio pues un equipo productivo puede completar más trabajo en menos tiempo, lo que se traduce en un ahorro de costos y un aumento en la eficiencia
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que en el origen del desarrollo social y económico de las sociedades se encuentran los enormes incrementos de productividad acaecidos a lo largo de los años. Pero ha sido necesario algo más: un pensamiento y una ideología que propugnara que todos los ciudadanos se beneficiasen de esos incrementos de modo que no fuesen destinados únicamente a aumentar el excedente empresarial.
Son los incrementos continuos de productividad los que originan la elevación de la renta per cápita, y esta elevación puede asegurar la subida de los salarios, la reducción de la jornada laboral, el mantenimiento de las pensiones y, en general, el sostenimiento del Estado del bienestar.
Siguiendo el estudio elaborado por Fedea, con datos de Eurostat, en todo el periodo 2007-2022 la productividad por hora trabajada de la media de la Unión Europea se ha elevado tan solo un 18,45 %. Pero ese crecimiento se ha distribuido de manera muy dispar. Ha sido en los países del Este y principalmente en aquellos que están fuera de la Eurozona: Rumanía (74,3%) Polonia (60,3%), Bulgaria (45%), etc., en los que la productividad ha crecido sustancialmente. Dinamarca y Suecia, que tampoco pertenecen a la Eurozona, están por encima de la media (25,6% y 22,1%, respectivamente). Los más perjudicados son los países del Sur; por supuesto Grecia con un descenso del 5,2%, pero también Italia y Francia que se encuentran prácticamente a la cola con crecimientos del 5,3% y 10,5%, respectivamente.
La evolución en España ha sido temporalmente muy desigual. En el periodo 2007-2019 el crecimiento fue del 14,9%, cercano a la media de la Europa de los 27 (15,4%). Sin embargo, de 2019 a 2022 nuestro país se sitúa en el último lugar con un decremento del 1,9%. Más grave aún es que este descenso del 1,9 % se convierte en 3,8% cuando lo que se considera no es la productividad de la hora trabajada sino la productividad por trabajador. Señal inequívoca de que ha aumentado el empleo parcial, y de la mentira que ha rodeado todo el discurso de Yolanda Díaz y de Escrivá.
Las rentas
Esas mejoras deberían servir para acrecentar las rentas del capital, sí, pero también para subir los salarios, e incluso para mantener económicamente a aquellos que coyunturalmente no puedan trabajar, y todo ello mediante el incremento de los ingresos del Estado, que redundaría en beneficio de todos los ciudadanos a través de las prestaciones sociales.
En la Europa occidental la renta per cápita pasó de 100 euros mensuales en 1700 a más de 2.500 euros en 2012, con un crecimiento anual promedio del 1% real. Por supuesto, la evolución no ha sido homogénea a lo largo de todo este tiempo. En el siglo XVIII el crecimiento fue tan solo del 0,2% anual, elevándose al 1,1% en el siglo XIX y al 1,9% en el XX. El poder adquisitivo promedio en Europa se incrementó escasamente entre 1700 y 1820; sin embargo, se multiplicó por dos entre 1820 y 1913, y por seis entre 1913 y 2010.
Las cifras señaladas en el párrafo anterior son inferiores en realidad a los aumentos en todos estos años de la productividad (producción por hora trabajada), ya que los trabajadores, a la vez que conseguían retribuciones mayores, se mostraban dispuestos a sacrificar una parte de ellas a condición de trabajar menos horas (jornadas más cortas, más festivos, fines de semana más largos y vacaciones más largas). Es decir, compraban ocio, cambiaban dinero por poder disponer de más tiempo libre.
Últimamente la posición relativa en renta per cápita de nuestro país dentro de la Unión Europea se ha reducido de manera sustancial, hasta el punto de tener derecho de nuevo a solicitar los fondos de cohesión, y no está claro que el Gobierno esté dispuesto a pedirlos -o al menos a anunciarlo- para no reconocer así que nuestro país se está empobreciendo, al menos relativamente.
Lo peor, con todo, son las perspectivas para el futuro. En las próximas décadas, según la OCDE, y atendiendo al PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo, España puede verse adelantada por Portugal, Polonia, Lituania, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Turquía, Estonia, Grecia o Letonia, incluso por Rumanía. Aun con toda la relatividad que caracteriza estas proyecciones a tantos años vista, se presenta una imagen muy alarmante de la situación actual de la economía española y de su futuro.
Es esta evolución de la productividad y de la renta per cápita la que reta a las jubilaciones, pero también a la sanidad, a la educación, al seguro de desempleo y en general a todas las prestaciones y servicios públicos; y, cómo no, a los salarios y a la jornada laboral. Es por eso por lo que resulta bastante preocupante descubrir observar la frivolidad con la que el Gobierno aborda todos estos temas.
Uno no puede por menos que sorprenderse al escuchar a dos vicepresidentas del Ejecutivo y con responsabilidades en esta materia afirmar que la subida del Salario Mínimo Interprofesional incrementa la productividad. ¿No será al revés?, ¿que el incremento de productividad es el que tiene que permitir la subida de los salarios y la reducción de la jornada laboral?