Nuestros políticos niegan la realidad y se justifican alegando que si se posicionaran ateniéndose a los problemas del país, se suicidarían electoralmente
Durante el crack inmobiliario de 2008 nuestros políticos sólo cuando no hubo más remedio. aplicaron mayoritariamente medidas coyunturales. Es verdad que no tuvimos que ser rescatados, a excepción del sector bancario, cuya crisis, por cierto, estuvo muy localizada en las Cajas de Ahorro gestionadas por políticos y sindicalistas. Evitar el rescate total es lo que permitió a nuestra clase política escurrir el bulto y nadie, más allá de la autojustificación, entonó algo lejanamente parecido a un mea culpa. Lamentablemente de aquellos polvos, estos lodos.
Nuestros políticos actuales practican una suerte de negación u ocultación de lo evidente. Y lo justifican alegando que, si confeccionaran sus propuestas y se posicionaran ateniéndose a la realidad de los problemas del país, se suicidarían electoralmente. Pero cabe sospechar que esta explicación, como cualquier otra mentira, tiene las patas muy cortas.
Un caso especialmente llamativo de abrazar la irrealidad para, supuestamente, no perder votantes, es la negación de la insostenibilidad de nuestro sistema de pensiones. Esta insostenibilidad no tiene misterio alguno. Es fácil de entender. Generaciones menos numerosas y con un entorno laboral relativamente más precario tienen que sostener las pensiones, comparativamente más elevadas que sus salarios, de generaciones mucho más numerosas.
Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Sin embargo, esta realidad es sistemáticamente ignorada por los partidos. Es más, no es ya que la ignoren, es que ninguno se opone a que las pensiones se revaloricen año tras año en función del IPC. Pero, argumentan que, si reconocieran la realidad y actuaran en consecuencia, nueve millones de pensionistas les negarían el voto.
La idea de que los pensionistas votan exclusivamente en función de su pensión es, sin embargo, una simplificación que no capta toda la complejidad de su comportamiento electoral. Aunque es cierto que la estabilidad de las pensiones es una preocupación central para muchos jubilados, hay varios factores que pueden matizar, y bastante, esta visión.
Los pensionistas no votan solo pensando en su situación inmediata, sino también en las oportunidades y dificultades que enfrentan sus familias. Problemas como el desempleo juvenil, la precariedad laboral o el acceso a la vivienda pueden influir en sus decisiones electorales.
Por otro lado, la edad suele consolidar las tendencias de voto, por lo que muchos pensionistas votan según su orientación política tradicional, independientemente de las políticas concretas sobre pensiones. Además, los votantes mayores tienen una perspectiva más amplia. Han vivido más crisis económicas y cambios de gobierno, lo que puede hacerles valorar otros aspectos como la estabilidad institucional, la seguridad o la gestión económica en términos mucho más amplios. Cuestiones como la inmigración, la sanidad, la educación o la seguridad también pueden influir en su voto.
La política es una actividad grave y compleja. Requiere mucho estudio, trabajo y compromiso… y un mínimo de valentía y decencia. Por eso, en el grave problema de las pensiones, como en todos los demás, los políticos actuales, del color que sea, parece que han llegado a la política no para hacer verdadera política sino para alcanzar o perpetuarse en el poder.
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