¿LA INMIGRACIÓN NOS SALVARÁ?

Los trabajadores europeos en España se disparan un 42% en una década, con rumanos, italianos y portugueses en cabeza

 

La Seguridad Social registra casi 914.000 afiliados comunitarios, más del 37% procedente de Rumanía

 

El mercado laboral patrio se nutre, cada vez más, de trabajadores extranjeros. Su papel en la creación de empleo en España es determinante, hasta tal punto que la afiliación de cotizantes foráneos explica ya cuatro de cada diez nuevos puestos de trabajo en nuestro país. Y dentro de este colectivo son fundamentales los europeos, que han crecido nada menos que un 42% en la última década, con rumanos, italianos y portugueses a la cabeza.

 

Con motivo del Día de Europa, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones celebró ayer un acto en el que se evidenció, con cifras, el fuerte impacto que está teniendo en España el fenómeno de la movilidad laboral dentro de la Unión Europea. Hoy nuestro país cuenta con cerca de 914.000 trabajadores procedentes del Espacio Económico Europeo, un 42% más que hace una década, cuando apenas superaban los 643.000.

 

De acuerdo con las estadísticas de la Seguridad Social, actualizadas por última vez en marzo de 2025, el total de cotizantes extranjeros procedentes de todos los países del mundo supera ya los 2,92 millones. De modo que los comunitarios suponen algo más del 30% de esa cantidad. El resto, más de dos millones de trabajadores, proceden de otros países ajenos a la Unión Europea. En total, los afiliados foráneos suponen ya el 13,7% de los ocupados a nivel nacional.

 

Según el balance del pasado mes de marzo, del conjunto de nacionalidades de todo el mundo, Marruecos encabeza la lista de países de los que proviene el mayor número de cotizantes, seguido por Rumanía, Colombia, Italia, Venezuela y China. Y si bajamos al detalle de los trabajadores de la UE, el primer puesto del podio lo ocupan los rumanos, con 339.527 personas nativas de este país trabajando en España, acaparando el 37,2% del total de afiliados comunitarios. Les siguen, en el segundo puesto, los italianos (197.113, el 21,6%) y ya en tercera posición, aunque muy de lejos, los portugueses (68.659, el 7,5%).

 

Desde el Gobierno defienden que la llegada de mano de obra extranjera no sólo engorda las cifras de empleo, sino que contribuye de manera muy necesaria a la sostenibilidad del sistema público de pensiones. En base a la estadística continua de población del INE, los ciudadanos nacidos en el extranjero suponen ya el 28,5% del total de población en la franja de edad más productiva, entre los 25 y los 54 años. Con todo, a la vista de la escasa natalidad y del envejecimiento de la población, el Banco de España calcula que para sostener las pensiones será necesario triplicar la llegada prevista de inmigrantes para los próximos 30 años, lo que equivaldría a incorporar nada menos que 24,6 millones de extranjeros al mercado laboral nacional.

 

Más allá de la cantidad, la clave de la aportación extranjera al crecimiento del mercado de trabajo y a la sostenibilidad del sistema de pensiones está en la calidad de la mano de obra que recibimos y de los puestos de trabajo que ocupan. En las últimas actualizaciones de los datos de afiliación extranjera, el Ministerio de Seguridad Social viene destacando la creciente presencia de trabajadores de fuera de España en sectores productivos «de mayor especialización» y en actividades «de alto valor añadido», como la información y comunicaciones, las científicas y técnicas o las financieras. No obstante, el grueso de afiliados extranjeros se sigue concentrando en sectores como la construcción, los transportes y el almacenamiento o la hostelería.

 

En el acto que tuvo lugar ayer en la sede del Ministerio, la titular de la cartera, Elma Saiz, definió a los inmigrantes que vienen a trabajar a España como «personas jóvenes, muchas de ellas altamente cualificadas, que están contribuyendo activamente al sostenimiento del sistema de pensiones». También se puso cifras a los pensionistas españoles residentes en la UE (40.000) y a los europeos que viven en España (103.413). Todo ello, en una Europa que «ha hecho posible una red de protección que cruza fronteras», en palabras de Saiz.

 

Fuente: Los trabajadores europeos en España se disparan un 42% en una década, con rumanos, italianos y portugueses en cabeza

 

 

El BCE calcula que la inmigración contribuye cuatro veces más al crecimiento español que el empleo nacional desde 2019 y ve parón de productividad

Un estudio del Banco Central Europeo estima que los trabajadores extranjeros aportan un 80% frente al 20% nacional en la mejora del PIB

 

La inmigración se ha convertido en un factor decisivo del crecimiento económico español, por encima del resto de principales países del euro y que la media de la Eurozona.

 

Un estudio del Banco Central Europeo y los datos en los que se basa -a los que ha tenido acceso EL MUNDO- muestra cómo la aportación de los trabajadores extranjeros es casi cuatro veces superior a la de los nacionales en la aportación del mercado laboral a la subida del Producto Interior Bruto.

 

«En España, la afluencia de trabajadores extranjeros ha contribuido significativamente al crecimiento económico, al complementar la aportación positiva, pero modesta, de la población nacional en edad de trabajar», señala el estudio del BCE firmado por, entre otros economistas, el propio director general económico del banco, el español Óscar Arce.

 

Según los datos detrás del estudio, la economía española creció un 7,56% (ver gráfico adjunto) entre 2019 y 2024, por debajo de la holandesa (8,9%) pero mejor que la media de la Eurozona (4,9%), Italia (5,9%) Francia (3,9%). La Alemania golpeada por la guerra de Ucrania presenta un PIB un 0,12% inferior que en 2019. En ninguna de ellas el peso de la inmigración es tan fuerte como en España.

 

De los 7,56 de mejora del PIB en estos años. el aumento de la población extranjera en edad de trabajar explicaría 3,87 puntos y, la subida de la tasa de empleo de este colectivo, otros 3,29. Sin embargo, el empleo nacional sólo explica el 1,62% y el 0,38% respectivamente. En otras palabras, los trabajadores extranjeros contribuyen en un 80% y, los nacionales, el 20% a este mejora del crecimiento. A estos porcentajes hay que añadir la casi nula aportación de la productividad (apenas un 0,9% de subida en cinco años) y restar casi 1,8 puntos por lo que el BCE llama efecto «residuo» que son las discrepancias con las que se encuentran en la distintas bases de datos del mercado laboral. Ni siquiera Alemania, donde la inmigración aportó un decisivo 6% para evitar un desplome aún mayor, supera el 7,16 detectado en España.

 

«En algunas de las mayores economías, no es exagerado concluir que el crecimiento habría sido mucho más lento en ausencia de trabajadores extranjeros», señalan los economistas del BCE en alusión a España y Alemania.

 

«Tanto en Francia como en los Países Bajos, la contribución de los trabajadores extranjeros ha sido notable, aunque -en términos relativos- menor que en Alemania y España», resalta el BCE. Y en Italia, lo contrario, «ha experimentado un aumento del crecimiento económico apoyado por tasas de participación más elevadas de los nacionales. En este caso, los trabajadores extranjeros no han contribuido sustancialmente al empleo y, por tanto, al crecimiento de la producción».

 

Lo que es común a todas ellas es el estancamiento de la productividad, pese a que es clave para un crecimiento duradero. En España apenas creció el citado un 0,19% en cinco años y en la media del euro apenas un 0,03%.

 

El BCE pone en valor la necesidad económica de atraer inmigrantes a la vieja Europa. «Los trabajadores extranjeros desempeñan un papel cada vez más importante en los mercados de trabajo de la zona del euro (…) El lento crecimiento de la productividad y la escasa acumulación de capital han obstaculizado la recuperación de la zona euro tras la pandemia. En medio de esta debilidad, el crecimiento de la población y el aumento de la tasa de actividad estabilizaron la economía. Ambos factores se vieron impulsados decisivamente por la fuerte afluencia de trabajadores extranjeros», resalta la institución que preside Christine Lagarde.

 

«El descenso de la tasa de fertilidad en la Eurozona ha provocado una disminución de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años). Esto se ha visto compensado por el aumento de la población activa, al menos por el momento, que casi se ha duplicado en comparación con la evolución anterior a la pandemia».

¿Por qué? «Por dos factores: en primer lugar, se ha producido un notable aumento de la tasa de actividad de los trabajadores nacionales, con un mayor número de residentes en la zona del euro con empleo o en busca de uno. En segundo lugar, se ha producido un aumento significativo del número y de las tasas de participación de los trabajadores extranjeros. Aunque los trabajadores extranjeros sólo representaban alrededor del 9% de la población activa total en 2022, han sido responsables de la mitad del crecimiento de la población activa en los tres últimos años, lo que equivale a 3,1 millones de trabajadores adicionales» en la Eurozona.

 

Lo llamativo es que la tasa de paro en el colectivo extranjero incluso ha bajado, pese a la fuerte entrada de inmigrantes. «¿Cómo se explica esto? Un factor a tener en cuenta es su nivel educativo, que ha mejorado notablemente junto con el de los trabajadores nacionales. En ambos grupos ha aumentado la proporción de trabajadores con estudios superiores».

 

El BCE admite que «los trabajadores extranjeros siguen estando sobrerrepresentados en las ocupaciones poco cualificadas», pero señala que «su proporción en las ocupaciones muy cualificadas ha aumentado».

 

«Al mismo tiempo, los trabajadores extranjeros siguen siendo más propensos a tener un contrato de trabajo temporal. Esto puede reflejar la naturaleza temporal de los puestos de trabajo que ocupan y posiblemente indique mayores dificultades para conseguir un empleo permanente», agrega.

 

Los datos sustentan los mensajes de Lagarde o del vicepresidente Luis de Guindos de que, frente al populismo, la Eurozona no se puede permitir frenar drásticamente la inmigración. «Desde un punto de vista económico, está muy claro que necesitamos una inmigración ordenada», ha manifestado el exministro español.

 

El estudio del BCE, titulado Los trabajadores extranjeros, una palanca de crecimiento económico concluye que «la población de la zona del euro está envejeciendo. Esto plantea serios retos a la expansión de la mano de obra y, en consecuencia, al crecimiento económico (…) pero la afluencia de trabajadores extranjeros en los últimos años ha garantizado un fuerte crecimiento de la población activa de la zona del euro, que ha contrarrestado en cierta medida las tendencias demográficas negativas». Y recomienda «adaptar mejor las cualificaciones de los trabajadores extranjeros a las necesidades del puesto de trabajo. Esto mejoraría su estabilidad laboral y contribuiría aún más al crecimiento de la productividad»

 

El informe no entra en otros factores que explican el PIB europeo en los últimos años como es, en el caso de España, el consumo público, gran motor junto a la inmigración. «El consumo público explicó un 39% y un 27% del crecimiento del PIB en 2023 y 2024, respectivamente», según el Banco de España.

 

Fuente: El BCE calcula que la inmigración contribuye cuatro veces más al crecimiento español que el empleo nacional desde 2019 y ve parón de productividad

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