LA ESTRUCTURA DE LOS ESTADOS EN EL MUNDO

Desde 2006, The Economist elabora un Índice de Democracia en el que repasa el estado de la democracia en 165 países y dos territorios del mundo. Basándose en cinco categorías ―proceso electoral y electoralismo, funcionamiento gubernamental, participación política, cultura política y libertades civiles―: Divide todos los Estados analizados en cuatro tipos de regímenes según su nota global: democracia plena, democracia imperfecta, régimen híbrido o régimen autoritario.

 

En su edición correspondiente al año 2020, refleja que casi la mitad de la población del planeta, el 49,4%, vive en algún tipo de democracia, aunque solo el 8,4% lo hace en una democracia plena, más de un tercio de la población mundial está gobernada por un régimen autoritario.

 

La nota media global del estado de la democracia en el mundo, en una escala de 0 a 10, fue de 5,37 en 2020, un resultado peor incluso que el obtenido en 2010, cuando la crisis económica hizo caer el indicador hasta el 5,46. La principal causante de este retroceso ha sido, según The Economist, la pandemia, en concreto las medidas impuestas por los diferentes Gobiernos para restringir libertades individuales, los ataques a la libertad de expresión y la ausencia de transparencia en las medidas adoptadas.

 

Con independencia de si las acciones emprendidas para frenar al coronavirus tuvieron apoyo social o resultaron efectivas, el Índice de Democracia de 2020 penaliza a todos aquellos países que restringieron la libertad de sus ciudadanos, por lo que 118 de territorios de los 167 analizados (el 71%) han visto empeorar su puntuación.

 

El ascenso de tres países asiáticos al grupo de las democracias plenas (Japón, Corea del Sur y Taiwán) y la caída de dos europeos (Francia y Portugal) es el mayor ejemplo de esta tendencia. Se trata, en realidad, de una dinámica que comenzó hace varios años, pero que ha sido acelerada por el coronavirus. Asia consiguió frenar los contagios mucho más rápido que Europa, lo que se tradujo en cifras de muertes más reducidas y una recuperación económica más rápida. Por el contrario, el Viejo Continente tardó mucho más en reaccionar y en la actualidad sigue teniendo que recurrir a medidas mucho más duras, con el respectivo impacto en el estado de sus democracias.

El jefe de Estado es la máxima autoridad de un país, el encargado de representar su unidad y legitimidad interna e internacionalmente. Dependiendo de la forma de gobierno y de la separación de poderes establecida en cada Estado, se puede tratar de un figura simbólica, como ocurre en el caso de la monarquía británica o la española, o de un cargo con grandes responsabilidades, como en Estados Unidos, donde el jefe de Estado es también el jefe de Gobierno y comandante en jefe de las fuerzas armadas. De hecho, el título del jefe de Estado determina de por sí la forma de Gobierno en cuestión: monarquía si es un monarca y república si es un presidente.

 

En los regímenes democráticos, el tipo de jefatura de Estado da lugar fundamentalmente a tres sistemas de Gobierno: países presidencialistas, donde el jefe de Estado —el presidente— es también el jefe de Gobierno, como Sudáfrica o la mayoría de Sudamérica; países semipresidencialistas, donde el jefe de Estado, elegido por sufragio universal, y el jefe de Gobierno —el primer ministro—, que depende del Parlamento, se reparten la responsabilidad legislativa, como Francia o Rusia; y países parlamentarios, donde el jefe de Estado no tiene poder ejecutivo alguno y puede ser elegido democráticamente —Alemania o Italia— o tratarse de un puesto hereditario —España o Marruecos—, mientras que el jefe de Gobierno es elegido por el Parlamento.

 

La mayoría de jefes de Estado son elegidos mediante sufragio, ya sea en forma de elecciones directas con mayoría simple (26 países), elecciones directas con mayoría absoluta y segunda ronda si es necesario (89), indirectamente por el legislativo (32) o por un colegio o comité electoral (15). Por su parte, los países que cuentan con una monarquía hereditaria son 28, mientras que en otros 37 territorios, todos pertenecientes a la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth, una organización compuesta por 54 países que comparten lazos históricos con el Reino Unido, existe un Gobernador General nombrado por el monarca, Isabel II en este caso.

 

En cualquier caso, la elección formal del jefe de Estado no implica la existencia real de un régimen democrático o de que estas elecciones sean limpias. Muchos países con carencias democráticas, cuando no directamente autocráticos, poseen mecanismos de elección de sus dirigentes que tratan dar una apariencia electoral para su legitimación, cuando de manera real estos procesos no tienen garantías democráticas. Mención aparte merecen los casos de Andorra, donde la jefatura de Estado recae sobre dos copríncipes, el obispo de la Seo de Urgel (España) y el presidente de la República francesa y la Ciudad del Vaticano, un sistema teocrático donde el jefe de Estado es también el máximo jerarca dentro de una religión. No es el único ejemplo de concordancia entre la jefatura del Estado y la cabeza religiosa. En el caso vaticano estaría el papa de Roma, mientras que la reina de Inglaterra, como cualquier monarca británico, es también cabeza de la Iglesia anglicana.

Determinar el número de diputados que deben componer el parlamento de un país no es tarea sencilla. De hecho, aunque el criterio básico es el tamaño de la población a la que deben representar, la comparación internacional no arroja una imagen proporcional. Alemania, por ejemplo, con 83 millones de habitantes, posee el segundo parlamento más grande del mundo, con 709 miembros, mientras que Estados Unidos, que tiene una población de 328 millones de personas, apenas cuenta con 435 representantes.

 

Sin embargo, el legislativo nacional más grande del mundo sí que se encuentra en el país más poblado: China. En concreto, la Asamblea Popular Nacional de China está formada por hasta 2.980 delegados, aunque estos son elegidos a través de un sistema electoral indirecto dividido en varias rondas. Las encargadas de designar a los delegados son las asambleas populares provinciales, que a su vez son elegidas por asambleas de nivel inferior hasta alcanzar las asambleas locales, que sí son votadas directamente por el electorado.

 

A pesar de su enorme tamaño, el Congreso Popular Nacional, como también se conoce a la Asamblea Nacional, solo se reúne una vez al año en el Gran Salón del Pueblo de Pekín y sus miembros tienen un mandato de cinco años. 175 de ellos conforman el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, el órgano que se reúne de manera más habitual y que saca adelante el trabajo más rutinario. Aunque las cuatro constituciones chinas le confieren grandes poderes legislativos a la Asamblea, la realidad es que esta apenas sirve para refrendar las decisiones tomadas por el Partido Comunista Chino y los órganos ejecutivos del país.

 

En el extremo opuesto, hay países y territorios dependientes que cuentan con tan solo un puñado de diputados, como ocurre con la colonia británica de las Islas Pitcairn, que con una superficie de 4,6 kilómetros cuadrados y 39 habitantes tiene un parlamento de seis plazas. En la misma línea se sitúan los legislativos de las islas Malvinas (8), Montserrat (9), Micronesia (10) o Anguila (11 diputados), mientras que los territorios continentales con las cámaras más pequeñas del mundo son Gibraltar (17), Mónaco (24) y Liechtenstein (25).

 

Igual de llamativo es el caso de Arabia Saudí, donde la casa Saud ha instaurado uno de los regímenes más restrictivos y dictatoriales del planeta. A pesar de que los partidos políticos están prohibidos en el país y tan solo se celebran elecciones municipales, Arabia Saudí cuenta con el Consejo de la Shura, una suerte de parlamento compuesto por 150 miembros elegidos directamente por el rey Salmán bin Abdulaziz. Se trata, en realidad, de un órgano consultativo sin poderes legislativos cuya única función es asesorar al monarca.

 

Fuente: EOM

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