El Gobierno de Felipe González aprobó la medida en 1983, celebrada por los sindicatos, pero después hubo “mucha bronca” sobre su aplicación: “Fue el inicio de la ruptura entre UGT y PSOE”
La jornada laboral media en 2023 en España se sitúa en 37,8 horas semanales, el equivalente a 7 horas y 34 minutos diarios de trabajo, pero hay que tener en cuenta que aunque de media los españoles trabajan 37,8 horas a la semana se trata de un promedio de todas las jornadas laborales, con lo que habrá algunos que dediquen mucho menos tiempo a su empleo y otros que tengan jornadas más largas. De hecho, según la última EPA, 8,8 millones de trabajadores en España trabajaron en el tercer trimestre de este año de 40 a 49 horas semanales y 1,33 millones trabajaron más de 50 horas a la semana -la mayoría de ellos empleados de la industria manufacturera y el comercio-, superando en ambos casos el límite legal. Los sectores en los que más tiempo se trabaja en España son la agricultura, ganadería y pesca (con una media de 40,7 horas de trabajo a la semana); el transporte y almacenamiento, con 38,7 horas; la construcción, con 38,4 horas semanales; y el suministro de energía eléctrica (38,1 horas).
Aunque había antecedentes históricos, en el siglo XVI el rey Felipe II ya había promulgado la jornada de ocho horas para los obreros de las fortificaciones y las fábricas, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del sol, el 1 de octubre de 1919 entraba en vigor el decreto firmado seis meses antes por el conde de Romanones, presidente del Consejo de Ministros, que dispuso que la jornada máxima legal será de ocho horas al día, o cuarenta y ocho semanales, en todos los trabajos.
Hasta el año 1976 la jornada laboral era de 48 horas a la semana hacía poco, año en el que se redujo a 44 horas semanales. Hace más de 40 años, en 1982, Felipe González se hizo con la presidencia del Gobierno y una de sus promesas electorales más populares era el recorte de la jornada a las 40 horas semanales. La ley levantó a los empresarios, que pusieron “el grito en el cielo”, pero también acabó siendo motivo del inicio de la ruptura de UGT con el PSOE.
Además de la promesa de la creación de 800.000 puestos de trabajo, los socialistas enarbolaron la bandera sindical de la jornada de 40 horas semanales, sin reducción de salario, para ser aprobada en el primer año de mandato, y la ampliación de las vacaciones a 30 días naturales. Con el Estatuto de los Trabajadores recién aprobado dos años antes, en 1980, las vacaciones eran entonces de 23 días naturales y la jornada “de trabajo efectivo” podía alcanzar las 43 horas semanales si era partida (con una hora de descanso diaria como mínimo) y de 42 horas semanales si era continuada.
La CEOE en rebeldía
A días de aplicarse la medida, la CEOE declaró: “La CEOE no acepta la entrada en vigor del decreto que fija en 40 horas semanales la jornada de trabajo”, lo que dio lugar a una batalla judicial sobre la interpretación y aplicación de la norma. Alegaban que muchos sectores ya tenían jornadas pactadas en este sentido, otras actividades no, en especial a los sectores de hostelería y comercio y a las pequeñas empresas, y tenían que adaptarse al cambio.
Por un lado, los tribunales dieron la razón a los sindicatos en que la norma tenía una aplicación inmediata, ya desde julio de 1983, independientemente de que los convenios se hubiesen pactado previamente, algo que confirmó el Constitucional en 1990. Por otro lado, la justicia falló a favor de los empresarios en la posibilidad de la distribución irregular del horario dentro de la jornada anual, lo que permitía superar algunas semanas el límite de 40 horas en favor de otras más cortas, según la actividad de la empresa.
Conflicto sindical y ‘divorcio’ con UGT
Los sindicatos mayoritarios lanzaron duras críticas contra el Gobierno cuando este publicó una instrucción sobre cómo debía aplicarse el límite de 40 horas a la semana en lo que quedaba de año, con un cómputo que reflejaba más horas que las que anotaban los sindicatos. Las centrales sindicales acusaron al Gobierno de Felipe González de plegarse a la CEOE y desvirtuar el contenido de la ley.
Nicolás Redondo, entonces líder del sindicato, tuvo un “enorme cabreo” con la actuación del Gobierno socialista sobre la aplicación de las 40 horas de jornada. Empezó ahí el divorcio de UGT con Felipe González pues se rompió una confianza que se resquebrajaría después con más conflictos, como el proceso de reindustrialización, la reforma de pensiones y el plan de empleo juvenil que dio lugar a la gran huelga del 14-D de 1988.