Los países de Europa con una deuda superior al 100% de su PIB son: Grecia (168%), Italia (143,7%), Francia (110%), Portugal (108,3%), España (107,3%) y Bélgica (106%).
Hay quien cree que quien critica el desequilibrio financiero de las cuentas públicas españolas lo que está haciendo es criticar el estado del bienestar del que disfrutamos. Existen tres posturas a propósito del estado del bienestar tal y como lo entendemos en Europa occidental: los que no lo quieren mantener porque es muy caro y les parece más justo un modelo más similar al estadounidense donde el estado sólo cumpliría con unos servicios mínimos, los que creen que está bien como está, y que incluso aún debería ser mejor aunque eso implique endeudar más al estado y/o subir más los impuestos, y los que piensan que tiene mucho valor tenerlo y que precisamente por eso, hay que hacerlo financieramente sostenible, aunque eso suponga recortar algunos de sus excesos.
Si el sistema democrático tiene un problema es que los votantes se ven seducidos no por la realidad sino por los deseos, y de este modo es muy complicado que alguien que en campaña use las matemáticas más elementales gane las elecciones, mientras que quien promete más gasto, aunque no diga cómo conseguirá los ingresos para justificarlos, suele obtener más apoyos. Rs preciso recordar algo tan básico como que los gobiernos no tienen nada, tan sólo gestionan a quién quitar y a quien dar, pero los dineros no son suyos sino de la población, tanto de la actual como de la futura (ya que sistemáticamente se endeudan, que no es más que traer dinero del futuro al presente). Esto, que es muy básico pero que por desgracia hay que repetirlo constantemente, lleva a que una y otra vez nuestros políticos, sean del partido que sean, nos mientan en campaña, en mayor o menor medida. Decir la verdad en una sociedad como la española, y en general en todas las naciones, es un suicidio político.
Y la verdad es que un sistema económico mundial basado en gastar más de lo que se ingresa tirando de más y más deuda es matemáticamente insostenible, por eso está teniendo consecuencias indeseadas, incluso cuando no se ha llegado al peor escenario que sería el impago y la pérdida de confianza en el dinero emitido por los bancos centrales, sucesos que sí han sucedido puntualmente en algunos países concretos.
El BCE ha actuado irresponsablemente durante años y la UE también al ayudar a que los gobiernos pudieran endeudarse barato y en enormes cantidades, saltándose los límites que se establecieron para que el Euro fuera creíble y no ocurrieran las devaluaciones del pasado que vivieron monedas como la peseta o la lira. Gracias a que España está en el Euro y gracias al BCE, podemos tener el descuadre de cuentas (nosotros y otros países) que tenemos, con una divisa estable y con la prima de riesgo muy contenida. Pero esta bonanza artificial peligra porque la inflación ha llevado a un cambio radical de políticas del BCE y el fin de la situación de emergencia postpandemia, ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de cumplir las normas a todos los miembros de la Eurozona.
Como suele ocurrir, si una mayoría de países tiene problemas económicos (en la UE la situación es de estanflación: bajo crecimiento y alta inflación) y una mayoría de gobiernos necesita mantener su política de desfases presupuestarios para poder ganar elecciones, la manga ancha continuará. Parece que es el caso, y por eso aparentemente nadie se está tomando en serio aún la necesidad de reducir el déficit presupuestario (que deje de gastarse mucho más de lo que se ingresa, lo que se traduciría en menos deuda que además debe colocarse a tipos mucho más altos que en la última década) pero eso en cualquier momento cambiará y son los mercados financieros, como ya pasó en la crisis de deuda de la Eurozona iniciada en 2010, los que discriminarán entre emisores más y menos fiables. Y ahí nuestro país tendría un grave problema porque nuestro estado del bienestar no se puede financiar sin aumentar la deuda ya que la Seguridad Social está, y estará, en déficit.