Europa, una olla demográfica a presión que sacude la hucha de las pensiones

En 2070, la UE solo representará el 3,7% de la humanidad, lo que la pone contra el espejo de una pérdida de poder global

Europa es una bomba de relojería demográfica. El bloque comunitario experimentó en 2015 su primer declive natural de población. La baja de tasa de fertilidad, la complicada situación económica y laboral de los jóvenes, el aumento de la esperanza de vida, el éxodo rural o la fuga de cerebros explican que países como Rumanía anticipen una reducción de sus habitantes del 35% para mitad de siglo. Todo ello tiene un impacto inmediato sobre los presupuestos nacionales, la sostenibilidad del sistema de pensiones, el mercado laboral o la influencia de la UE en el globo. El demográfico es ya uno de los grandes retos presentes y futuros del proyecto europeo. Y en el Hemiciclo del Parlamento Europeo existen diferentes posiciones sobre cómo abordarlo y, especialmente, sobre cómo solucionarlo.

 

En 2070, aproximadamente el 30% de la población de la UE tendrá 65 años o más. La tasa de dependencia de las personas mayores se situará en el 57% en 2100, según la Oficina de Estadística de la UE (Eurostat). A medida que la población va envejeciendo, la mano de obra se está contrayendo. Esta combinación amenaza con ejercer una fuerte presión sobre las arcas públicas, el crecimiento económico y la productividad.

 

“Para hacer frente a estos desafíos, nuestras políticas deben adoptar una perspectiva holística, atendiendo no solo a los individuos, sino a la totalidad de sus contextos vitales, que abarcan los vínculos familiares, las actividades profesionales y los entornos residenciales. Esto implica fomentar un delicado equilibrio entre las aspiraciones familiares y los esfuerzos profesionales, facilitando la integración de las generaciones más jóvenes en la fuerza laboral y en los mercados de viviendas asequibles, empoderando a nuestros ancianos, y gestionando bien la migración legal para hacer frente a la escasez de mano de obra”, analiza Daniel Buda, eurodiputado rumano del Partido Popular Europeo. Por su parte, la eurodiputada austriaca Monika Vana, de Los Verdes, también ve una parte positiva anticipando que este escenario “ofrece oportunidades para crear nuevos puestos de trabajo, fomentar la justicia social e impulsar la prosperidad, por ejemplo, en las economías asistenciales”.

 

Se prevé que la población total de la zona del euro comience a disminuir a partir de 2035 y que el crecimiento de la población en edad de trabajar ya sea negativo, poniendo contra las cuerdas sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones. Un reto que cada vez más países europeos han abordado incrementando la edad de jubilación. La combinación de una fuerza laboral cada vez más reducida y un número creciente de jubilados presionará mucho a los fondos de pensiones y a los presupuestos públicos.

 

En consecuencia, “surgen preocupaciones con respecto a la sostenibilidad de nuestros programas de bienestar social y en torno a la capacidad para satisfacer las necesidades de sus poblaciones envejecidas”, anticipa Buda en conversación con El Confidencial. El rumano advierte de que es imperativo reevaluar y reformar los planes de pensiones a largo plazo para garantizar su viabilidad a la luz de los cambios demográficos. “La experiencia de Grecia con la expansión de las pensiones, que condujo a una crisis económica, sirve como un duro recordatorio de la importancia de la gestión prudente de los sistemas de pensiones [en paralelo], el simple aumento de la edad de jubilación no bastará para contrarrestar el declive de la población europea”, augura.

Para que Europa mantenga sus niveles de población, debería integrar a entre 2 y 3 millones de inmigrantes anuales. Sin las tasas de natalidad más altas entre los ciudadanos de África y los de los territorios de ultramar, naciones como Francia ya estarían siendo testigos de disminuciones de población similares a las de sus socios del sur y del este. “Una afluencia constante de inmigrantes se erige como la solución más viable, particularmente de regiones como África, donde el crecimiento de la población sigue siendo sólido”, espeta. Vara coincide con este diagnóstico, pero añade matices.

“No cabe duda de que la migración de mano de obra a Europa debe acogerse con beneplácito y conducirá a mejores resultados sociales y económicos para todos. Sin embargo, es fundamental reconocer que la discriminación en el trabajo o en la búsqueda de empleo está muy extendida y puede suponer un obstáculo para determinados grupos a la hora de intentar afianzarse en el mercado laboral. Es de suma importancia garantizar la creación de un marco en el que las personas de origen racial o étnico minoritario puedan desplegar plenamente su potencial“, advierte. La ecologista aboga, además, por abordar la escasez de mano de obra con políticas que estimulen la inclusión social y aumenten el empleo entre las personas con discapacidad.

Otro de los focos que deja el debate sobre la pirámide demográfica en el Viejo Continente pone la lupa en el bajo número de nacimientos. En 2019, la media de hijos en la UE era de un 1,53 por cada mujer, certificando una tendencia que viene consolidándose desde la última década y que deja un índice muy por debajo del 2,1% estimado para mantener el equilibrio de población. En este sentido, el político rumano reclama políticas que incentiven la natalidad. Analiza que, a pesar de la importante inversión de recursos en iniciativas a favor de la infancia, como exenciones fiscales, permisos parentales y prestaciones por hijos, países como Francia y la República Checa, que alguna vez fue un ejemplo de tasas de fertilidad más altas, ahora no son la excepción al declive imperante.

“Hay muchas maneras de prevenir o limitar las consecuencias negativas del envejecimiento en nuestra sociedad. Sin embargo, aumentar la fertilidad haciendo que la maternidad sea más atractiva para las mujeres con medidas y recompensas no es parte de esta solución. Más bien, obliga a las mujeres a salir del mercado laboral y a caer en la dependencia, y las alienta a volver a caer en modelos tradicionales, que se han demostrado anticuados“, contrapone Vana. La austriaca reclama medidas que mejoren la igualdad de género en el mercado laboral aumentando, por ejemplo, la participación de los hombres en el trabajo doméstico no remunerado o en el cuidado de la familia con el fin de cerrar la brecha de género que persiste en los sistemas tributarios y de bienestar.

En paralelo, los movimientos de población, especialmente entre los más jóvenes, está generando una brecha tanto en el norte-sur del continente como entre el entorno urbano y rural, lo que amenaza con exacerbar las existentes diferencias económicas, sociales y políticas y crear una Europa de varias velocidades. Está previsto que el nivel de urbanización aumente un 83,7% en 2050, consolidando la Europa vaciada y dejando el sector primario en pañales o una masificación en las ciudades que puede degenerar, a su vez, en una mayor contaminación.

En Rumanía, por ejemplo, la fuga de cerebros y de trabajadores cualificados ha sido clave para que la población mengüe 4 millones en las últimas tres décadas. En este aspecto, el democristiano y la ecologista sí coinciden en la estrategia a seguir: medidas concretas como el desarrollo de infraestructuras de transporte, médicas, educativas y culturales, ofrecer incentivos atractivos, incluidos beneficios financieros para las personas que viven o prestan servicios en zonas rurales o el pleno acceso a la banda ancha Internet.

El envejecimiento en picado de Europa contrasta con el auge de la natalidad y de una gran fuerza de trabajo por debajo de los 25 años en zonas como China, India o África. En 2070, la UE solo representará el 3,7 % de la humanidad, lo que le pone contra el espejo de una pérdida de poder global. A pesar de ello, Buda se muestra optimista: “Es crucial entender que los cambios demográficos por sí solos no dictan la influencia global. A pesar de enfrentarse a obstáculos como el envejecimiento de la población y las tasas de fertilidad más bajas, Europa cuenta con fortalezas significativas que refuerzan su posición global como su liderazgo en la revolución tecnológica, especialmente en la Inteligencia Artificial”.

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