ESPAÑA: PAÍS DE “RENTISTAS” MENTALES ¿QUÉ QUEREMOS SER “DE MAYORES”?

Se dice continuamente que los partidos legislan al margen de la sociedad, que no escuchan a los ciudadanos y que viven de espaldas a la realidad que les rodea. Pero, en realidad, al menos en la parte económica, en su marco general (a parte de leyes concretas) hay bastante relación entre lo que nuestros representantes aprueban y lo que nosotros les demandamos.

 

También habitualmente se dice que nuestros políticos se limitan a prometer en sus programas aquellas propuestas que creen que encontrarán más eco entre su electorado, lo cual es cierto en parte pero no debemos olvidar el seguidismo irracional a los partidos políticos y TODO lo que predica su admirado líder se da por bueno y si dijera lo mismo el líder de otro partido entonces se cuestionaría. Los partidos quieren ofrecer lo que el votante medio les pide; pero también saben que influyen de forma decisiva en cómo ese votante piensa.

 

Hace pocos días salto a la prensa una noticia que decía: “España es el país europeo con menos apoyo al capitalismo y Polonia el que más” y casi todos los estudios sociológicos afirman que en España existe una desconfianza generalizada en el empresario, poco amor por las empresas, recelo ante el papel del mercado.

 

Parece que todo el mundo en España pide más normas como solución a casi todos los problemas, pero, paradójicamente, también somos, en general, el país con menos entusiastas en pagar los impuestos que financian el Estado, y como botón de muestra no es sorprendente, por ejemplo, que los movimientos populares más exitosos de los últimos años hayan sido las plataformas creadas contra el impuesto de Sucesiones, pues parece que sabemos lo que es nuestro y lo que nos ha costado conseguirlo, y no queremos que nos lo quiten.

 

Queremos un Estado más grande y pensamos que los problemas se resuelven con más normas y leyes, pero luego no nos fiamos de los políticos que dirigen ese Estado ni estamos dispuestos a pagar más para que aumente de tamaño.

 

Pocos cambios, innovación la justa, burocratización extrema, empresa privada pero no mucho, vivir del vecino rico pero despreciándole… Incluso en lo del gasto público (siempre queremos más) y los impuestos (pero que pague el de al lado) somos coherentes desde hace décadas. Tampoco es tan grave pues si uno ve cómo les ha ido a Italia o Francia en las últimas cuatro décadas y ni tan mal

 

En el fondo la aspiración de todos es ser rentistas, individualmente y como país: funcionarios con plaza fija y sueldo asegurado. Lo malo es que nuestros socios de la UE (“los países frugales”) ya han descubierto como somos (¡y como queremos seguir siendo!) y andan un poco cansados de estar continuamente financiando nuestros excesos, nuestra falta de rigor y los perennes incumplimientos de nuestros compromisos…¡pero, al fin y al cabo, somos el país donde pasan sus merecidas vacaciones anuales!: estamos cerca, el clima es inmejorable, la comida y bebida son buenas y baratas, los monumentos históricos, las playas y los hoteles son excepcionales,…, y, a pesar de los pesares, solemos tener el buen humor característico de los mediterráneos. ¡Y ellos saben que todo “esto” hay que pagarlo de una forma o de otra!

 

El principal riesgo es pasarse en las dosis de la mediocridad y se termine siendo Grecia o Argentina: un país quebrado, sin futuro económico a medio plazo y con unas instituciones en las que nadie confía. Mientras tanto, nosotros a lo nuestro: los ricos son malos; las empresas, como mucho un mal necesario; y el mercado, cuanto más regulado, mejor.

 

¿Qué queremos ser de mayores? ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestra economía? 

Lo tenemos clarísimo, pero entonces, no nos engañemos a nosotros mismos ni señalemos a nuestros políticos por su evidente mediocridad pues efectivamente no son muy buenos pero, hasta ahora, nos han dado lo que les hemos pedido.

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