Casi nueve de cada diez cobra el subsidio para mayores de 52 años y ya superan los 514.000 y representan el 74% del
total
a mejoría del empleo en los últimos años ha permitido reducir el número de perceptores de subsidios de paro con una clara excepción: los mayores de 50 años. El pasado mes de junio alcanzaron la cifra de 514.742, la más alta de toda la serie histórica en ese mes, y elevaron su peso sobre el total de beneficiarios al 73,6%. Una cifra que se registra mientras el Congreso daba luz verde definitiva a una polémica reforma de la protección asistencial por desempleo que les tuvo en el ojo del huracán y que entrará en vigor en otoño.
Cobrar un subsidio por desempleo es sinónimo de paro de larga duración, desde el momento en que es una ayuda que se percibe tras agotar la prestación contributiva (más elevada). La evolución de los últimos años muestra que la dificultad de salir de esta situación se dispara con la edad, pero también apunta a un ‘incentivo perverso’ en el propio diseño de los subsidios que llevaría a muchos trabajadores a optar por la vía de la prejubilación.
La gran mayoría de los mayores de 50 años que perciben un subsidio, el 87,3% cobran el subsidio especial para mayores de 52 años, una prestación especial de 480 euros que se puede cobrar hasta el momento de la edad de jubilación y que contempla una ‘sobrecotización’ del 125% de la base mínima aportada por el SEPE para la futura pensión.
Esto lo convierte en una figura atractiva para los esquemas de prejubilación en los despidos de grandes empresas públicas y privadas en las últimas décadas, y el Gobierno intentó evitarlo en su última reforma reduciendo el porcentaje del 125% al 100%. Pero esto le costó que la primera versión de la reforma se viera truncada por el rechazo de Podemos (que lo consideraba un recorte injusto para los parados de larga duración) y PSOE y Sumar se vieron obligados a retractarse.
Así las cosas, la nueva versión del decreto dejaba este subsidio sin cambios, aunque mejoraba las condiciones del resto, con un repunte de cuantías iniciales y una ampliación de los beneficiaros potenciales por debajo de los 45 años. La norma fue aprobada a finales de mayo por el Consejo de Ministros y realidad por el Congreso el 20 de junio. Aunque su entrada en vigor no se producirá hasta el 1 de noviembre (si bien algunos preceptos, como la compatibilidad entre salario y prestación de paro, se retrasan a abril de 2025), los datos muestran una tendencia inquietante.
Según la serie histórica, que se remonta a 2009, junio es un mes marcado por el descenso estacional de los perceptores de prestaciones: suelen alcanzar un máximo en febrero y su mínimo en julio, para empezar a repuntar con intensidad a partir del otoño. A pesar de esta volatilidad, cada mes de 2024 ha supuesto un nuevo máximo histórico interanual respecto al mismo periodo de todos los años anteriores (incluidos los de la Gran Recesión o la pandemia). Y este junio no ha sido una excepción.
El incremento de los perceptores de subsidio de paro ‘seniors’ sorprende especialmente porque su repunte no se debe a la Gran Recesión (entre 2014 y 2018 se redujo), coincide con un periodo de clara creación de empleo, exceptuando la crisis sanitaria de 2020.
La explicación de este incremento es doble: por un lado, el envejecimiento de la población activa lleva a que cada vez haya más trabajadores y desempleados mayores de 50 años. Pero no se puede soslayar el efecto que tienen los cambios en el subsidio para mayores de 52 año realizados en la última década.
¿Cultura de la prejubilación o edadismo?
Para entenderlo, hay que remontarse a 2012, cuando el Gobierno del PP elevó la edad de los beneficiaros a 55 años y redujo la sobrecotización de 125% al 100%. La explicación dada en su momento era limitar las prejubilaciones. En 2018, el Ejecutivo de Pedro Sánchez aprueba revertir los recortes por su predecesor y el subsidio vuelve a los 52 años con el 125% de cotización aportada por el SEPE.
Se defendió como una mejora de la protección de parados de larga duración, aunque muchos procesos de regulación de empleo (en especial en la banca) vieron la oportunidad de volver a explorar la fórmula de las prejubilaciones. Aunque esto no se trasladó inmediatamente a los datos.
La pandemia distorsiona la situación: muchos trabajadores de 50 años en sectores afectados por los confinamientos sufren mayores dificultades para encontrar empleo y condenados al paro de larga duración. Cuando la situación vuelve a la normalidad, son el único colectivo por edad de beneficiarios que se incrementa.
En ese momento, el Gobierno compromete con Bruselas una reforma de los subsidios para mejorar no solo su protección, sino su eficacia como complemento a las políticas para encontrar empleo a los parados y no simplemente como una vía para que los parados ‘aguanten’ hasta la jubilación, justo lo que se reprochaba al subsidio de 52 años. Aunque las propuestas iniciales pasan precisamente por penalizar a los parados.
En este contexto, el ala socialista llega a hablar incluso de recuperar los recortes del PP para endurecer su acceso a esta ayuda, si bien la solución se quedó a medio camino, recortando solo la sobrecotización.
Esto contó con el rechazo frontal de los sindicatos y de Podemos, que argumentaron que lo que se hacía era castigar a los parados de larga duración. El Ejecutivo, que nunca quiso reconocer que el problema era frenar una nueva oleada de prejubilaciones que ya empezaba a intuirse en los acuerdos de regulación de empleo en Ford o Telefónica, no pudo rebatir este argumento.
Ello les acarreó su primera gran derrota parlamentaria de la Legislatura y obligó a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, a negociar un acuerdo con los interlocutores sociales al que solo se sumaron los sindicatos. Mientras tanto, el peso de los mayores de 50 años entre los subsidios seguía creciendo. Así, hasta el pasado mes de junio, cuando ha alcanzó un inédito 73,6%, el dato más alto de la serie histórica.
Utilizar el peso porcentual de los grupos de edad entre los beneficiaros de subsidios en lugar de las cifras absolutas permite apreciar como la dependencia de los parados mayores de 50 años de estas ayudas es cada vez mayor.
Ahora bien, está por ver si esto se debe a un retorno de la ‘cultura de la prejubilación’ que lleva a las empresas a preferir ‘liquidar’ a sus trabajadores seniors, o a un mercado laboral incapaz de aprovechar el talento de los ‘seniors’. En este sentido, las prejubilaciones ya no serían una elección ventajosa para el trabajador, como en el pasado, sino la única alternativa ante una situación laboral que les cierra la puerta.
Las reformas de las políticas activas o las medidas para impulsar el empleo de los mayores de 52 años incluidas en la propia reforma del subsidio tienen más importancia que la revisión de la cuantía de las ayudas o la cotización a la Seguridad Social. Está por ver si sirven para algo, aunque hoy por hoy los datos no invitan al optimismo.
Fuente: El Economista Récord de mayores de 50 años que cobran un subsidio de paro a la espera de la reforma de Díaz (eleconomista.es)