EL SISTEMA DE PENSIONES: COMBINAR EL REPARTO ACTUAL Y LA CAPITALIZACIÓN,

Según la forma en que se canalizan los pagos y se estructuran las contribuciones al sistema de pensiones, podemos diferenciar dos grandes alternativas: de capitalización y de reparto. En la medida en que ambos pueden ser públicos (y no necesariamente identificarse con ningún modelo económico ‘extremo’) no caben las estigmatizaciones habituales del populismo de los diferentes grupos ideológicos.

 

En realidad, la diferencia fundamental radica en que mientras que en un sistema de pensiones de reparto las cotizaciones de los trabajadores actuales se destinan para pagar las pensiones de los jubilados actuales, en uno de capitalización cada contribución va a parar a una cuenta de ahorro individual. De este modo, en el primero solamente se devenga un derecho a recibir una pensión tras la jubilación, pero en ningún caso se destinan de facto las aportaciones realizadas periódicamente a un fondo donde quedan guardadas para el futuro. En uno de capitalización, sin embargo, sí se aporta una proporción determinada del salario a una ‘hucha’ en la que esos ahorros quedan guardados de forma personalizada. Por tanto, a simple vista podemos comprobar que uno de los modelos, el de reparto, presenta una dependencia considerablemente mayor de la pirámide demográfica que el otro.

 

 

CAPITALIZACIÓN: SOSTENIBILIDAD PERO MENOR SUFICIENCIA

Son sistemas de ahorro a largo plazo que están invertidos en una cesta de activos. Los trabajadores realizan aportaciones obligatorias o voluntarias a esos planes de ahorro y generalmente no pueden rescatar los fondos acumulados hasta que cumplen una edad determinada. Los sistemas capitalizados pueden ser de empleo o personales y, generalmente, su gestión corre a cargo del sector privado. Algunos expertos sostienen que los sistemas de capitalización son superiores a los de reparto debido a que “los sistemas de reparto son esquemas piramidales insostenibles en el tiempo” y a que “los retornos del sistema de capitalización son superiores a los del sistema de reparto” porque “el retorno de los sistemas de capitalización se da por la rentabilidad de las inversiones, mientras que en el reparto es igual al crecimiento de la masa salarial”.

 

Por el contrario las cuantías de las pensiones de capitalización son, en general, menos generosas que las de reparto pues están en función exclusivamente del capital ahorrado y de la rentabilidad de la inversión consecuente, situación que se refleja más preocupantemente en los salarios bajos pues no existe en absoluto ningún efecto de redistribución de las rentas.

 

Los expertos destacan que los sistemas de capitalización presentan tres ventajas: ”

(1) la rebaja de la “cuña fiscal” del empleo, con el consecuente aumento del salario neto de los trabajadores,

(2) la plena sostenibilidad financiera de la Seguridad Social, con independencia de la evolución demográfica, o

(3) el aumento de la inversión, con su consecuente efecto sobre el crecimiento y el empleo”.

 

REPARTO: SUFICIENCIA PERO MENOR SOSTENIBILIDAD

En un sistema de reparto, parte del salario de los trabajadores se destina a pagar las pensiones de los jubilados actuales. La mayoría de los países siguen este modelo, ya que reparten el riesgo macroeconómico entre varias generaciones, por lo que son sistemas más inmunes a los shocks macroeconómicos

 

Una de las principales debilidades del sistema de reparto es que está sujeto a los cambios demográficos pues este modelo será sostenible en la medida en que se puedan distribuir los recursos eficientemente desde la base de cotizantes hacia el conjunto de pensionistas y que, además, este flujo sea suficiente. Es decir, la cantidad de pensiones y la cuantía de las mismas depende en buena medida de la proporción existente de trabajadores respecto de jubilados. Es cierto que otras formas de financiar el pago de las pensiones, no obstante, sería el reajuste presupuestario de los recursos del Estado y el recurso a la deuda pública. Sin embargo, estas medidas son solamente adecuadas en el medio plazo, porque en el largo no resultan suficientes. En este sentido, a lo largo de las próximas décadas se irá reduciendo el número de trabajadores por cada jubilado en diferentes países, indistintamente de su sistema de pensiones.

 

EL FUTURO DEL CASO ESPAÑOL

El sistema de pensiones español debiera combinar el actual método de reparto, en el que el Estado siguiera pagando una pensión, al menos básica, con un sistema de capitalización, en el que incentivase el ahorro de los cotizantes.

 

Lo ideal sería que, en el futuro, con el ahorro generado, los cotizantes pudieran tener una pensión digna, pues si solo se continúa con el sistema de reparto actual, el desequilibrio entre cotizantes y pensionistas va a ser tan fuerte que, o se van a reducir mucho las pensiones, o no va a haber dinero para sostenerlas

 

Lo cierto es que el mercado del trabajo en España va a tener unas características distintas de las que tiene actualmente y esos rasgos están relacionados con la composición general del país. Habrá menos jóvenes en el mercado laboral y con una edad más avanzada, más mujeres porque todavía mantienen una situación de inferioridad respecto de los varones y habrá, igualmente, más inmigrantes, lo que habrá que resolver algunos retos “importantes” que en realidad no son ”problemas” irresolubles aunque con el actual sistema de reparto, el número de cotizantes cada vez va a ser más pequeño y el número de personas que cobran una pensión cada vez va a ser más elevado, ha explicado.

 

Además otro de los retos a afrontar y resolver es el de la sanidad, ya que las personas mayores necesitan y van a necesitar más cuidados y más atención médica y hospitalaria, lo que va a exigir un desembolso económico mayor. A ambos retos, ha sumado la necesidad e resolver el problema de la dependencia porque el volumen tan alto de personas mayores va a determinar que el número de dependientes y discapacitados vaya a aumentar también.

 

El envejecimiento puede plantear oportunidades

El envejecimiento de la población, “que es algo irreversible”, también puede plantear oportunidades. Por ejemplo, tendremos que pensar, de una vez por todas, que las personas, a partir de los 65 años o de la edad de jubilación, muchas de ellas pueden seguir trabajando.

 

Para ello será preciso incentivar ese trabajo, con carácter voluntario, no para todas las profesiones, ya que habrá trabajadores que se tendrán que jubilar antes por las características de dureza de su trabajo, pero sí, por ejemplo, para los que trabajan en el área de los servicios”, que podrán seguir trabajando.

 

También se va a desarrollar, “con mucha intensidad”, la actividad económica encaminada a atender, con bienes y servicios, a la población mayor creciente.

 

Por lo tanto en el envejecimiento “no hay problemas”, sino retos y oportunidades y ello es “una consecuencia clara de la evolución demográfica de España en los próximos años”. Hay que establecer disposiciones normativas, que permitan sacar partido a esa población envejecida, al mismo tiempo que le suministramos los servicios que puedan necesitar y por incentivar la natalidad.

 

España va a seguir recibiendo inmigrantes y cada vez va a tener una población más envejecida y es preciso la promulgación de “una buena ley que permita la integración d los inmigrantes en la sociedad española”. Hasta ahora los inmigrantes no han dado demasiados problemas y España no es un país con un rechazo, una discriminación, una xenofobia o un racismo fuerte, afortunadamente, lo que hay que mantener así en el futuro

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