Si eliminamos el maquillaje estadístico de Yolanda Díaz el número de parados supera los 3,8 millones, 100.000 más que en 2022.
Si el Gobierno de Sánchez se ha distinguido por un hecho diferencial propio ha sido su empeño de controlar la estadística. Así, han promovido un cambio en la presidencia del Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, desde el Ministerio de Trabajo, Yolanda Díaz con su reforma laboral ha logrado hacer indescifrables los datos reales de paro, empleo y estabilidad en los puestos de trabajo.
Especialmente crítico con la deriva del Ministerio de Trabajo en su tratamiento de los datos mensuales de Empleo es el sindicato independiente Unión Sindical Obrera (USO) quienes publican informes periódicos en los que tratan de dibujar la fotografía real del mercado laboral español, más allá de los fuegos de artificio estadísticos de los “desempleados no ocupados”, los “que tienen disponibilidad limitada” o los “contratados como fijos discontinuos, pero que están en inactividad”.
Así, si tomamos el último informe de los Servicios Públicos de Empleo (SEPE) sobre paro registrado, y restamos del total de personas que se inscriben en el SEPE en búsqueda de trabajo a aquellos que lo han hecho para mejorar un empleo que ya tienen, es decir, si contamos a todos los demandantes de empleo que no tienen trabajo, el número real de parados asciende a 3.85 millones de parados, 1,17 millones más de los que reconoce oficialmente el Ministerio de Yolanda Díaz.
Si realizamos el mismo ejercicio sobre el mes de julio de 2022, sale que en aquel momento, el número total y real de personas registradas en los servicios públicos de empleo como demandantes de un puesto de trabajo que no tenían ocupación, es decir, que estaban parados era de 3.740.974.
Esto lo que significa es que en el último año, el paro ha crecido en 110.142 personas. Es decir, que el número de desempleados ha aumentado de manera notable en sólo un año.
En su último informe, el Gobierno de Sánchez señala que en clave interanual, el número de parados se redujo de julio de 2022 a julio de 2023 en 205.938 personas pero en realidad el número de desempleados se ha disparado en más de 100.000 personas.
Con estos datos sobre la mesa, el sindicato USO recuerda que el propio ministerio reconoció las dificultades para calcular el número de contratos fijos discontinuos en inactividad y que se indica que están en el grupo “trabajadores con relación laboral”. Si miramos esta partida es la que más crece en términos inteanuales al comparar julio de 2023 con julio de 2022 y prácticamente se duplica pasando de 361.205 a 671.487 personas. Recuerda USO que para conocer una estimación del número de fijos discontinuos inactivos sería necesario restar aquellos que están en ERTES, que según los últimos datos de la Seguridad Social eran unos 12.227 en julio. Por lo tanto, una estimación más que probable es que los inactivos sean 659.260 contratados que, de nuevo, son parados reales.
USO se queja enérgicamente y pone el dedo en la llaga:
“La práctica habitual de no contabilizar como parados a aquellas personas que estándolo se clasifican bien como: otros no ocupados, con disposición limitada, o que demandan un empleo específico, acaba por distorsionar las cifras reales de paro, y hacen que el “paro real o efectivo” con el llamado “paro registrado” no solo no coincidan, sino que diverjan notablemente. La cifra cercana a los 3,8 millones de parados coincide con las estimaciones que dan Eurostat y distintas instituciones”.
“No se entiende por qué se sigue manteniendo una metodología que no aporta la claridad y transparencia necesarias para conocer la realidad y poner los medios y remedios para mejorar el alto paro que padecemos. La diferencia entre estos datos, paro registrado y paro real, nos debería llevar a definir claramente las situaciones de los demandantes de empleo, especialmente la de aquellos que no están ocupados o están inactivos (fijos discontinuos)”.
Esta denuncia de USO deja negro sobre blanco la creatividad contable que ha puesto en marcha el Gobierno para meter parados debajo de la alfombra y ofrecer así el espejismo de un mercado laboral que, aunque el último de la UE, todavía pujante en España.