Díaz vende un engendro, una especie de coalición de partidos, donde cabe todo porque ella tampoco mete nada dentro
Toda realidad ignorada prepara su venganza: la de Podemos.
El autoengaño no conoce límites. El autoengaño es muy cercano al postureo, muy cercano a la venda antes de la herida, muy cercano al fracaso, muy cercano a esa grieta y fuga por la que entra la realidad de sopetón y sin vuelta atrás. Hacerse trampas al solitario es abordar las cuestiones de manera errónea para evitar sus aspectos más conflictivos pero la realidad corta, hiere y mata
Yolanda Día desde su púlpito como ministra de Trabajo ha vociferado como un vendedor de feria sus medidas “progresistas”, vacías la mayoría, hasta hartar incluso a los más ingenuos: se apropio de los ERTEs salvadores de la pandemia, hizo propias hasta la extenuación las subidas del SMI (que sacan del mercado laboral precisamente a los más humildes) al igual que la tan cacareada reducción de la jornada laboral (que afecta a una minoría muy minoritaria), intentó reformar los subsidios y ayudas de desempleo que finalmente cayó en la nada más absoluta, manipuló las estadísticas de desempleo con la ya existente figura de los contratos fijos discontinuos para no tener que abordar seriamente la realidad de la temporalidad laboral no resuelta, promueve (de “boquilla”) la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas,…, y todo ello con un Pedro Sánchez riéndole las ocurrencias a quien traicionó por la espalda a quien la nombró sucesora de su prole hoy en día vendiendo vino en una taberna “¿alternativa?”.
A Yolanda Díaz la eligen o ratifican como líder un 11,7 % de una militancia apagada. Yolanda Díaz dice que tiene inscritos 70.000 amigos, de los que la han votado 7.000, y ello implica la disolución del seudopartido como un azucarillo en el café. Sumar en desaparición y caída libre.
Todos corren, y ella también corre tras ellos,. No quieren saber nada de ella: Más Madrid, Izquierda Unida, Compromís y los Comunes catalanes. No quieren saber nada de ella los propios socios, PSOE, y los inscritos e inscritas incluso, lo más divertido, hablan de ir troceando la tarta según la circunscripción (Sumar Baleares, Sumar Andalucía, Sumar León, etc).
Yolanda Díaz, sin matemáticas ni números, cuenta letras vacías: «Sumar no es un paréntesis ni una anécdota, ha venido para quedarse. Hay que echar raíces en los miles de municipios del país. Hago un llamamiento a todas las gentes para organizarse en todos y cada uno de los sitios». Todo de risa. Intenta ganar tiempo, troceando ella misma el completo de la tarta.
El personal huye: Sumar es ya un espacio cada vez más vacío. Podemos solicitó mucho esta prueba del algodón, la voz de los inscritos, y no iba desencaminado: un 11% apenas secunda a la gallega y Sumar. En dos meses, tras el fracaso gallego los resultados son demoledores. Lo más listos avisan que no hay 70.000 inscritos ni de lejos y que todo huele a otro ful de los tantos que sostiene (y la sostenían hasta hacerse demasiado patentes) como las estadísticas del paro y los contratos de los fijos discontinuos (¡que no temporales!) y apropiarse del “invento” de los ERTEs (ya inventados por el PP) para hacer frente a la pandemia en el ámbito laboral que incluso no supo explicar en una rueda de prensa antológica (bajo la sonrisa socarrona de Escrivá también presente en la ocasión).
Díaz jamás pasó primarias. La vicepresidenta segunda del Gobierno no tiene partido y, por tanto, hasta el PSOE dice que tiene que saltar por la borda, porque no representa a nadie y solo fue un satélite de los desaparecidos Podemos tal y como el primer PCE salió entero de un solo taxi. Esperamos a otoño para la implantación territorial, dicen, y mientras tanto seguimos vendiendo la misma moto de siempre. Díaz quiere crear otro Sumar (¿Avanza?) dentro del Sumar y vende un engendro, una especie de bolsa de la compra o coalición de partidos, donde cabe todo porque ella tampoco mete nada dentro.
En la reciente asamblea fundacional el cebo es que ahora atenderán las demandas localistas, de todo el territorio nacional. El autoengaño es contagioso: vende sin empacho un modelo federal, donde solo hay aire y nada porque la silla vacía tiene la muesca o mal fario del que se fue.
Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
[¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?]