El modelo sueco podría estar muriendo, no porque lo diga la prensa o los analistas, la propia Suecia está acabando con él. El modelo sueco se ha caracterizado por la acogida de extranjeros, pero ahora algo está cambiando como se puede ver en las estadísticas del Banco Mundial.
Suecia tiene ya la segunda tasa de paro juvenil más alta de toda Europa
El país sufre la mayor tasa de homicidios con armas de toda la Unión Europea
La desigualdad, la violencia y la criminalidad no paran de aumentar año a año
La economía de Suecia, su modelo social y su estado de bienestar han sido durante años una referencia a seguir para muchos países del mundo, pero sobre todo para ciertas facciones políticas que abogan por un Estado grande y protector.
Sin embargo, más allá del PIB per cápita o de la tasa de paro general, que siguen manteniendo el tipo, hay otros indicadores, no solo económicos, que ofrecen una realidad muy distinta de Suecia. Una realidad que está llevando al foco de la actualidad el supuesto deterioro del modelo sueco. Un buen ejemplo, aunque no el único ni el mejor, se puede observar en la tasa de paro juvenil sueca: su tendencia al alza, junto al buen comportamiento del mercado laboral español, está generando una convergencia que parecía inimaginable hace tan solo unos años.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Suecia evolucionó hasta convertirse en una economía competitiva orientada a las exportaciones. El país contaba con atención sanitaria y educación de primer nivel. Gozaba de igualdad social y de género, tenía bajas tasas de criminalidad y pocos conflictos étnicos. Últimamente algunos de estos indicadores se han transformado hasta quedar irreconocibles
Las últimas previsiones de la Comisión Europea confirman que el PIB sufrió una leve caída en 2023 y que este año solo crecerá un 0,2%. Mientras que en la Unión Europea se espera que la tasa de paro sigue en retroceso, la Comisión prevé que el desempleo promedie una tasa del 8,4% durante este año, una previsión que podría quedarse corta si se tiene en cuenta que en marzo y abril el desempleo se ha situado en el 9,2 y 8,9%, respectivamente. Además, Suecia lleva sufriendo años un problema de asequibilidad de vivienda que ni la fuerte crisis inmobiliaria parece haber resulto.
Suecia se enfrenta a un problema que viene de lejos: la incapacidad para integrar a las sucesivas olas de inmigrantes que han llegado en las últimas décadas. Este fracaso en la integración podría estar detrás del elevadísimo paro juvenil (24% en Suecia frente al 25% de España) y la creciente desigualdad económica, lo que a su vez sería la causa de otros problemas incluso más graves como la creciente tasa de homicidios con armas de fuego en el que fuera uno de los países más seguros del mundo. Según los últimos datos oficiales, Suecia se ha convertido uno de los países de la Unión Europea con una tasa más alta de homicidios con armas de fuego contra hombres y adultos jóvenes.
El número de residentes en Suecia nacidos en el extranjero ha aumentado espectacularmente en las últimas dos décadas. De una población de 10,61 millones en 2022, un total de 2,14 millones estaban registrados como nacidos en el extranjero, más del doble que en el año 2000. Eso equivale a alrededor del 20% de la población. Pero si se utiliza una definición más amplia, para incluir a aquellos que han nacido en Suecia, pero cuyos padres (padre y madre) son extranjeros, la cifra aumenta al 26%.
Aun así, la OCDE publica cada cierto tiempo unos indicadores del impacto fiscal de la población según su origen de nacimiento. De forma sorprendente, mientras que el impacto fiscal neto (la diferencia entre lo que aportan y lo que reciben) es positivo en los países anglosajones e incluso en España, en otros como Suecia es negativo, es decir, los extranjeros reciben más del estado (vivienda social, ayudas, prestaciones..) de lo que aportan con sus impuestos.
Estos extranjeros proceden el 40% de Asia y un 10% de África con lenguas y culturas muy diferentes a la sueca, lo que ha dificultado sobremanera su integración en la sociedad y en el mercado laboral del país. El gobierno sueco ya ha encargado un estudio sobre los costes y beneficios de la migración, que se desglosará por países de origen. Se espera que destaque el desafío actual: la tarea de integrar a un gran número de adultos sin cualificación que llegan con muchos niños, mientras que en las olas de inmigración anteriores equivalían a aceptar personas de países culturalmente similares que buscaban directamente un empleo remunerado.
Una vez más, todo hace indicar que la lengua, la cultura y la formación de los inmigrantes que llegan a Suecia no encaja con las ‘necesidades’ de la economía nórdica, lo que combinado con el muy solidario estado de bienestar puede haber generado el caldo de cultivo perfecto para la formación de guetos. Por muchas políticas y ayudas que se implementen, muchas veces la mejor herramienta para la integración es el propio empleo. La vecina Dinamarca lleva tiempo tomando medidas importantes para integrar a sus inmigrantes. Alguna de las más radicales y sonadas han sido las que tienen que ver con la demolición de barrios enteros (en los casos más extremos) habitados por ciudadanos ‘no occidentales’ para integrarlos en zonas habitadas por todo tipo de ciudadanos (daneses, inmigrantes procedentes de la UE…). Dinamarca está teniendo éxito porque empezó a tomar medidas mucho antes de que los problemas se le fueran de las manos. En Suecia, el gobierno no sólo ha comenzado tarde, sino que también ha evitado adoptar el ejemplo danés en su totalidad.
Suecia tiene la tasa de paro de ciudadanos de fuera de la UE más alta de toda Europa, con un 24,8%, seis puntos por encima de España y catorce puntos más que Dinamarca. Por el contrario, si solo se tiene en cuenta a los ciudadanos suecos, la tasa de paro cae hasta el 6%, más de cuatro puntos por debajo de la de España.
El desempleo de larga duración, especialmente entre los nacidos en el extranjero, sigue siendo un desafío importante. Con un menor nivel educativo y menores conocimientos del idioma sueco que los nativos, las personas nacidas en el extranjero pueden tener dificultades para conseguir un trabajo en un mercado laboral caracterizado por una distribución salarial comprimida que exige altas habilidades y productividad. Además, las mujeres nacidas en el extranjero a menudo enfrentan fuertes normas familiares y de género, señalaba uno de los últimos informes de la OCDE
Suecia ha pasado de ser un modelo de inspiración a convertirse en un ejemplo de advertencia. A medida que la violencia de las mafias se extiende a través de las fronteras, sus vecinos escandinavos experimentan crecientes temores de terminar en lo que en Dinamarca se conoce como la ‘condición sueca'”
Desigualdad y violencia en Suecia
Los análisis que destacan los problemas de la sociedad sueca suelen en el rápido incremento del crimen y las bandas o en los guetos que se forman en determinadas ciudades. Sin embargo, detrás de estos llamativos titulares se encuentra la creciente desigualdad de renta de una economía que, precisamente, hace no mucho era el paradigma de la ‘igualdad’ económica. El coeficiente de Gini, un indicador de desigualdad de renta -un cero señala que todos los ciudadanos tienen la misma renta y un 1 revela que una sola persona ostenta toda la renta del país- se ha disparado en muy pocos años. Lo peor es que esa tendencia no parece tener fin. Si en los años 80 este indicador arrojaba un resultado de 0,2 (Suecia era de los países más igualitarios), en la actualidad el coeficiente se acerca más a 0,35, según el servicio estadístico de Suecia, un dato más próximo ya al de países como Bulgaria o Rumania que al de sus vecinos Finlandia o Noruega.
Detrás de estos datos de desigualdad se encuentran muchos de los problemas a los que se enfrenta hoy Suecia: La desigualdad económica tiene efectos dominó en otras formas de desigualdades en la sociedad a las que se enfrenta Suecia. Es un hecho bien establecido que la desigualdad económica conduce a un aumento de la violencia, la delincuencia, la pobreza y las desigualdades en salud… Suecia es el único país europeo donde los tiroteos mortales han aumentado significativamente desde 2000, pasando de una de las tasas más bajas de violencia armada del continente a una de las más altas en menos de una década.
La tasa sueca de homicidios con arma de fuego es considerablemente superior a la media de otros países europeos al final del período (2021), aproximadamente 4 muertes por millón de habitantes (y ya alcanza más de 5,5 con datos de 2022), en comparación con la media europea de aproximadamente 1,6 muertes por millón.
El Gobierno sueco ha tenido incluso que pedir al ejército que ayude a la policía y admitió hace unos meses que el creciente problema con los tiroteos y atentados es tan grave que se corre el riesgo de dañar el crecimiento económico a largo plazo del país. Aunque no suene bien, una vez más todos estos males podría ser producto del fallido intento por integrar a miles de inmigrantes de fuera de la Unión Europea que ha ido llegando a Suecia desde los 90 hasta hace muy poco.
Creciente rechazo a la inmigración en Suecia
Suecia ha decidido acabar con su propio modelo. La mayoría de las encuestas muestran hasta hace unos años que alrededor del 60% de la población era positiva hacia la inmigración. Y entonces todo cambió. En parte también debido a la narrativa negativa de los líderes políticos que han creado un relato sobre la conexión de la migración con toda la criminalidad y lo que iba mal en la sociedad y culparon los migrantes y las migraciones de todo.
Después de haberlo negado durante mucho tiempo, incluso los socialdemócratas han publicado recientemente un informe propio, reconociendo que dos décadas de inmigración excesiva e integración fallida han producido una crisis nacional. El Gobierno de Suecia, que lleva en el cargo desde finales de 2022, está endureciendo rápidamente las políticas migratorias, como se puede ver en el drástico descenso de la entrada de extranjeros, que a su vez está afectando a la demografía del país.
Sin embargo, “más allá de la política, el núcleo del problema es la incertidumbre de que la legislación y la aplicación de la ley por sí solas puedan ser efectivas contra el abismo cada vez más profundo en las normas y valores sociales. Si esa división no puede salvarse, y pocos o ninguno parecen saber cómo hacerlo, entonces lo mejor que se puede esperar es que una aplicación de la ley cada vez más draconiana pueda frenar los peores problemas, a medida que el país se acostumbre a vivir con una sociedad paralela, gobernada por pandillas e islamistas radicales. Hay muchos motivos para que los vecinos estén preocupados.
Fuente: El Economista La caída en picado del modelo sueco en un gráfico que tiene a España como protagonista (eleconomista.es)