¡DE CABEZA AL COLAPSO DE LAS PENSIONES!

El mes pasado se alcanzó un nuevo récord en el gasto en pensiones, casi 10.000 millones €. Y aún está por llegar la generación del baby boom, que empezará a jubilarse a partir de 2021. Lo que viene es un problema enorme pues es doble: no sólo que esta generación pasa a cobrar pensión sino también que deja de ser población activa. El déficit de la Seguridad Social va a ser ingobernable.

La ‘hucha’ de las pensiones (el FRSS) ha seguido menguando hasta la extenuación hasta cerrar el año en apenas 2.000 millones €, el déficit del sistema sigue creciendo hasta el entorno de los 19.000 millones € y entre 2011 y 2018, ya tiene un déficit acumulado de unos 103.000 millones. El préstamo de casi 14.000 millones € que la Seguridad Social (SS) recibió del Estado este año no será el último, tampoco el primero. Entre 2017 y 2019, la deuda de SS con el Tesoro Público se ha triplicado hasta los 50.000 millones € y seguirá creciendo hasta la quiebra si nadie hace nada.

Un escenario poco alentador que sin embargo no parece calar entre los políticos españoles ni en la sociedad. El político ve esto como un problema a corto plazo, que puede costarle votos y le va dando patadas adelante. El problema es que el terreno de juego es cada vez más limitado.

En este contexto, el hecho de vincular la revalorización de las pensiones al IPC, y tomando como referencia la previsión de inflación del 1,1% estimada supone en 2020 un aumento del gasto de unos 1.500 millones € (unos 1.150 millones más que si se aplicara la revalorización del 0,25% del “hibernado” IRP). Pero, además esta medida se consolida y extiende sus efectos hacia el futuro lo que supondrá un aumento del gasto de hasta dos puntos del PIB hasta 2030 y de más de tres puntos en 2050.

En los últimos tiempos parece haberse generado cierto consenso en torno a la conveniencia de ajustar la revalorización anual de las pensiones al incremento del coste de la vida. Incluso el PP, que promovió las últimas reformas que desligaban la evolución de las pensiones del IPC, fue el primero en revertir una medida que ha contado con una elevada contestación social.

Por otra parte, un contribuyente que haya trabajado durante 37 años, si el sistema fuese de capitalización en vez de reparto habría generado las cotizaciones suficientes para pagar su pensión un máximo de 16 años, lo que contrasta con una esperanza de vida actual a partir de los 65 años de 21.

Lo que parece evidente es que el sistema necesita remiendos y que las soluciones las tienen escritas los técnicos de la Seguridad Social. Lo que falta es voluntad política para aplicarlas. Esa solución difícilmente puede pasar en exclusiva por un incremento de los impuestos y precisará sí o sí de medidas de difícil aceptación social como el incremento de la edad de jubilación o, presumiblemente, un ajuste de las cuantías de las pensiones. En la última reforma, el ajuste fue a una revalorización del 0,25%. En la próxima no se puede descartar que sea un recorte severo, como hemos visto estos años en Grecia o Portugal.

Incluso si no hubiera ninguna crisis económica, que son consustanciales a una economía basada en el libre mercado (léase maximizar los propios beneficios), creciéramos siempre al 3% y la deuda siguiera tan barata como ahora no habría ningún problema. Pero es obvio que esto no va a ser así y cuando llegue la próxima crisis habrá dificultades.

Con el consenso político una vez más resquebrajado por intereses electoralistas, las esperanzas de un acuerdo ambicioso, en el marco del Pacto de Toledo, que ponga remedio al agujero del sistema de pensiones son cada vez más reducidas y la posibilidad de una solución impuesta aparece hoy más presente que nunca antes.

No se puede tomar una medida solamente en un sentido, sea esta la que sea, es necesario un análisis integral y con visión global de lo que todo lo que suponen y comprometen las pensiones de jubilación. Si se quiere contemplar la revalorización hay que contemplar cómo la vamos a financiar pues hay que verlo todo en su conjunto porque cualquier medida aislada que lo único que implique sea mayor coste y, por tanto, mayor déficit en las cuentas de la Seguridad Social.

Que la sociedad la formamos todos puede ser una obviedad pero no lo es lo que dice un proverbio griego. «Una sociedad crece cuando sus ancianos plantan arboles a cuya sombra saben que jamás se sentarán».

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