CULPABLES CON NOMBRE Y APELLIDO

Los problemas de las democracias están hoy directamente ligados a las personas que las dirigen. También en España

 

Durante años creímos que en las democracias avanzadas la importancia de los dirigentes políticos, individualmente considerados, decrecía en beneficio de la fortaleza de la sociedad en su conjunto, que era la que, con sus instituciones, sus recursos y sus portavoces, ostentaba el poder real y garantizaba el futuro saludable del país. En el fondo, daba igual quién ganara las elecciones en cada turno porque todos sabíamos que la  sustancia democrática se mantenía inalterable: el funcionamiento libre de la economía, la influencia decisiva de los contrapesos del poder -con mención especial a los medios de comunicación– y el sometimiento de todos al imperio de la ley, a través de instituciones de sagrada legitimidad.

 

 

Obviamente, podía haber diferentes estilos y prioridades políticas entre unos y otros, pero ninguno llegaba a representar una amenaza a la raíz del sistema o a la convivencia. En Estados Unidos, en el Reino Unido, Francia o Alemania se han ido sucediendo durante años gobiernos conservadores o socialdemócratas dentro de un equilibrio que representaba, en realidad, un gran acuerdo social en torno a un modelo de Gobierno.

 

Todo eso cambió con la reciente incursión del populismo en casi todas las democracias tradicionales. Imaginen el peso que ha tenido Andrés Manuel López Obrador en México o el que, en su día, tuvo Chávez en Venezuela, o el que puede tener Milei en Argentina o Petro en Colombia. De repente, ya no son los sistemas políticos los que, con sus instrumentos de control, garantizan los derechos y las libertades, sino que quedamos al albur de la inspiración y los intereses de los personajes a los que entregamos el poder con nuestros votos. De repente, todas esas instituciones que nos permitían dormir tranquilos, con independencia de que hubiéramos acertado o no en la elección de nuestros mandatarios, se demuestran inútiles ante la ambición de poder de determinados individuos.

 

También en España durante años sorteamos jefes de Gobierno de distinta condición, pero ninguno de ellos resultó realmente lesivo para la estabilidad institucional de nuestro sistema. Al tratarse de una democracia más joven, el papel de la persona al frente del Ejecutivo fue más importante que en otros lugares y, en ese sentido, podemos felicitarnos de que nuestros dos primeros presidentes del Gobierno supieran priorizar con enorme visión los intereses nacionales por encima de los suyos propios.

 

La izquierda vive una profunda crisis de identidad, a pesar de estar gobernando en España. Padecemos un presidente que prefiere asegurarse su peripecia personal a costa del propio proyecto democrático del conjunto de los españoles. Han preferido instalarse en la identidad –nacionalismo, género, indigenismo– a seguir trabajando por la igualdad y por la libertad. Caminan sin brújula ideológica y solo les mueve el mantenerse en el poder. El PSOE ha abandonado su centralidad y maltrata a la mayoría de los españoles con una política que se dice social, pero se encuentra en las antípodas del progreso económico. Su única respuesta es hacer oposición de la oposición e insultarnos a todos los que no coincidimos con sus ideas, en un alarde de comportamiento antidemocrático.

 

Es, desgraciadamente, lo contrario de lo que hoy en día padecemos. Sacudidos por nuestro propio virus populista, se nos coló de repente un individuo que puso todo en jaque, empezando por su propio partido, para satisfacer su ansia de poder. Todos sabemos que el desempleo, la falta de competitividad o el envejecimiento de la población son problemas estructurales que anteceden y, sin duda, sobrevivirán a nuestros actuales gobernantes. Pero, por encima de todo, para tratar de atajar esos retos y otros que surgirán, para recuperar parte del terreno perdido y asegurarnos que no perdemos aún más en el tiempo venidero, para afrontar todo eso es necesario primero tratar el mal más inmediato y urgente, un mal que tiene nombre y apellido.

 

ELECCIONES GENERALES

DESDE LA MOCIÓN DE CENSURA

DE PEDRO SÁNCHEZ EN 2018

 

DATOS HISTÓRICOS GENERALES

  • Parlamento más plural: 15formaciones, nov-2019.

 

  • Parlamento menos plural: 10formaciones, 1982 y 2008.

 

  • Mayor bipartidismo: 323diputados, PSOE y PP en 2008.

 

  • Menor bipartidismo: 189diputados, PSOE y PP en abr-2019.

 

  • Mejor resultado conjunto de la izquierda parlamentaria: 210diputados y 54,27%de los votos: PSOE, PCE, Herri Batasuna, ERC y Euskadiko Ezkerra en 1982.

 

  • Mejor resultado conjunto del centro-derecha parlamentario: 215diputados y 55,80%de los votos:3​ PP, UPyD, CiU, PNV, Coalición Canaria y Foro Asturias en 2011.

 

  • Parlamento con más igualdad izquierda-derecha: 177-173para las izquierdas en 2008.

 

  • Mayor peso de los partidos nacionalistas y regionalistas: 46diputados en nov-2019.

 

  • Menor peso de los partidos nacionalistas y regionalistas: 24diputados en 1977 y 1982.

 

  • Investido con menos circunscripciones ganadas: 10de 52, Pedro Sánchez (PSOE) en 2023. Fue la primera vez que el candidato del partido ganador no es investido presidente (Feijóo del PP)

 

 

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