CÓMO SER A PARTIR DE LA JUBILACIÓN

Estamos en el inicio de una nueva revolución social, la de las personas mayores. Es una evidencia que vamos a ser una sociedad de personas mayores y eso lo va a cambiar todo, desde la política pasando por la economía, los modos de relación o incluso el lenguaje. Hay un cambio social, porque comienza a haber muchas personas con muchas capacidades, muchas habilidades y mucho conocimiento que llegan a la jubilación y se empieza a hablar de cómo no perder todo ese valor añadido, cómo ese saber puede beneficiar al resto.

Las personas que llegan a esa edad (de jubilación) y no aceptan que vayan a perder el control de la misma, quieren seguir responsabilizándose de ella, incluidos los límites que suponga la edad. Los seres humanos tenemos que acertar en nuestra vida, sentir que lo que vivimos hoy merece la pena. Y si esa es la máxima que nos mueve para hacer proyectos hasta los 65, no puede ser que para las décadas que siguen a esa edad nos digan que da igual si lo que vivimos tiene sentido o no.

 

Las personas no pueden vivir sin sentido, y eso no quiere decir hacer algo que les haga feliz pues a veces lo que tiene sentido es algo que te hace sufrir, te resta salud o perjudica tu economía, pero que a ti te merece la pena. Porque si lo que hacemos no es valioso para nosotros es muy probable acabar con un síndrome de la desmoralización que termina transformándose en un deseo anticipado de muerte porque la persona siente que lo que le queda por vivir no le merece la pena; o intuye que le va a tocar vivir situaciones de sufrimiento o que no desea experimentar porque otros deciden por ella; o siente que no tiene recursos para atender su situación de fragilidad.

 

Hay que ser realista sobre eso y plantearte cómo vas a organizarte para vivir esa nueva etapa de manera que te merezca la pena, ver qué apoyos tienes para ello y, los que no tienes, dónde los vas a encontrar. Porque nos hemos de responsabilizar no sólo de nuestras capacidades sino también de nuestras limitaciones para ser capaces de decidir sobre nuestros déficits y que no sean otras personas, quizá con otros valores, quienes se ocupen.

 

A partir de los 65 años van a ocurrir tres fenómenos en la mayoría de personas:

  • una crisis de identidad personal,
  • la pérdida de relaciones y
  • la aparición de déficits que nos van a llevar a perder en gran parte el control sobre nuestra vida.

 

Cada uno decide qué le va a dar sentido en esa etapa vital. Si tengo una sociedad que me estima menos por ser mayor, yo interiorizo esa idea de que valgo menos, entonces se me estima menos y se me trata peor: es un círculo vicioso. En cambio si soy una persona tenida en cuenta, que intervengo en lo que ocurre a mi alrededor, que mi opinión es escuchada aunque no siempre se me haga caso, mi autoestima aumentará y yo misma toleraré menos que alguien no me tenga en cuenta.

 

Las cuatro “normas” para ser feliz

Los expertos señalan cuatro puntos clave que nos permitirán ser felices en esa etapa “pasiva” laboralmente:

 

  1. No descuidar a nuestros amigos, que nos brindan apoyo emocional y nos ofrecen perspectivas diferentes. Es importante saberlos cuidar de la misma manera que nos cuidan ellos a nosotros. Tener relaciones auténticas nos ayudará a sentirnos más conectados y felices.

 

  1. Compartir actividades puede ser una gran oportunidad de conocer a personas con los mismos intereses que los nuestros. Pertenecer a un grupo nos ayuda a tener una buena autoestima y a darnos una sensación de propósito y significado a la vida.

 

  1. Poder ser nosotros mismos y aceptar nuestras propias peculiaridades, dando valor a cómo somos realmente. Para ello es preciso aprender a poner límites saludables, de forma que respetemos y respeten nuestra forma de ser convirtiéndonos en personas más seguras de nosotras mismas.

 

  1. Comprender que debemos cambiar nuestra perspectiva sobre “los cambios”. En vez de verlos como algo negativo, debemos hacerlo como una oportunidad de crecer y aprender. Así mismo, al igual que nosotros cambiamos, también lo hace nuestro entorno, por lo que también deberemos aceptar los cambios de nuestros familiares, amigos o compañeros.

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