¿ACABAREMOS TRABAJANDO CUATRO DÍAS A LA SEMANA?

Crece el número de proyectos piloto y experimentos que han adoptado esta fórmula laboral pero aunque las conclusiones parecen claras lo cierto es que no son lo suficientemente rigurosos

 

Cada vez más estudios sugieren que la semana laboral de cuatro días puede mejorar un lugar de trabajo y hacer que los empleados estén más satisfechos. Los expertos dicen que a medida que las herramientas de productividad con inteligencia artificial se pongan de moda y más altos ejecutivos reconozcan la importancia del descanso, este modelo podría volverse más común, y la semana de cinco días acabará convirtiéndose en un antiguo recuerdo.

 

En la actualidad, hay varios proyectos pilotos puestos en marcha por el Ministerio de Industria en nuestro país para probar los efectos que tendría la reducción de la jornada laboral entre trabajadores de pymes del sector industrial y consultoras. Sin embargo, en el mundo anglosajón ya se han realizado muchos más experimentos de este tipo que han resultado ser satisfactorios.

 

Mientras tanto, en países como Japón, que presume de tener una cultura laboral mucho más férrea que la europea, se han llevado a cabo pruebas de tres meses en 700 empleados que resultaron “un éxito rotundo”, tanto para la compañía en cuestión (Microsoft) como para la plantilla. Un 90% de los trabajadores reportaron que eran mucho más eficientes con su tiempo.

 

Los beneficios se refuerzan a sí mismos. El descanso y los niveles más bajos de estrés hacen que los empleados sean más productivos y estén más comprometidos con su trabajo, lo que redunda en que disfrutan más del empleo y cuando regresan a casa han mejorado sus relaciones con los miembros de sus comunidades familiares y de amigos, ya que tienen más tiempo para realizar actividades fuera de su horario laboral.

 

 

Uno de los estudios más grandes realizados hasta la fecha es el que involucró a 3.000 trabajadores y 61 empresas en Reino Unido, el cual concluyó a comienzos de este año. La mayoría de las compañías que lo pusieron en marcha anunciaron que mantendrían este modelo laboral sin reportar grandes pérdidas en la productividad o los ingresos. Una de las causas de esta mejora fue algo tan simple como el hecho de tener más tiempo para descansar. El 40% de los empleados reconocieron que ahora dormían mejor o no tenían tantos episodios de insomnio. En otras palabras, los empleados “más felices y descansados” también son “más productivos”.

 

De hecho, un estudio de la Universidad de Pittsburgh ha llegado a afirmar que descansar solo dos días a la semana es “perjudicial para la salud y el bienestar” debido a una interrupción brusca de los ritmos circadianos en esas 48 horas que pasamos sin ir a trabajar, lo que repercute en el ciclo de sueño y salud mental. En este sentido, la semana laboral de cuatro días hallaría el balance perfecto entre descanso y trabajo, lo que a su vez repercute en los niveles de productividad, ya que los empleados están más motivados y con más energía.

 

PROGRAMAS EN ESPAÑA

El Gobierno ha abierto finalmente el plazo de la convocatoria de subvenciones “destinadas a financiar la mejora de la productividad en pequeñas y medianas empresas industriales” que pretende poner a prueba la viabilidad de la jornada semanal de cuatro días. Lo hace precisamente cuando la modalidad se ve más cuestionada por los expertos y ante unos datos que revelan la imposibilidad de aplicarla en nuestro país.

 

En este contexto, cobran especial interés dos recientes estudios del Instituto de Investigación para la Evaluación de las Políticas Públicas (IRVAPP) de la Fundación Bruno Kessler y las conclusiones son contundentes. “La reducción de las horas de trabajo no se tradujo en un mayor empleo. Además, encontramos un efecto positivo pero insignificante sobre los salarios por hora y el valor agregado por hora trabajada”, afirman.

 

Pero a tenor de la situación actual, los expertos tampoco prevén un ‘boom’ global de la jornada de cuatro días a corto ni medio plazo. La primera razón es que en muchos países, como América Latina, el debate actual sigue en la fase de llegar a las 40 horas semanales.

 

Uno de los mayores expertos en nuevos modelos de trabajo del mundo comentaba hace poco que “no existe ninguna investigación rigurosa sobre este tema, sólo informes de lobby basadas en algunas pequeñas empresas voluntarias y mucha palabrería en los medios de comunicación”.

 

En España tampoco hay estudios serios sobre la viabilidad de la jornada de cuatro días sin reducción de sueldo, aunque muchas pequeñas empresas y startups se apuntan el tanto de aplicarla. Solo Telefónica lo planteó en la negociación de su convenio, pero con reducción proporcional del salario, y el rechazo de la plantilla fue mayoritario.

 

Lo que sí muestran los datos es que nuestro país ha salido muy debilitado en productividad desde la crisis financieras, con un elevado gap respecto al resto de la Unión Europea.

 

Por otro lado, España es un país cuya población laboral envejece a mayor ritmo que las grandes economías de su entorno. Algo que repercutirá en que cada vez se trabajaran menos horas. La tesis del Gobierno es dicha reducción de las horas se compensará por la inmigración, pero el hecho es que la evolución reciente descarta estos datos. Aunque España ha recuperado el nivel de empleo previo a la pandemia, sigue por debajo en horas trabajadas. Un síntoma preocupante de que nuestra economía no sobra trabajo para repartir en un país con tres millones de parados.

 

Evidentemente, no todas las empresas podrían implementar la semana laboral de cuatro días lo que puede plantear problemas, ya que si solo afecta a un reducido número de trabajadores (sobre todo de los sectores de oficina, los white-collar), llegaría a ser injusto que una selecta parte de la población disfrutara de estas medidas

 

En este escenario, la escasa dotación (9,6 millones de euros para pymes de menos de 250 trabajadores) dada al proyecto ‘piloto’ para estudiar el impacto de la jornada reducida parece un guiño de cara a las elecciones más que una voluntad seria de implantarlo.

 

FALTA DE RIGOR DE LOS ESTUDIOS PILOTO

Hay muchas variables que pueden influir en la posibilidad de éxito de la semana laboral de cuatro días, desde el liderazgo empresarial hasta las condiciones del mercado. Sin embargo, los pilotos no ofrecen información valiosa que nos permita saber cuáles son esas claves. En realidad, parecen haber estado diseñados con el objetivo de convencer, no de explicar. Las tres principales deficiencias de los programas realizados hasta el momento son:

 

  1. Un deficiente análisis causal del impacto del programa

El principal problema de los pilotos es que no incluyen ningún análisis experimental que permita medir el impacto causal del programa. En su gran mayoría, los que involucran al sector privado utilizaron comparaciones antes y después (pre-post) de introducir la intervención. Este enfoque tan débil de medir causalidad ha llevado a que cambios no relacionados con el impacto del programa puedan estar incluidos erróneamente como parte del efecto de la semana laboral de cuatro días.

 

  1. Falta de profundidaden el estudio e información reportada

Los pilotos también tienen otros problemas en cuestiones de datos y transparencia. En realidad, sólo unos pocos ofrecen información contrastable y ninguno ha sido publicado en una revista académica, por lo que no han estado sujetos a los mismos estándares de rigurosidad que se exige en publicaciones científicas. También falta información que cualquier investigador riguroso consideraría esencial, como tablas de comparación en la línea de base, tests de robustez o tests de sensibilidad.

 

Por otro lado, los pilotos se basan principalmente en encuestas, concentrándose en las percepciones de los empleados, que son muy vulnerables a sesgos y errores de informe. Por ejemplo, en el piloto de Perpetual Guardian, de los 240 empleados solo acabaron respondiendo a las encuestas el 50% de ellos.

 

  1. Falta de referencias para escalar el programa

Ni las empresas participantes ni sus trabajadores son una representación completa del tejido empresarial del país. En realidad, los pilotos están siendo desarrollados por empresas más o menos comprometidas con la causa. Esto es lógico, desde el momento que deciden participar voluntariamente. Saber qué funciona para ese grupo tan específico nos dice muy poco sobre las posibilidades de escalar la política a nivel nacional.

 

Además las empresas incluidas en las muestras pertenecen principalmente a los sectores tecnológicos, de telecomunicaciones y servicios profesionales. Y el 71% de los empleados son titulados superiores, muy por encima de la media del mercado laboral de cualquier país.

 

Por último, los pilotos tampoco ofrecen información sobre los costes reales de la intervención. Las empresas pasaron meses recibiendo entrenamiento y mentorías para introducir la semana laboral de cuatro días. Todos estos apoyos tienen costes, además de en los que incurre la empresa para cambiar sus sistemas internos. Sin esta información, es imposible conocer la rentabilidad real del programa para saber si es viable escalarla y comparar su coste-beneficio en contraposición a otras políticas de conciliación familiar, como fomentar el teletrabajo o dar más acceso a excedencias.

 

En España estamos cayendo en el mismo problema, tanto a nivel nacional como regional. El Ministerio de Industria aparcó su proyecto piloto durante meses, redujo su presupuesto y se apresuró a lanzarlo recientemente con un plan muy cuestionable: Ofrecer hasta €200.000 a 50 o 60 pymes industriales que quieran implementar la semana laboral de cuatro días. Sin grupo de control, ni muestras significativas ni representativas. Ahora está por ver si los 10 millones de euros que costará el piloto aportarán valor añadido. Si somos honestos, tardaremos años (y muchos experimentos) en obtener evidencia sólida sobre los impactos reales.

 

Por su parte, para que futuros pilotos sean útiles y puedan tomarse en serio, tienen que dejar de ser una herramienta de propaganda orquestada por los ya convencidos y convertirse en un instrumento de aprendizaje real. Es necesario que mejoren el diseño, aumenten la transparencia y la calidad, además de cambiar el enfoque: Dejar de preguntarse si funciona o no y empezar a preguntarse para quién, bajo qué condiciones y en qué contextos funciona mejor.

 

EUROPA AVISA QUE LOS ‘EXPERIMENTOS’ CON LA JORNADA DE 4 DÍAS TIRAN DINERO PÚBLICO

El informe ha sido publicado nada menos que por el Joint Research Centre (Centro Común de Investigación) de la Comisión Europea, un organismo que busca contribuir a los efectos positivos de las políticas de la UE proporcionando “conocimientos científicos independientes” basados en “datos contrastados”. Algo de lo que parecen carecer las conclusiones de estos ‘experimentos’ sobre la jornada de cuatro días.

 

Los resultados comenten en muchos casos el error de confundir correlación con causalidad y en muchos casos las consecuencias positivas asociadas a la jornada de cuatro días podrían explicarse por otras causas, como reformas laborales o salariales. De hecho, en alguno de los casos estudiados los beneficios atribuidos a la reducción de horas semanales se empiezan a percibir meses antes de implantarla.

 

Aunque el informe elaborado por el Joint Research Group no analiza el programa español impulsado por Industria (al margen, por cierto, de los ministerios de Trabajo o Inclusión y Seguridad Social), la opinión es clara: “estamos cayendo en el mismo problema, tanto a nivel nacional como regional”.

 

En este sentido señala que el Ministerio de Industria “tenía los recursos, el tiempo y la oportunidad de haber diseñado un experimento mucho más riguroso. Ahora está por ver si los 10 millones de euros que costará el piloto aportarán valor añadido“, concluye.

 

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