El edadismo se ha convertido en una de las tres grandes formas de discriminación de nuestra sociedad, por detrás del racismo y el sexismo.
Es muy habitual que para diferenciar a la población por edad, los estudios que se realizan mediante este método de análisis establezcan como límite de edad los 65 años, y suelen decir «en adelante», metiendo a todos los mayores en el mismo saco.
En 2020, se realizó una encuesta en Estados Unidos recogida por New York Post, para saber a qué edad se consideraban oficialmente mayores: la respuesta fue a los 57 años, lo que llama la atención y parece un disparate que a un adulto de 57 años se le clasifique en la etapa de la vejez, aunque la esperanza de vida en EEUU esté cinco años menos que en España.
España es el segundo país con la mayor esperanza de vida, solo por detrás de Japón. Hace unos años, las Sociedades Gerontológica y Geriátrica del país nipón decidieron cambiar el umbral de la vejez, que estaba fijado en los 65 años. Redefinieron el concepto debido a que la forma de medir el envejecimiento se había quedado obsoleta y las personas a esa edad no representan ese término ni desde el punto de vista biológico ni físico. Entonces, establecieron tres estapas: ‘prevejez’, para las personas entre 65 y 74 años; ‘vejez‘, entre los 75 y 90; y ‘supervejez‘, donde entran los «supermayores», los que superan los 90 años.
Lo cierto es que la edad cronológica ya no es un parámetro tan útil para establecer la diferencia entre jóvenes y mayores, sino más bien su estado de salud y autonomía. Debe quedar claro que no hay una persona mayor típica y la vejez se caracteriza por una gran diversidad y algunas de las personas de 80 años tienen niveles de capacidad física y mental que se comparan favorablemente con los de 40 años. Otros de la misma edad pueden requerir cuidados y apoyo extensos para actividades básicas como vestirse y comer.
Por esta razón, un estudio español, publicado en The Lancet, propuso una nueva forma de medir el envejecimiento de la población, que pone la atención en el estado de salud y la severidad de los problemas de enfermedad y discapacidad, en vez de seguir pensando solo en la edad cronológica – basada en la fecha de nacimiento-. El estudio mostraba que los españoles de 75 años tienen el mismo nivel de problemas de salud que una persona promedio de 65 años en el mundo.
El momento que vivimos actualmente impone seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida y los Programas Universitarios para Mayores (PUM) tienen como objetivo ofrecer a los adultos mayores la oportunidad de un envejecimiento activo con la consiguiente mejora de su calidad de vida.
Estos programas no sólo proporcionan nuevos conocimientos. Casi más importante es la oportunidad de socialización, con la consiguiente mejora afectiva de los alumnos senior.
Volver o ir por primera vez a la universidad después de los 60 es un remedio o una oportunidad para participar activamente en la sociedad y beneficiarse. Las relaciones sociales y las conexiones de confianza son esenciales para el bienestar.
Algunos motivos por los que las personas mayores que ya no pueden aspirar a la promoción laboral deciden acudir a estos programas son: indagar en un tema de interés; comprender a la sociedad actual, su historia y sus cambios; permanecer activos y creativos; o simplemente evitar la exclusión.
Las cosas que más valoran estos alumnos son las actividades (clases, talleres, grupos de investigación, salidas, concursos, fiestas, etc.), la ayuda para saltar la brecha digital y, lo más importante, con los recursos digitales y la presencialidad, alcanzar una intensa socialización entre los alumnos, y crear y fortalecer relaciones de mutuo conocimiento, colaboración y afecto entre los distintos miembros de la Universidad.