El extraño caso de los despidos en España: ¿por qué el récord de ceses no eleva el paro?

Las personas que dejan de trabajar tras un cese caen un 43% en los últimos cuatro años

La tendencia refleja un incremento de la volatilidad de los empleos fijos

El comportamiento de los despidos en España es extraño. En los ocho primeros meses del año se produjeron 1,35 millones de bajas de afiliación al Régimen General de la Seguridad Social por cese (de los que 678.965 fueron despidos propiamente dichos y otras 677.136 extinciones de contrato por no superar el periodo de prueba). Suponen un 99,9% más que entre enero y agosto de 2021. Sin embargo, este récord no ha tenido traslación a las cifras del paro, todo lo contrario: en estos casi cuatro años el número de personas que perdido su empleo tras sufrir un cese ha caído un 43%.

En el segundo trimestre de 2025, las personas que habían pasado al paro o la inactividad por esta causa sumaban un total de 583.100, frente a los 1,03 millones del mismo periodo de 2021, según los datos más recientes de la Encuesta de Población Activa. Una evolución que parece contradecirse con la que revelan los registros de asalariados.

Un auge de los despidos no tiene por qué traducirse en incremento del paro. En el caso de España, la contradicción se puede explicar por el buen momento del ciclo económico, que eleva las oportunidades laborales o el hecho de que el descenso de los empleos temporales haya reducido la temporalidad, con lo que la mayor estabilidad (y menor rotación) de los empleos compensa el impacto del aumento de los ceses.

Sin embargo, sí debería afectar a la composición del desempleo. Es decir, más despidos se traducirían en un mayor número de parados que ha perdido su empleo por esta causa. Además esta suele ser más inesperada para el afectado que la caducidad de puesto de trabajo al cumplir la fecha prevista, lo que se traduce en que tardan más en encontrar otro empleo. Sin embargo, el cotejo entre los datos de afiliación y los de la Encuesta de Población Activa revela que esto tampoco afecta a las cifras de desempleo.

De esta forma, la evolución de las personas en paro y la de los ceses registran una notable brecha desde la pandemia. En el siguiente gráfico se aprecia con claridad cómo a finales de 2021, según la pandemia va quedando atrás, el número de parados por causa de un despido se estabiliza pese a que las bajas de afiliación por un cese (incluyendo por no superar el periodo de prueba) repuntan con mayor intensidad.

 

Este comportamiento es muy difícil explicar sin pensar en el efecto de la reforma laboral en la calidad efectiva de los nuevos empleos indefinidos. Si hay más despidos pero no se destruye más empleo (y de hecho la ocupación crece) implica que hay una mayor volatilidad entre los fijos que antes. Así, lo que es buena noticia para la economía y el mercado laboral, puede no serlo tanto para los trabajadores.

Lo que dicen las estadísticas

¿Cómo se obtienen estos datos? Nuestro país tiene varias estadísticas que analizan las causas (y las consecuencias) de la extinción de empleo. La más antigua (y la única que se actualiza mensualmente) la implementó en 2012 la Tesorería General de Seguridad Social, a partir de los códigos que usan las empresas para clasificar las bajas de afiliación. Entre ellas se recogen cinco tipologías consideradas explícitamente como despido (disciplinario individual, colectivo, declarado improcedente y objetivo por causas atribuible a la empresa o al trabajador).

Sobre las bajas por no superar el periodo de prueba, solo se consideran como tales aquellas a iniciativa de la empresa, ya que cuando el que decide es el trabajador entran en otra categoría, las de las dimisiones. La idea tras estos cambios era medir mejor el impacto de la reforma laboral de 2012 en las extinciones de empleos, aunque los datos han pasado desapercibidos prácticamente hasta casi una década después.

La segunda métrica la pone en marcha el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2020, coincidiendo con la pandemia. El objetivo era entender los motivos de destrucción de empleo en un momento de intenso ‘shock’ sobre el mercado laboral, clasificando los motivos por las que las personas perdían su empleo y pasaban al paro o a la inactividad. En este caso, los despidos sí incluyen las bajas no voluntarias por no superar el periodo de prueba, lo que eleva la cifra de afectados por cese a una media trimestral de 316.200 parados y 266.900 inactivos.

Aunque las cifras absolutas de bajas por despido o periodo de prueba no implican una correspondencia con el ‘stock’ de desempleo (ya que muchos afectados pueden encontrar rápidamente un empleo y no quedan recogidos por la EPA como desempleados), al compararlas se aprecia es un fenómeno extraño: antes de la reforma, con muchos menos despidos registrados, el número de parados era mayor que el de los ceses. Aunque hay que tener en cuenta que 2021 es un momento aún marcado por la pandemia.

Pero con la entrada en vigor de la reforma, esta brecha entre afectados y despidos prácticamente se cierra porque los primeros caen y los segundos crecen. Es decir, las cifras de despidos acumulados en el primer trimestre casi coinciden con el número de parados y ambas siguen una evolución acorde.

 

Aunque lo verdaderamente llamativo es la estabilización de ambas métricas. El mayor repunte de los despidos y retroceso del paro y la inactividad por esta causa se produce en 2022. En 2023, 2024 y 2025 la tendencia se modera, pero no retrocede. Esto apunta a un cambio estructural en el mercado de trabajo que lleva a que la correlación en la volatilidad de los despidos y el paro más profunda que antes de la reforma y que marcaría nuevas pautas en la evolución del empleo.

Es la situación inversa a la que se produce con los temporales: en este caso sí se han reducido los contratos eventuales, y con ello las bajas por caducidad (que no despido) de este tipo de contrato. Pero el fin de un empleo de duración determinada siguen siendo la principal causa de pérdida de empleo, a pesar de que el volumen de afectados ha cado en 400.000 afectados contando solo desde la reforma laboral.

Si analizamos la serie, se ve que los ceses por esta causa suben con fuerza en 2021 para volver a frenarse tras la reforma. La explicación sería que tras la pandemia las actividades estacionales que recurren a contratos eventuales se recuperan, para ajustarse con la entrada en vigor del cambio legal.

 

Es significativo que despidos y caducidad de contrato temporales, pese a ser causas tan diferentes, registren ahora un comportamiento tan similar en términos de impacto en el paro. Esto confirmaría que los fijos han absorbido parte d la rotación de los temporales. Aunque los datos públicos del INE solo llegan a 2020 y no permiten analizar el comportamiento anterior a la pandemia, esta es una idea a tener en cuenta para futuros análisis del mercado laboral y del cambio legal.

Y es que la cuestión es relevante por un motivo: en el momento actual esta volatilidad laboral que reflejan los despidos se ve compensada por el crecimiento del PIB, que permite que la economía sume ocupación. Igual que en otros momentos de nuestra historia económica reciente sucedía con los temporales. ¿Pero qué ocurre si la coyuntura empeora? No sería la primera vez que España pasa de ser el motor de la creación de empleo en Europa a su campeón de destrucción de puestos de trabajo por un cambio económico cuyos estragos multiplica la fragilidad de su mercado laboral.

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