Pese a la caída de la esperanza de vida por la Covid, España sigue siendo uno de los países del mundo con mayor tasa de mayores, en paralelo con un porcentaje de desempleo juvenil cercano al 40%,
Desde hace años, la mayor parte de nuestros vecinos europeos ya aplican una amplia variedad de indicadores para el cálculo de las prestaciones de sus jubilados, incluida la esperanza de vida.
Nuestro sistema de pensiones público está basado en el reparto y la solidaridad entre generaciones, pues las pensiones las pagan los trabajadores que están en ese momento en activo, esperando que sus propias pensiones las paguen los trabajadores que estén en activo en ese momento de su jubilación.
Sin embargo, el desembarco inminente a la jubilación de la generación del ‘baby boom’, que aspira a recibir unas prestaciones más cuantiosas que las actuales (1.171 euros de media) dadas sus prolongadas y altas cotizaciones al sistema, llegará en paralelo con la cada vez mayor esperanza de vida y con un mercado laboral que no ha sido capaz de recuperarse desde la crisis económica de 2008 y herido de forma muy importante por los efectos de la pandemia del coronavirus
No se prevé una incorporación masiva de jóvenes al mercado de trabajo (España es líder europeo del paro juvenil), ni grandes incentivos a la maternidad (España vuelve a ser líder europeo en la baja natalidad), ni un aluvión de inmigrantes que puedan incorporarse a nuestro mercado laboral con medios/altos salarios (y cotizaciones).
Una de las claves de la reforma en estudio del sistema de pensiones es el factor de equidad intergeneracional (FEI), un cóctel de coeficientes e indicadores (esperanza de vida, años de cotización, revalorización de las pensiones, situación económica) que junto a las actuales reglas determinarán que pensión deberemos cobrar. Sin embargo, todo es obscuridad sobre el planteamiento y los detalles de este resucitado nuevo FEI
Cabe recordar que similar FEI impulsado por el Gobierno de Mariano Rajoy en la reforma de pensiones de 2013 se encontró con un frontal rechazo de trabajadores y pensionistas y con el aplauso de las instituciones económicas españolas y europeas, la idea ahora es sacar adelante una fórmula similar a la de otros países europeos, sobre el que pesa el más “top secret”, pese a la sensibilidad social con la que se encontró en su momento el FEI de 2013.
Dicho FEI (que iba a ser de aplicación en 2019, y de momento sigue en hibernación hasta al menos 2023, aunque no derogado) según estimaciones de Analistas Financieros Internacionales (AFI) lo situaban en el entorno del 0,57%, lo que hubiera dejado una primera pensión de 1.000 € en 994,3 € por la aplicación de este factor.
La estadística de pensiones que elabora la Seguridad Social muestra que un total de 1.700.000 jubilados tiene más de 80 años, lo que implica que como mínimo han cobrado la prestación durante 16 años. Algo más de 900.000 jubilados a finales de 2020 contaban con más de 85 años. Las nóminas de estos pensionistas son muchos menores que la media, 789 € en el caso de los que tienen entre 80 y 84 años y de 968 € entre los mayores de 85 o más.
La cuantía de las nuevas pensiones (1.454 €) supera ya en más de un 35% el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), de 950 € en 2021. La cuantía media de las bajas apenas llegó a 1.088 €, casi 400 € menos que las nuevas altas, es decir, el llamado “efecto sustitución” lastra de nuevo las cuentas del sistema de pensiones. Mientras tanto, desde el tedio seguimos “Esperando a Godot (o al nuevo FEI)”