Hacia un cambio en el modelo de pensiones

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Es un hecho, por desgracia, cada vez más constatado y aceptado por nuestra sociedad que el sistema de pensiones de nuestro país se encuentra en graves problemas de sostenibilidad. Factores como la diferencia entre ingresos y gastos de la Seguridad Social, el envejecimiento de la población, el alto paro, la abultada deuda pública, la baja productividad y los bajos sueldos hacen insostenible el sistema de pensiones español.

Para que un sistema de reparto como el de nuestro país pueda sobrevivir es necesario que se cumplan los siguientes tres factores. Una estructura poblacional en forma de pirámide con una base sólida, es decir, elevadas tasas de natalidad; un mercado laboral con altas tasas de ocupación y que la esperanza de vida sea consistente con la duración vida laboral. Ninguno de estos tres supuestos se da en nuestro país. El índice de natalidad es de los más bajos del mundo, el mercado laboral adolece de altas tasas de desempleo y a la vez es muy sensible a los ciclos económicos. Por si fuera poco, disfrutamos de una de las mayores esperanzas de vida del mundo.

Para el FMI la cuestión es clara, y las medidas a adoptar, también. Ellos, tirando de la doctrina más rancia y conservadora proponen los siguientes puntos:

  • Que la revalorización de las pensiones no dependa del IPC. El FMI considera que, de no tomar acciones adicionales que eleven los ingresos, el ligar los incrementos de las pensiones con los precios, puede hacer insostenible el sistema de pensiones. De hecho, se calcula que para 2050 el gasto en pensiones podría aumentar entre 3 y 4 puntos de PIB si éstas se ligan al IPC sin medidas adicionales.
  • El FMI propone que, conforme al continuo aumento de la esperanza de vida, la edad de jubilación debería aumentar más allá de los 67 años. Ya en 2011 se inició la subida paulatina de esta edad de jubilación desde los 65. Esta reforma acabará de implantarse en el 2027. Aun así, según la opinión del FMI, esta subida hasta los 67 sería todavía insuficiente.
  • La medida más etérea y de Perogrullo: hay que reducir la diferencia entre ingresos y gastos. O bien aumentar los primeros, o bien reducir los segundos, lo que no se deja claro son las medidas para realizar lo uno o lo otro.
  • Revisar al alza la cotización de los autónomos, que prefieren mantener su cotización mínima, independientemente de su nivel de ingresos. De hecho, es una práctica común por parte de los autónomos complementar su pensión mínima con planes de pensiones privados antes que con cotizaciones más altas.
  • Aumentar la transparencia del sistema de pensiones para que un trabajador pueda calcular el importe de su futura pensión y pueda así planear cuánto le conviene aportar a planes de ahorro privados o cuántos años quieren trabajar.
  • Acometer medidas encaminadas a reducir la deuda pública, el desempleo y a aumentar la productividad. De hecho, este es un punto que, independientemente del problema de las pensiones, el FMI repite como un mantra para solucionar los problemas de cualquier país.

Según Martin Feldstein, de la Universidad de Harvard, sólo existen dos opciones para evitar un colapso de todo el sistema. La primera es conseguir que las pensiones crezcan menos que el conjunto de la economía para que se puedan financiar sin un incremento sustancial de los impuestos. La segunda es cambiar el sistema de pensiones: pasar de un sistema de reparto a un sistema combinado que complemente el sistema tradicional con retornos de inversiones financieras, es decir, un modelo de capitalización.

Es decir, las alternativas propuestas son una disminución de la renta disponible de los jubilados, para poder hacer frente a sus pensiones, cada vez más numerosas y más duraderas en el tiempo, o bien establecer un sistema mixto que combine una prestación mínima con el sistema actual con una prestación complementaria obtenida de planes de pensiones, bien privados, bien gestionados por el Estado.

Según el estudio Pensiones en transición, del Instituto Aviva, y el Global Pension Index, que cada año elabora la consultora Mercer, la tendencia en la mayoría de los países es un alejamiento del modelo de reparto de las pensiones, que obliga a aportaciones fijas, y una aproximación a la capitalización individualizada, que permite aportar más o menos, con un límite mínimo y poder suspender temporalmente la cotización si se atraviesa una mala época.

Entre los ejemplos de países que han alcanzado una cierta estabilidad en su sistema de pensiones, atendiendo a criterios de idoneidad, sostenibilidad e integridad, se encuentran Dinamarca, seguida a distancia por Holanda, Finlandia o Australia. Hay que decir que nuestro país no aparece en el informe porque no es posible medir esas variables.

En todos ellos se combina una pensión pública mínima establecida con un sistema de reparto y complementada con prestaciones provenientes de un sistema de capitalización, con una parte obligatoria y otra voluntaria para el que desee tener en el futuro una pensión más elevada. A destacar el caso de Holanda, que figura en todos los registros internacionales como el país con menor porcentaje de su población mayor de 65 años por debajo del umbral de la pobreza (apenas un 2%). Lo cual es un éxito si se tiene en cuenta que este umbral se encuentra en Holanda cercano a los 28.000 euros, casi lo mismito que en España.

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