Los mensajes de los políticos y las medidas populistas aplacan los temores. Pero la realidad es que el sistema es insostenible y es imprescindible ahorrar
El Barómetro del CIS de diciembre nos dejaba un dato más que preocupante, aterrador: solo el 5,9% de la población considera que las pensiones son uno de los tres principales problemas del país, lo que supone un desplome desde el 15,5% que pensaba así en abril. La subida por encima del IPC, las noticias de algunos medios que hablan de «victoria de los pensionistas» y los mensajes de los diferentes partidos de que «las pensiones están garantizadas» han obrado el milagro. Pero ocultar la realidad a la población no parece la mejor solución.
Pero el sistema es muy deficitario e insostenible. Por el lado de los ingresos, eso se debe al aún elevado paro, los bajos salarios, las tarifas planas y ofertas varias, y al elevadísimo fraude del sistema. Por el de los gastos, a que los nuevos jubilados ganaban sueldos mucho mayores que los antiguos, por lo que la pensión media está subiendo. Un desequilibrio que solo puede ir a más con las tendencias demográficas a vivir cada vez más años y a que cada vez nazcan menos niños.
Por tanto, tarde o temprano, estamos abocados a que menos gente cobre pensión -con un mínimo de número de años trabajados, por ejemplo- o a que las pensiones sean más bajas. Bastante más bajas, de hecho. Y es lo que hace imperativo ahorrar para la jubilación (aunque no necesariamente en un plan de pensiones). Esto es lo que se está ocultando a la población. A los jubilados actuales solo les preocupa que su pensión, así que se les aplaca con estas subidas (y el 1,6% les parece poco). Y a los futuros se les anestesia con estas falsas promesas y ensoñaciones. El despertar a la realidad será muy duro.