¿De verdad pagan los empresarios españoles unas cotizaciones sociales muy bajas?

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Los empresarios españoles no pagan pocos impuestos por sus trabajadores. ¿Podrían pagar más? Seguro, como los franceses o los belgas. Y también menos, como los suizos o los irlandeses. Pero no es cierto, como insinuó este jueves en el Congreso Octavio Granado, secretario de Estado de la Seguridad Social, que haya un agujero en las cuentas públicas por este hecho o que lo que se le cobra a la empresa en concepto de cotizaciones sociales sea una anomalía en nuestro entorno.

No quedó del todo claro si estaba sobre la mesa la subida de tipos, si sólo hablaba de seguir subiendo las bases máximas o si simplemente quería decir que sería bueno que los sueldos subieran para que también lo hagan las cotizaciones. Pero sobre lo principal, que el Gobierno tiene en su punto de mira las cotizaciones empresariales, nadie puede albergar ninguna duda.

El problema es que el argumento fundamental que usó Granado, ese supuesto bajo nivel de las cotizaciones empresariales en España, no es cierto.

Apenas unos minutos después de las declaraciones de Granado, Miguel Ángel García Díaz, experto de Fedea en pensiones, recordaba los datos de la Comisión Europea: según este organismo, las cuotas empresariales en España ascienden al 8,2% del PIB frente a un 7,9% de media en la Eurozona.

Lo más preciso es comparar la brecha fiscal al trabajo; es lo que en inglés se conoce como tax wedge y mide la diferencia entre lo que el empresario paga (coste laboral total) y lo que el trabajador recibe en su cuenta (salario neto). Y en este punto, España no está, ni mucho menos, en los puestos de cola entre los países más ricos.

De hecho, muchos países con un PIB per cápita bastante más elevado que el español (Holanda, Dinamarca, Japón, EEUU, Canadá, Irlanda…) tienen una tributación sobre el trabajo (Impuesto sobre la Renta + Cotizaciones Sociales) bastante más baja. Por cierto, que en algunos de estos países ocurre lo mismo que en Dinamarca: los impuestos al trabajo son bajos pero no la presión fiscal, que es elevada gracias a los impuestos al consumo (sobre todo el IVA), un planteamiento que en España es casi tabú.

La brecha fiscal media en la OCDE, para un trabajador soltero y sin hijos con el salario medio de la economía del país en cuestión, se sitúa en el 35,9%. En el caso de España, asciende al 39,3%. O lo que es lo mismo, de cada 100 euros que paga el empresario en costes laborales, a este empleado le llegan apenas 60 euros a su cuenta corriente como salario neto.

Otra forma de verlo es comparar cuánto dinero le llega a la cuenta bancaria a los trabajadores de estos países a igualdad de sueldo bruto. Los resultados pueden verse en la siguiente tabla. El ejemplo es el de un trabajador soltero que gana 50.000 euros brutos (se pueden coger otros ejemplos: trabajador con hijos, con un sueldo de 75.000 euros… pero en general el resultado no varía demasiado).

El jueves 31 de enero, en el Congreso, Octavio Granado insinuó otra cosa. Quizás porque necesita una excusa para una medida impopular que el Gobierno tiene en la recámara: subir las cotizaciones sociales. O quizás como aviso a navegantes: para que sepamos por dónde irán los tiros del próximo ajuste de la Seguridad Social. Es legítimo, aunque discutible, que un Gobierno quiera subir impuestos. Lo que no lo es tanto es que retuerza las estadísticas o muestre sólo una pequeña parte de la realidad para justificarlo y justificarse.

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