Casi expulsada del campo académico, de los medios y de las publicaciones analíticas, la Demografía ha sido maltratada en España. Mas llegó la crisis en 2008 y todos se acordaron de ella. En 2017 la Seguridad Social ingresó por cotizaciones para jubilación 105.839.700 millones de euros, frente a un gasto en pensiones de jubilación de 123.501.500 millones. Es decir, un déficit de 17.662 millones.
Las cosas no han mejorado y, concretamente, las pensiones por jubilación han comenzado 2019 subiendo de forma notable. En enero subieron un 6,12% sobre el mismo mes de 2018 y en febrero todavía más: un 11%.
El envejecimiento influye sin duda en la sostenibilidad de las pensiones, pero influye más la cortedad de las cuotas, que están en función de los salarios y éstos son muy bajos. Por otro lado, la economía española sufre desde hace mucho tiempo un defecto estructural: su incapacidad para crear empleo. Empleabilidad que está ligada a dos sectores productivos, el turismo y la construcción, cuyos empleos son de baja calidad y de gran inestabilidad.
Mas, sea como sea, la deriva demográfica en España es preocupante y bastan para demostrarlo un par de pinceladas: El 1 de enero de 1999 el Padrón contabilizó 12,9 millones de habitantes nacidos en España que en ese momento estaban entre 20 y 40 años. Veinte años después (el 1-I-2019) esa cifra había caído a 9,2 millones, casi un 30% menos.
En el País Vasco la caída fue del 44% y en Asturias del 43%. Les siguen Castilla y León con el 41% y Galicia con el 35%. Cantabria tampoco se libra del abismo, con una pérdida del 33%. La Rioja y Navarra han soportado idéntica caída que Cantabria. De las diez provincias españolas con mayores caídas en el número de jóvenes (20-39 años) siete son del Norte, confirmando así el desastre demográfico en esa parte de España, pero en todas las regiones españolas han caído en picado. Por ejemplo, en Cataluña y en la “pujante” Comunidad de Madrid el descenso ha sido del 29%.
Por otro lado, en el censo electoral se ha producido un notable envejecimiento. Los electores de 65 años y más tenían en 1979 un peso del 15,9% y en 2018 había crecido hasta el 24,9%, mientras que el de los electores menores de 30 años ha pasado del 25,8% al 14,1%.
Para acabar de confundir a la opinión pública existen unos cuantos ideólogos según los cuales señalar la pésima situación demográfica “es de derechas”. Al parecer, para ellos cualquier política natalista es propia del franquismo.