Las consecuencias económicas del envejecimiento traen de cabeza a medio mundo. Y España, obviamente, no es una excepción. El economista José Antonio Herce, director asociado de AFI, es uno de los mayores expertos del país en el sistema de pensiones. Su visión se aleja del catastrofismo habitual en relación a que el Estado pueda cumplir en el futuro sus compromisos, pero, dicho esto, advierte que sin reformas el sistema tenderá a satisfacer, cada vez, pensiones más bajas. Propone mejorar los sistemas complementarios y, de manera, transitoria imponer recargos fiscales para reducir el déficit de la Seguridad Social, que es lo más urgente. La longevidad, en su opinión, es una oportunidad para mejorar la productividad.
PREGUNTA. ¿Qué hacer con las pensiones?
RESPUESTA. Todos los países del mundo tienen un sistema de pensiones, peor, o mejor. Pero todos tienen los mismos problemas, de suficiencia de las prestaciones, de sostenibilidad o de cobertura, porque hay contingencias nuevas, como los cuidados de larga duración, que son una contingencia del siglo XXI, como en el XIX eran la viudedad u orfandad. ¿Qué hacer con las pensiones? Pues seguir adelante con ellas, mejorándolas y siendo más eficaces, contando con mecanismos públicos, pero también privados de forma complementaria. Para ello es necesario contar con el esfuerzo de todo el mundo aportando sus vidas laborales, que deben ser cada vez más largas y de más calidad. Tenemos problemas para poder generar derechos vitalicios con las suficientes contrapartidas. Las pensiones no nos la van a pagar los marcianos y deben financiarse con nuestro esfuerzo.
P. ¿Por qué se ha instalado la idea en buena parte de la opinión púbica que el sistema está quebrado y no podrá pagar las pensiones?
R. Esa idea es absolutamente injustificada. Y lo peor de todo es que sean los jóvenes quienes lo piensan. Si yo fuese joven y creyese que no me van a pagar la pensión dejaría de cotizar o, por lo menos, me iría a otro país donde las cotizaciones fueran más bajas. O los jóvenes son muy generosos y pagan algo que esperan no recibir o son idiotas. En el peor de los escenarios, la Seguridad Social siempre podría pagar la mitad de lo que paga hoy. Esa cantidad, en cómputo vital, sería un poco menos de lo que se hubiese cotizado, porque hoy la Seguridad Social devuelve vía pensiones casi el doble de lo que has cotizado en toda tu vida como trabajador tú y tus empleadores.
P. ¿Y es sostenible un país con pensiones tan bajas?
R. La Seguridad Social siempre pagará menos de lo que nos gustaría. Pero hay que contar con que la gente entra cada vez más tarde al mercado laboral, quiere salir antes y encima vive más años. Esa es un álgebra vital insostenible ‘per se’. Cada año que detraemos del numerador de un cociente imaginario, que son los años cotizados, se lo ponemos al denominador, que son los años que vivimos jubilados. Si trabajamos menos cotizamos menos, y si vivimos más años, la sostenibilidad de las pensiones se deteriora de forma descomunal. Tenemos un recurso valiosísimo, que es el tiempo, la longevidad, pero no lo estamos monetizando.
P. ¿Qué reforma es la más urgente: alargar la vida laboral, extender el periodo de cálculo…?
R. Hay varios frentes en los que hay que tomar medidas ya, de forma urgente, pero en todos ellos. Por un lado, en el frente de la estabilización del sistema para que disminuya su déficit, ampliando las bases imponibles de los impuestos generales, pero no de manera selectiva o poniendo impuestos a los ricos. Hay que explotar bases imposibles que pague todo el mundo, excepto a los que no puedan pagar más impuestos, ya sea recargando los tipos de IVA, los tipos de IRPF, lo que sea. Se trata de generar recursos transitorios para estabilizar el sistema. Y, por otro lado, es urgentísimo retrasar la edad de jubilación más allá de 2027. En todo caso, vinculando la edad de jubilación a la esperanza de vida. Incluso si la esperanza de vida descendiera, habría que bajar también la edad de jubilación. Lo mismo que si se indician las pensiones al IPC, habría que hacerlo para todo caso, bajándolas si el IPC es negativo, ¿o no?
P. No creo que ningún Gobierno, por razones obvias, se atreva a ello, además de ser difícilmente justificable en términos sociales.
R. Bueno, pero entonces de qué tipo de indiciación estamos hablando. Dónde está la justificación moral y la eficacia de las medidas. Hay que ser honestos y realistas y, por supuesto, para responder a lo que sugerías antes, abarcar toda la vida laboral en el cómputo de la base reguladora de forma que las pensiones sean lo más contributivas posible.
P. Cuando habla de aumentar las bases imposibles para pagar las pensiones, ¿también incluye la creación de nuevos impuestos finalistas?
R. Doctores tiene la agencia tributaria. Pero yo hablo de recargo sobre el IVA o sobre el IRPF. Recargos, hay que decirlo, que deben ser transitorios y que con el tiempo desaparecerían. El sistema espera en unos pocos años la entrada masiva de los ‘baby boomers’ y toda la recaudación adicional debe ir a mejorar la solvencia del sistema.
P. ¿Incluidos los robots?
R. La Seguridad Social española es de estirpe continental. Es un seguro profesional basado no en la mera ciudadanía sino en la actividad laboral. Y si empezamos a poner impuestos a los robots, es como si pusiéramos un impuesto al valor que generan los ordenadores, que están presentes en las empresas desde hace décadas. Los robots hoy no tienen pies, tienen alas, y como les gravemos excesivamente volarán. Se puede discutir de forma transitoria, pero creo que la base, en un sistema contributivo, debe ser la actividad laboral de los futuros beneficiarios.
P. ¿Pagarán los inmigrantes, con su trabajo, nuestras pensiones?
R. Los inmigrantes ya están pagando cotizaciones que se utilizan para pagar nuestras pensiones. Pero claro, los inmigrantes también generan derechos por cada céntimo que pagan, y no vamos a dejar de tenerlo en cuenta. Esos derechos habrá que satisfacerlos. España tiene acuerdos con prácticamente todos los países del mundo, y está obligada a pagar las pensiones de quienes hayan cotizado dentro de nuestras fronteras. El problema es que las pensiones que cobrarán los futuros inmigrantes, o los niños que hoy nacen y que trabajarán dentro de 20 o 25 años, van a ser mayores que las de sus padres y por lo tanto eso es pan para hoy y hambre para mañana. No podemos pretender que oleadas cada vez mayores de inmigrantes o de niños resuelvan los problemas de cada generación porque entonces acabaremos creando un esquema piramidal, un esquema Ponzi. O poblando el planeta con 22.000 millones de almas cuando solo caben 11.000 millones, que es su ‘carrying capacity’. Pensar en los inmigrantes es absolutamente falaz.
P. ¿Por qué han fracasado en España los sistemas complementarios, sobre todo los individuales?
R. Ahora hay unos ocho millones de partícipes en los sistemas individuales, y hace 30 años no había nadie. Pero es verdad que los patrimonios ahorrados son insignificantes. Son 12.000, 13.000 o 14.000 euros en términos medios y con eso no se puede hacer nada más que cobrarlo de una vez y que te peguen un pequeño palo en Hacienda. La fiscalidad es diferida, no estamos hablando de un regalo fiscal, y lo que queda te lo gastas en el dentista y se acabó. En los planes de empleo tenemos dos millones de cuentas de partícipes que se corresponden con otros tantos trabajadores, capitales muy pequeños, de apenas 30.000 euros por cuenta. Es verdad, no ha funcionado, por decirlo suavemente.
. ¿No habría que hacer cambios legales para que fuese obligatorio que las empresas tuvieran planes de pensiones para sus empleados?
R. En muchos países existe esa obligatoriedad. En Inglaterra han puesto en marcha un sistema ingenioso que está dando resultados fantásticos que es la adscripción por defecto. En el momento en que un trabajador entra en la actividad, incluso autónomos, se incorporan a un plan de pensiones. A los seis meses pueden decidir si se van o no y cada tres años también se les da esa opción, mientras tanto se les atan las manos a la espalda y no pueden irse. El resultado es que de los once millones de afiliados que ha logrado el sistema en los últimos años tan solo se ha ido uno de cada diez. Es un éxito sin paliativos. Las pensiones ya están subiendo en el Reino Unido gracias al exitazo del sistema de ‘auto-enrolment’. Podríamos importarlo en España. ¿Obligatorio? En muchos países lo es si tu empresa está en un sector industrial o de servicios que tiene ya un plan. En España, es complicado porque mucha gente cuenta con que la pensión pública le reponga el 80% del último salario. Y eso no da margen para la previsión, pero yo traería a colación el caso de Euskadi, donde la previsión social complementaria es muy importante y los responsables y los agentes sociales remarcan que no se trata de que sea complementaria, sino de generar 20 puntos del último salario para ti, independientemente de lo que haga la Seguridad Social.
P. No parece que el clima político sea el mejor para hacer reformas.
R. Es que yo no veo la política en esto. Yo lo que veo es a las partes sociales. Para desarrollar un pilar complementario lo que tiene que hacer la política es remover obstáculos y dar algunas facilidades. No hay ningún país en que no haya diferimiento fiscal. No nos están regalando nada con el tratamiento fiscal. Ningún país somete a doble imposición a la misma renta. Esto debe resolverse con una iniciativa autónoma de las partes sociales. La política no tendría que hacer nada. No hace falta invocar consensos entre partidos, ni siquiera el Pacto de Toledo, para desarrollar una previsión social complementaria.
P. ¿Le gusta el formato del Pacto de Toledo?
R. Todavía estamos esperando las actas de la última reunión y ha pasado casi un año. Llegaron las elecciones y todos dijeron: disparen a matar, políticamente hablando, y hasta hoy. No sé si confiar, qué quiere que le diga.
P. ¿Y la idea de separar Trabajo y la Seguridad Social, le parece acertada?
R.En un sistema productivo moderno hay varios eslabones críticos, uno de ellos es la formación, para el desempeño laboral. El segundo de los eslabones es el mercado de trabajo y el tercero la jubilación y todos están estrechamente vinculados. La educación está separada, administrativamente, del mercado de trabajo, quizá demasiado, pero está bien que se reparta en dos ministerios, aunque las pasarelas deberían estar mejor establecidas. Es cosmético que haya un Ministerio de Trabajo y otro de Seguridad Social, lo importante es que las tareas se desempeñen bien. Y si hablamos de pensiones, tengo mucha confianza en su titular y en su equipo. Me gusta que la Seguridad Social integre ahora a las clases pasivas, un régimen, por cierto, galdosiano y bastante opaco, que está en extinción, aunque puedan faltar más de 70 años hasta que fallezca la última afiliada que ingresó al sistema antes de 2011 (las chicas viven más).
P. ¿Eso que se ha llamado la devaluación salarial no es el mayor ataque a la Seguridad Social?
R. Hay fórmulas más contundentes de acabar con la Seguridad Social, y es no tomar medidas o tomarlas equivocadas. No había muchas alternativas para salir de la crisis y encontrar un elemento de competitividad. Como no podemos basar nuestra competitividad en la I+D+i, que la estamos degradando, ni en la calidad de nuestro sistema formativo, pues entonces tenemos que basarla en depreciaciones reales. Los salarios, afortunadamente, están mejorando. El problema es que, en España, de los 3,3 millones de empresas que tenemos, tres millones son meras ‘tiendas de regalos’ que no están insertas en cadenas de suministro dignas de tal nombre y que no solo no tienen ninguna capacidad de innovación, sino que tienen que emplear a físicos nucleares para hacer tareas administrativas, lo que dice muy poco de nuestro sistema formativo. Hay mucho por hacer para aumentar la productividad, los salarios, y, por lo tanto, las buenas pensiones.
P. ¿Cómo afecta la longevidad a las pensiones? ¿Habría que integrar el gasto en dependencia en el sistema?
R. La ley de 2006 fue una buena ley, y gozó de un amplísimo consenso. El problema es que no traía ficha financiera. Las leyes en España no se evalúan ex ante y la dependencia fue la principal perjudicada por la larga crisis. El resultado es que el sistema lo tenemos hoy muy en mantillas, cuando la contingencia del siglo XXI es la dependencia. Detrás de un jubilado habrá un dependiente con una probabilidad creciente con la edad. Y en muchos países lo que han hecho es hacer un seguro de dependencia que requiere cotizaciones extra porque no hay dinero. Nos costaría unos 20.000 millones de euros, que, por cierto, es lo que nos gastamos en viudedad y orfandad, que son prestaciones y contingencias del siglo XIX. Muchos países no tienen pensiones de viudedad, lo que hacen es dar un capital único al fallecimiento de unos de los ganapanes del hogar. El estrés financiero que provoca un fallecimiento no se resuelve con 300 o 500 euros al mes, sino 3.000 o 6.000 euros de golpe. Hoy, hombres o mujeres, que se queden viudos van a generar su propia pensión de jubilación, y, por lo tanto, la de viudedad, es redundante. En muchos países no hay. ¡Ojo!, Herce no está diciendo que haya que suprimir las pensiones de viudedad, Herce está diciendo que nos fijemos en lo que hacen otros países mucho más avanzados que nosotros y resuelven el problema mucho mejor que nosotros.
P. Pero eso sería lo mismo que sacar a la viudedad fuera del sistema contributivo…
R.No, no, no, porque la viudedad es una prestación contributiva. Y no admitiré un decreto ley que diga que la viudedad ha dejado de ser contributiva. Se cotiza por ella en “contingencias comunes” y no me vale sacarla del horno caliente de la Seguridad Social para meterla en el horno ardiente de los Presupuestos Generales del Estado. Lo que digo es que hay que repensar la viudedad, porque no hay nada peor que sobrevivir a tus ahorros. Esa es la peor de las pobrezas.