Ni todo el problema del envejecimiento de la población española se puede reducir al aumento del gasto en pensiones, porque, por ejemplo, también elevará el coste del sistema sanitario; ni solo es un problema de gastos. Una sociedad con una edad media superior cambiará sus patrones de consumo, su aversión al riesgo en las inversiones o algo fundamental para sostener un Estado del bienestar, reducirá la productividad media. Es decir, el envejecimiento también es un problema de ingresos. Al menos así lo empiezan a alertar cada vez con más frecuencia las autoridades económicas, tanto nacionales como internacionales. Aunque también hay voces que lo niegan.
En España el problema de la productividad es muy complejo. Tiene mucho que ver con el reducido tamaño de las empresas, los mejorables niveles de formación, los sectores económicos punteros de escaso valor añadido o la baja innovación en las empresas. Sin embargo, según el Banco de España estaría también anclado en una concentración de la población activa en tramos de edad superiores a los 40 años.
De un lado, el BCE recuerda que la tasa de dependencia, la proporción de personas de más de 65 años sobre los de entre 16 y 66 años, se incrementará entre 2016 y 2070 en la zona euro en su conjunto. El Banco de España espera que en España se duplique hasta el 50% en 2050. El grueso de este aumento se materializará en las dos próximas décadas, a medida que la generación del ‘baby boom’ entre en la edad de jubilación.
Ante esta proyección, el BCE insiste en que “el envejecimiento de la población también puede tener importantes repercusiones macroeconómicas adversas, por ejemplo, para la productividad, la población activa y el tipo de interés real de equilibrio”. En este mismo sentido, el Banco de España también precisa que “es previsible que los cambios demográficos afecten a las pautas de consumo y de ahorro, y tiendan a reducir el crecimiento de la productividad”.
En el caso de España, los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) muestran que, al menos, tanto la ocupación como el desempleo están focalizados en el segmento de población de los 40 a los 50 años. Es algo lógico porque para empezar el porcentaje de activos de más de 45 años sobre el total ha pasado del 31,6% en 2007 al 44,9% en el primer trimestre de 2019.
Más aún, el tramo de edad entre los 40 y los 49 años acumula el 31% de los ocupados y el 25% de los desempleados, cifras que van disminuyendo hacia edades inferiores. Desde BBVA Research resumen el por qué de esta concentración. Fuentes de la entidad recuerdan que la población en edad de trabajar de menos de 45 años comenzó a menguar al inicio de la crisis y continúa descendiendo –ha caído en más de 3 millones de personas–, de modo que hay gente que se fue al paro con menos de 45 y regresó al empleo con más. Y al mismo tiempo, simplemente hay un envejecimiento de la población que hace que el número de ocupados de más de 45 vaya aumentando más que el de los más jóvenes.
Otras cifras dentro de la EPA apoyan este análisis. Antes de la crisis, al cierre de 2007, la concentración de ocupados se localizaba en los segmentos de edad entre los 25 y los 39 años: de 30 a 34 años, un 16% del total; de 35 a 39 años un 14,8%; y de 25 a 29 años, un 13,8%. Sin embargo, en 2019 estos segmentos se han desplazado hacia edades superiores: de 40 a 44 años un 16%; de 45 a 49 años, un 14,9%; y de 35 a 39 años, un 13,8%.
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