2,31 trabajadores sostienen hoy a cada pensionista, pero la mejor ratio desde 2012 ya no equilibra el sistema

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Los expertos establecieron, hace años, una línea roja para la sostenibilidad del sistema de pensiones: no podía haber menos de dos trabajadores por cada pensionista o se colapsará el sistema. En los peores momentos de la crisis, se llegó a temer por esta ratio, y aunque en algunas comunidades autónomas lleva años sin cumplirse, nunca llegó a caer a nivel nacional.

El cierre de 2017 fue el más crítico, con 2,09 afiliados a la Seguridad Social por cada ciudadano percibiendo una pensión. Pero desde entonces, gracias a la recuperación del mercado laboral, ha ido corrigiéndose. Esa ratio está hoy en 2,31 trabajadores por cada pensionista -que no por cada pensión-, la cifra más alta de los últimos siete años. Debería suponer un respiro para las maltrechas cuentas de la Seguridad Social y, sin duda, un alivio para el Ejecutivo en funciones de Pedro Sánchez… Pero no exactamente.

Y es que las cuentas ya no salen de la misma manera que antes. Dos factores hacen que esa ratio haya quedado desfasada como garante de la sostenibilidad del sistema: por un lado: el demográfico, con cada vez menos nacimientos y una mayor esperanza de vida y con la generación del baby boom a punto de jubilarse. Y el segundo, el ritmo al que engorda la factura de las pensiones. Ayer mismo conocimos el último dato, otros 9.700 millones en julio, un nuevo récord histórico.

Por partes, el gasto en pensiones está pulverizando récords mes a mes. Encadena 43 meses consecutivos de subidas por encima del 1%. Pero en lo que va de año, en 2019, los incrementos están siendo mucho más altos. Los motivos, la última revalorización aprobada por el Ejecutivo, del 1,6%; los préstamos para el pago de las extras, y la entrada de nuevos prestatarios al sistema.

Y es que el sistema está soportando más pensiones que nunca, pero también las más altas de la historia. En concreto, el sistema de Seguridad Social abonó en julio 9.756.142 pensiones, un 1,23% más que en el mismo mes del año pasado. Y su coste fue de 9.681,51 millones, un 5,03% más que en julio de 2018.

La pensión media se acerca poco a poco a los 1.000 euros [aquí se incluyen todas las pensiones contributivas: las de jubilación, incapacidad permanente, las de orfandad y las de viudedad].En julio ha sido de 992,35 euros. Y la más alta, la de jubilación está ya en 1.139,83 euros mensuales de media. Si atendemos sólo a los nuevos jubilados, a quienes están entrando ahora en el sistema, la media de sus pensiones es incluso superior: 1.338,43 euros.

Al encarecimiento de las cuantías y al aumento del número de pensiones que se produce mes a mes, hay que sumar además los créditos que el sistema ha tenido que solicitar para abonar las pagas extra de los pensionistas, en verano y diciembre, ya que la llamada hucha de las pensiones, ya no puede hacerles frente al estar casi vacía.

A cierre del primer semestre del año, la deuda de la Seguridad Social superaba ya los 48.700 millones de euros tras aumentar un 40% sólo en lo que va de año por los mencionados préstamos. Si hablamos puramente del coste de las pensiones, la factura desde 2008, en pleno estallido de la crisis, se ha encarecido un 57,7%.

Aunque el mercado laboral todavía no ha terminado de recuperar lo perdido en la crisis -se destruyeron 3,8 millones de puestos de trabajo-, sí que ha experimentado una mejoría notable en los últimos años. En el pasado mes de julio se logró un récord de 19,5 millones de afiliados, una cifra histórica, que vino acompañada de una clara ralentización en el mercado laboral, con la menor caída del paro de los últimos 11 años.

La generación del ‘baby boom’

Este aumento no es suficiente sin embargo para equilibrar las cuentas del sistema, ante el ritmo de entrada de nuevos pensionistas, cada vez más longevos, y sobre todo del alza en las pensiones. La situación, además, va a ir a peor, según las previsiones demográficas. Y es que el sistema de la Seguridad Social se enfrentará ya a partir del año que viene, pero sobre todo desde 2022 y 2023, a su particular espada de Damocles, la jubilación de la conocida como generación del baby boom, casi seis millones de trabajadores que nacieron entre mediados de los años 50 y los 80 y que hoy tienen entre 55 y 65 años.

Así, España se plantará en 2050 con unos 15 millones de pensionistas con una esperanza de vida, además, que poco tendrá que ver con la de sus generaciones precedentes, y sin que la tasa de nacimientos en el país pueda compensar dicha subida.

Ante este escenario de una población cada vez más envejecida, organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) han recomendado a España incorporar paulatinamente a su mercado laboral población inmigrante. En concreto, hasta «5,5 millones de personas hasta 2050, partiendo de la base de que el 90% de esa migración se encuentra en edad de trabajar» y así se corregiría sensiblemente la tasa de dependencia de la Seguridad Social.

“Otoño caliente” de los pensionistas

Cuando la legislatura eche a andar, los parlamentarios tendrán que afrontar -esta vez en serio y con urgencia- la reforma en profundidad del sistema de pensiones. Pero mientras tanto, los pensionistas preparan un «otoño caliente» de movilizaciones. Han convocado una gran manifestación para el 16 de octubre en Madrid -los promotores vascos quieren reunir a las cerca de 270 asociaciones de pensionistas del país- ante la inactividad del Gobierno.

Están además, muy molestos con el hecho de que el presidente en funciones, Pedro Sánchez, no haya incluido al colectivo dentro de su ronda de contactos veraniega con representantes de la sociedad civil. Exigirán la creación de mesas de diálogo extraparlamentarias para abordar la reforma de las pensiones, además de vincular por ley la subida anual al IPC.

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