Se está generando lo que puede ser llamada como la paradoja de la longevidad donde, la mayor esperanza de vida puede superar (con creces) el dinero con el que se disponga en esa fecha. En este contexto, se pone sobre la mesa la necesidad de ver si seremos capaces de ahorrar lo suficiente, no ya para un escenario donde lleguemos a los 85 años, sino a los 90 o 100. Parece que dar con una solución va más allá de mirar a las tablas actuariales para realizar los cálculos necesarios.
Trabajar durante más años y retrasar el disfrute de las pensiones parece ser una de las posibles soluciones. Un estudio en Estados Unidos mostraba como, el 18% de los trabajadores menores de 50 años, manifestaban su intención de no jubilarse jamás. Sin embargo, el 50% de los que se retiran dejan su trabajo antes de lo deseado por causas de salud o al ser despedidos de sus trabajos. Otras soluciones, pasan por estrategias centradas en la reducción de las cantidades a recuperar con el fin de que se aumente el plazo de esos cobros. El 54% de esos asesores ya lo están recomendando a sus clientes. Las llamadas “anualidades” parece generan mejores resultados que otros planes que impliquen otros productos como los bonos (aunque peores que la renta variable), como forma de protección ante la posibilidad de vivir más de lo calculado y agotar los recursos disponibles. Sin embargo, en un entorno de bajos tipos de interés, y dados los honorarios y comisiones junto al tratamiento fiscal que tienen, puede que hagan que estos productos no sean adecuados para todos y respondan más al propósito de realizar una cobertura contra la longevidad, y no como una forma de generar rentabilidad.
Y es en este contexto cuando las tontinas pueden llegar a desempeñar un papel interesante de cara a plantear opciones a futuro para planificar la jubilación. Cuando se invierte en una tontina se obtiene un beneficio adicional: ingresar dinero a medida que otros fallecen. Es decir, la reducción natural del número de beneficiarios supone un reparto de las cantidades remanentes entre los que siguen vivos. No se quedan en manos de la compañía de seguros ni pasan a los beneficiarios, sino que se añaden a la bolsa general de la que se nutren el resto de supervivientes. Gráficamente y bajos los supuestos indicados, puede verse como los pagos aumentan a medida que hay menos participantes entre los que repartir.
Pese a lo macabro del tema, varios economistas, académicos y expertos financieros están intentando impulsar estos productos. Aunque están prohibidas en varios Estados de EEUU por temas del pasado (no relacionados con la jubilación), y que precisan también de una regulación al respecto, países como Japón o Suiza, ya cuentan con algún producto similar.
De aparecer una regulación específica y ahora que se cuenta con una tecnología como Blockchain, las tontinas podrían suponer una nueva alternativa para gestionar el riesgo de la longevidad. Con Smart Contracts y el uso de Blockchain, se podría trazar perfectamente si un integrante de la tontina permanece vivo o no, mientras que se verificaría si las cantidades aportadas se gestionan correctamente, aportando mayor transparencia y seguridad a todo el proceso.