Sumergida ya en una crisis económica que se vislumbraba hace unos meses y se ha confirmado con la pandemia de coronavirus, Europa se expone a otro tipo de desafío que permanece latente, difuminado entre los problemas más acuciantes a corto plazo: ¿cómo lograr que la población pueda disfrutar de una jubilación sin problemas? Se trata de una pregunta para la cual los Estados aún no han desarrollado una respuesta adecuada.
Es la opinión de Larry Fink, presidente y fundador de BlackRock, que hace referencia a lo que denomina como “crisis silenciosa”, la imposibilidad de los Gobiernos para reducir las desigualdades en la población y conseguir acumular el capital necesario para pasar sus últimos años sin estrecheces. Un problema que afectará a Europa con dureza, pero del que tampoco escaparán China y EEUU, que actualmente se disputan la hegemonía mundial.
Según Fink, que expuso su teoría en la Conferencia Internacional de Banca, los Estados se han despreocupado de asegurar que los ciudadanos pueden tener una vida digna tras la jubliación en un contexto en el que va tomando una mayor importancia a alargar su esperanza de vida y aumentar el cuidado a la salud. Un crecimiento que, expresaba el empresario, no encuentra contrapartida en el plano económico.
“Cada vez queremos vivir más tiempo, pero no nos planteamos cómo vamos a mantenernos económicamente en nuestra vejez“, asegura Fink, que criticaba la “prudencia” de los europeos, que no suelen apostar por inversiones en planes a largo plazo y son más partidarios de limitarse a depositar el dinero en su cuenta corriente.
En opinión de Fink, esta percepción tan conservadora de la economía también afecta a los mecanismos del sector empresarial, que en Europa no han sabido hacer florecer grandes conglomerados por ese miedo a la inversión, por esa tendencia a la prudencia.
La proyección de Fink es que, en caso de que esta falta de planificación de las finanzas personales no se solucione, llevará a una nueva crisis (que ya se gesta, por eso lo de ‘silenciosa’) y que afectaría muy negativamente al consumo en los próximos años.
Junto a Fink compareció la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, que no dudó en insistir en la necesidad de un nuevo “contrato social” para reducir la desigualdad entre los que tienen recursos y las personas que están más desprotegidas. Botín ha llamado a la colaboración entre el sector público y el privado, ya que depende también de los Gobiernos “la transformación de la economía”.