UN EFECTO CASI INMEDIATO DE LA PANDEMIA. “NOS QUEDAMOS SIN NIÑOS”

Las estimaciones que hay hablan de una caída entre el 8 % y el 9 % de la fecundidad debido a la COVID-19.

 

Llevamos 30 años con una fecundidad bajísima. Si caen un 25 % los nacimientos, como las primeras estadísticas de algunos hospitales están apuntando, podríamos alcanzar, por primera vez en nuestra historia, una tasa de fecundidad por debajo de la unidad (más defunciones que nacimientos).

 

La historia revela que situaciones extremas como las vividas durante conflictos bélicos provocaron, tras el periodo de contención, una “explosión de natalidad”. De hecho, el término ‘baby boom’ empezó a usarse en los años cuarenta del siglo XX a raíz del aumento en el número de nacimientos tras la Segunda Guerra Mundial y hasta el año 1964.

Esto es algo que, en cambio, no ven probable los expertos que ocurra en España porque la sociedad es ahora muy distinta y las razones por las que antes se tenían hijos han cambiado por completo. También son diferentes las expectativas de la mujer en sociedad y los ideales de los futuros padres, quienes a día de hoy disponen de medidas para «planificar» la fecundidad hasta que llegue el momento que estiman como «idóneo».

 

Aún no hay estadísticas oficiales sobre el impacto de la COVID en la natalidad porque los últimos datos publicados por el INE el pasado 26 de enero se corresponden con el primer semestre de 2020 y, por tanto, con embarazos pre-pandemia. No obstante, esos datos ya revelan un descenso del 4,2 % en el número de nacimientos respecto al mismo periodo del año anterior. Cuando el INE publique los datos del segundo semestre de 2020 y, sobre todo, los de los primeros meses de 2021, será posible aproximarse la incidencia en España. De momento, lo único que hay son estimaciones y pronósticos negativos.

Las razones que están detrás detrás del inminente descenso de la natalidad enmarcado en la pandemia son múltiples, pero es la inseguridad económica la que se alza como principal obstáculo para las parejas en la decisión de traer o no un hijo al mundo. No hay que obviar, recuerdan los expertos, el hecho de que buena parte de las mujeres en edad fértil pertenecen a una generación castigada por dos crisis.

 

Muchas parejas están retrasando su decisión de tener un hijo y esto, cuando la edad media a la que se tienen hijos en España es tan alta (por encima de 32), va a su poner que muchas parejas no lleguen nunca a tener un segundo hijo o que, incluso, no tengan ninguno.

También es posible que algunas parejas estarán prorrogando el embarazo por el temor al contagio, por las consecuencias que pudiera tener la COVID-19 en los bebés o por las circunstancias hospitalarias, que hacen aún más difícil el “parto respetado” que muchas mujeres demandan.

 

Los nacimientos por reproducción asistida constituyen el 9 % de la natalidad en España. Cuando se conozcan las estadísticas de natalidad mes a mes, ese porcentaje se va a notar seguro. Hay gente que puede prorrogar su maternidad porque es joven, pero otros no. Mujeres que rondaban ya los 40 años cuando saltó la pandemia no se les puede decir ‘espérate dos años a que esto pase.

 

También pueden afectar la situación social, el aumento en los niveles de estrés y la falta de contacto físico, factores que pasan factura en las relaciones de pareja y hacen que la vida íntima se vean resentida, aunque la incertidumbre es ahora el mayor enemigo de la fecundidad. A medida que van pasando los meses, la situación de incertidumbre y de precariedad es una constante y eso evidentemente genera un impacto en la decisión de tener hijos.

 

Del mismo modo, los movimientos migratorios, que son un factor de rejuvenecimiento de las poblaciones, también cayeron un 28,9 % en comparación con 2019, y, previsiblemente, lo seguirán haciendo debido a la actual crisis.

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