La gente ha salido del ‘shock’ con muchas ganas de trabajar, de abrir sus negocios, de vender. Pero aún no sabemos si el mercado responderá, si las compras y ventas funcionarán con algo de alegría. Las perspectivas a corto plazo parecen muy buenas, pero quizás estamos viviendo un efecto reflejo en el que tras salir del ‘shock’ las personas con negocios vuelven con muchas ganas, pero los alquileres, los gastos, los proveedores, todo eso hay que seguir pagándolo y muchos vienen con tres meses de pagos atrasados. Aunque los gastos fijos estén aplazados, hay que pagarlos. Es una cadena. El arrendador que ha perdonado el pago del local tiene muy buena voluntad, pero tiene que comer y necesita cobrar pronto. Tras el subidón de estos primeros días, chocaremos de frente con la realidad. Sin contar con un indeseado, aunque probable rebote sanitario, puede venir un desastre económico sin precedentes, pero no lo notaremos hasta octubre.
Ahora todos somos solidarios, colaboramos, nos queremos y tiramos del mismo carro, pero si pasan los meses y no me pagan el alquiler, al final no me queda otra que desahuciar.
También es cierto que hay dos categorías de negocios: las grandes empresas y las pymes. 3.000 personas despedidas de golpe de la Nissan llama mucho la atención, pero estamos ciegos ante el medio millón de autónomos que han cerrado sus negocios y no volverán a abrir. Cuando eres un autónomo o una pyme, eres simplemente un número, y si vas despidiendo a la gente de cuatro en cuatro a nadie le importa. Pero si vas sumando, te sale una previsión de despidos en las pymes de 1,5 millones de personas
Entre junio y julio termina el estado de alarma, y a mediados de julio y agosto llegan las vacaciones, al menos el 50% de los contratados y el 100% de los funcionarios tienen sus vacaciones intactas y las querrán disfrutar. El verano, pues, ralentizará el encuentro de nuestro mercado laboral con la realidad y viviremos en estos meses un falso espejismo. Las zonas turísticas quizás aguanten mejor de lo esperado, pero nadie duda de que con la caída del turismo extranjero nos plantaremos en un octubre terrorífico pues en ese sector hay muchas personas que trabajan fuerte seis meses (“hacen el agosto”) y los otros seis meses van aguantando, y en octubre estas personas comenzarán sus seis meses flojos sin haber ahorrado casi nada.
Septiembre será duro, pero octubre será más duro aún, la caída será muy gorda y saltarán todas las alarmas. En octubre empezarán los dramas serios: arrendatarios que no pagan a su arrendador, proveedores que no sirven mercancía porque el cliente debe varios pedidos, y en esa cadena rápidamente iremos cayendo por el precipicio. Octubre será el mes de los impagos. Quien ya tiene problemas ahora, en octubre estará mucho peor, y ahí ya entraremos en una fase terrible en cualquier crisis: cuando el trabajador o el empresario se rinde y dice “me da igual a cuánto asciendan mis deudas, no tengo ni un duro en la cuenta y no voy a pagar“.
En noviembre, tendrá que venir Europa a rescatarnos y Europa nos hará pagar sus ayudas, porque al final, cuando tenga que prestarnos dinero y hacernos un rescate encubierto, nos exigirá condiciones duras pues tiene experiencia en que no somos de fiar. Y además seguramente nos encontremos con una subida del IVA de dos y tres puntos, y subidas de cuatro y cinco puntos en los impuestos de sociedades. En economías fuertemente endeudadas como la nuestra -la deuda pública ya equivale al 98,3 % del PIB- disponer de una amplia masa de ahorro doméstico es un importante mecanismo estabilizador pero la ausencia de una fiscalidad estable también frena la inversión, pues impulsa a ahorradores e inversores a deslocalizar su capital a otros países con políticas económico-fiscales más amigables.
Entre el miedo a una subida general de los impuestos y el endurecimiento del despido, no hay duda de que se van a acelerar los ERE próximamente.