Hasta ahora la tendencia natural era la de la prejubilación pero progresivamente pasaremos a otra dinámica que tienda a potenciar las carreras más largas
Parte de nuestro futuro se encuentra en la respuesta de la pregunta fundamental: ¿qué hacemos con el talento sénior? Pues aprovecharlo, sin duda alguna, ¿qué otra respuesta cabría en una sociedad que los/nos necesita?
Vamos a tener que trabajar más años, nos guste o no. Las razones son bien conocidas: la esperanza de vida se alarga y las finanzas de las pensiones están como están. La edad de jubilación subirá progresivamente hasta los 67 años pero no parece prudente, por ahora, elevarla más. Lo sensato sería incentivar carreras laborales más largas, en su caso, para aquellos que puedan y deseen. Pero más allá de las cuestiones de pensiones, vamos a tener que trabajar por otras razones más asociadas a necesidades de un mercado de trabajo en el que la mano de obra joven escaseará.
La sostenida caída de natalidad – sobre todo en los países del sur europeo – han marcado nuestro destino : sistemática y progresivamente, la incorporación de jóvenes al mercado de trabajo irá reduciéndose y mermándose a marchas forzadas. La suerte está echada, el mercado de trabajo se tensionará paulatinamente debido a una simple razón cuantitativa, pues los jóvenes se irán convirtiendo en un recurso crecientemente escaso..
La inmigración tiende a equilibrar esos balances negativos, aportando los trabajadores y población que precisamos y nos guste o no, es la única alternativa que tenemos a día de hoy para una sociedad que envejece a marchas forzadas. Solo un fuerte incremento de la productividad podría permitirnos el conseguir que con menos personas en el mercado laboral pudiéramos producir suficiente renta y servicios para todos. Pero, incluso aunque consiguiéramos una razonable gestión de la inmigración y un incremento de la productividad (hasta ahora huidizo), nos seguirían faltando jóvenes.
Las tensiones ya han llegado a muchos otros oficios, como agricultura, construcción, hostelería, logística y transporte. Se prevé que las demandas de empleo no cubiertas se harán más y más frecuentes. Los jóvenes escasearán, mientras que la legión de los baby boomers se encuentrasn en su mayoría en plena forma física y mental.
Si hasta ahora, la tendencia natural de las empresas, los sindicatos y hasta los propios trabajadores, era la de la prejubilación progresivamente pasaremos a otra dinámica que tienda a potenciar las carreras más largas. Ya no funcionará aquello tan habitual de sustituir los contratos antiguos y caros por los nuevos más baratos, porque las tornas han cambiado.
Las empresas tenderán a cuidar a su talento sénior y eso será bueno para la empresa, el trabajador y la propia sociedad. Para el trabajador porque muchos de ellos se encuentran en plenitud de forma y motivados como para que sean enviados prematuramente a casa. Para la empresa porque dispondrá de mayor estabilidad y rentabilidad de un talento formado y comprometido. Y, para la sociedad, porque mantendrá su capacidad productiva atemperando las tensiones del mercado laboral.
Para conseguirlo, debemos aunar esfuerzos para reformar el actual sistema de jubilación en uno flexible, activo, parcial con normas laborales que permitan mayor flexibilidad que los actuales contratos de relevo y compaginar el trabajo con la pensión. La diversidad generacional, el talento sénior y el factor edad se convierten en absolutas prioridades para nuestro futuro social y económico, debemos ponernos a ello. Y las empresas deben ser las primeras en predicar con el ejemplo abordando el fenómeno de la diversidad generacional.
El reto es enorme, pues tendremos, además, que ganar en productividad, si queremos mantener el nivel de vida en nuestro país, y la productividad se consigue incrementando el valor de lo que se produce y por la innovación, automatización y digitalización, palabras que ya no asustan, sino que motivan a los séniors en activo.
Fuente: The Objetive ¿Qué hacemos con el talento sénior?, por Manuel Pimentel (theobjective.com)