La SS se puede considerar como una especie de compañía de seguros (PÚBLICA, eso sí).
A esta compañia pertenecen OBLIGATORIAMENTE todos los trabajadores que pagan todos los meses, entre el propio trabajador directamente y su empresa, una “cuota” (la “cuota” de ese seguro) para pertenecer a dicha aseguradora. Esa “cuota” se calcula sobre la Base de Cotización (BC) que está íntimamente relacionada con su salario (a más salario mayor cotización y por lo tanto mayor cuota mensual). De esta forma se pertenece al “club” de la SS.
Esta compañía de seguros, la SS, presta unos servicios a sus asegurados cuando los necesiten por no tener ingresos del trabajo (lo que se llama “contingencia asegurada”: fundamentalmente el “seguro” de DESEMPLEO (“el paro”), el de INCAPACIDAD laboral y el de VEJEZ, éste último se llama PENSION CONTRIBUTIVA de JUBILACIÓN y es una renta vitalicia desde que se alcanza una determinada edad. Si la contingencia asegurada (desempleo, incapacidad o jubilación) no se produce NO se cobra nada. Ni más ni menos que cualquier otro seguro (de vida, del hogar, de accidentes,…).
El que tiene mayor sueldo paga mayores cuotas y tendrá también mayores prestaciones económicas (por eso se dice que es “CONTRIBUTIVO“) pero los que tienen un sueldo muy bajo tienen unas prestaciones mínimas superiores a las que realmente les correspondería por lo que han pagado (por eso es un sistema “SOLIDARIO“) financiadas por los que han cotizado más tiempo o por unas cuotas más altas.
Son las contribuciones de los trabajadores -de una forma casi oculta para muchos ya que se les retiene y se ingresa directamente en la SS- las que al cabo de los años y por pertenecer al “club” de la SS se convertirán en el derecho a recibir su propia prestación. Puede clarificar mucho la situación la forma de financiación entre las prestaciones contributivas (financiadas con parte del sueldo de cada trabajador) y las no contributivas, que en realidad son ayudas asistenciales y no prestaciones propiamente dichas y que se financian con los impuestos de todos. Se resalta así el principio contributivo pues es el propio trabajador el que contribuye con parte de su salario a la futura prestación.
Como hay muchos asegurados, se mueve mucho “dinero” (tanto en ingresos de las cuotas como gastos en las prestaciones), y lo que se hace es que cada mes se pagan las prestaciones de cada mes con los ingresos de los cotizantes de ese mes, y por eso se dice que es un sistema DE REPARTO entre los “asegurados”: por ejemplo, yo pago las pensiones de los ya jubilados y mi pensión la pagarán los que estén trabajando entonces. Así pues NO se “guardan” los ingresos en una “caja”, que podría desaparecer si está mal gestionada. En definitiva NO es un sistema de CAPITALIZACIÓN individual (pública o privada) en el que cada uno guarda sus propias cotizaciones para pagar sus futuras prestaciones, ya que esto sería menos SOLIDARIO (los que menos ganan cotizarían muy poco y sus prestaciones serían demasiado bajas). Cuando hay más gastos mensuales que ingresos el Sistema entra en DÉFICIT.
Desde el año 2000 los superávits de la SS se “guardan” en una hucha (“la hucha de las pensiones”) llamada FONDO DE RESERVA DE LA SS (FRSS) para cuando vengan “mal dadas”. En realidad como las prestaciones de cada mes se pagan con las cotizaciones de los trabajadores de cada mes el FRSS sólo es un colchón de seguridad. El dinero del FRSS está invertido en DEUDA del Estado que aunque menos rentable que “jugárselo en la Bolsa” es más seguro pues si el Estado quiebra ya no nos importaran ni las prestaciones de la SS ni casi nada más que sobrevivir el día a día como buenamente (¡o malamente!) cada uno pueda.
El Estado (es decir, TODOS: trabajadores o no, niños y abuelos, empresas, administraciones,…) es al menos “contablemente” INDEPENDIENTE de la SS. Hasta que se firmó el PACTO DE TOLEDO (1995), el Estado “echaba mano” del superávit de la SS para complementar sus ingresos provenientes de los IMPUESTOS (IRPF, IVA, Sociedades,…) y hacer frente a sus “gastos” (enseñanza, sanidad, inversiones y obras públicas, seguridad,…). Era una especie de “expropiación” del patrimonio de los TRABAJADORES para el bien común de TODOS (trabajadores o no). Al Estado “le viene bien” que exista la SS (en realidad la SS es un “invento” del propio Estado allá por finales del siglo XIX) pues de lo contrario habría un problema social al llegar, por ejemplo, a la vejez, ya que el ser humano no suele ser dado (o no puede) a ahorrar y estaríamos abocados a la pobreza absoluta al llegar a esa edad. Para casos de verdadera necesidad están las ayudas denominadas NO CONTRIBUTIVAS (para quienes no han cotizado, o lo han hecho muy poco, a la SS) que paga directamente el Estado en sus Presupuestos Generales y no de la caja de la SS.
También hay que indicar que desde la LEY SE SANIDAD (1986) la Sanidad Pública (universal y gratuita) se paga con impuestos y no con las cuentas de la SS, y por tanto de los trabajadores/cotizantes, como hasta entonces y su gestión está transferida a las Comunidades Autónomas, aunque todos seguimos diciendo que “vamos al médico de la Seguridad Social” en vez de “al médico de la Sanidad Pública” como sería lo correcto. Ya no existe la antigua “cartilla de la SS”, sustituida por la “tarjeta sanitaria autonómica”