PENSIONES, NATALIDAD E INMIGRACIÓN: LAS CUENTAS “NO CUADRAN”

La tasa de dependencia crecerá de forma paulatina hasta mediados de siglo y también lo hará el gasto público relacionado con la vejez.

 

Algunos políticos en el poder, ingenuamente (¿o cínicamente?) afirman que la solución para salvar a nuestro sistema público de pensiones es la natalidad y los inmigrantes y nos dicen que un cambio en los patrones migratorios (un cambio no tanto en la dirección como en el flujo anual) y en nuestra tasa de natalidad podría resolver buena parte de esas dificultades.

 

Esta semana Fedea publicaba el informe “España 1970-2070: Tendencias y proyecciones demográficas con un ojo puesto en las finanzas del sistema de pensiones“, es un estudio relativamente breve y fácil de leer. El autor no se complica la vida ni entra en tecnicismos. Por eso, aunque es riguroso y analítico, el texto es accesible para el lector medio. Y nos dice la verdad, incluso en aquello que no queremos escuchar.

 

Natalidad

La solución oficial es que tendremos más niños y nos acercaremos a la media europea. La realidad es que es posible incrementar las cifras (aunque no hay ninguna pista que nos indique que avanzamos en esa dirección), pero muy complicado, porque las cohortes de posibles madres irán menguando según pasen los años.

La tasa de natalidad (nacimientos por cada mil habitantes) en España en el último medio siglo. El número de nacimientos depende de dos factores: el número de hijos por mujer (línea roja), pero también el número total de mujeres en edad fértil respecto de la población total (línea verde).

 

Si se dispara la tasa de fecundidad (número de hijos, en promedio, que tiene una mujer durante su edad reproductiva) pero al mismo tiempo se hunde el número total de potenciales madres no habrá relevo

 

En España, el baby-boom fue más tardío que en otros países europeos, desde finales de los cincuenta a finales de los setenta, y además el desplome en las tasas de fecundidad fue también más rápido. Los nacidos en 1960-1965-1970-1975 han tenido pocos hijos… pero ¡éran muchos! Por eso, incluso aunque el número de hijos por mujer ha sido muy bajo, la tasa total de natalidad no se ha hundido por completo. Ha bajado muchísimo (línea negra). Pero no tanto como podríamos haber pensado viendo la tasa de fecundidad. Si cada mujer tiene menos hijos y, además, hay menos mujeres jóvenes, no es fácil saber por dónde llegará la solución. Pasar de 1,2 hijos por mujer, como ahora, a 1,5 no es fácil; pero incluso si se logra, con una población joven cada vez menor, no supondría que se disparase el número de nacimientos.

 

 

Inmigración

Cierto es que las extranjeras que viven entre nosotros tienen más hijos que las españolas pero no en niveles que supongan que el cambio para el total de la población sea sustancial (por ejemplo, en 2017, los nacidos de madres extranjeras supusieron sólo el 19% del total y además, según pasan más años aquí, sus patrones de conducta en este punto se van acercando a los de los españoles de origen.

 

En España, por ejemplo, en este último medio siglo hemos visto dos décadas 70-80 en las que los flujos migratorios eran pequeños, con un saldo neto cercano a cero (incluso, negativo en algunos ejercicios). A partir de comienzos de los 90 comienza a crecer el saldo migratorio neto positivo y se dispara en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI. Luego, con la crisis de 2008-2012 hay picos de sierra con años con saldo negativo y otros positivo.

Pero hacer un análisis riguroso sobre esta cuestión es casi imposible pues depende de muchos factores hoy por hoy imprevisibles, pero lo que es casi suicida es apostar por el fujo de emigrantes para sostener nuestro sistema público de pensiones. las incógnitas son demasiadas: ¿habrá crecimiento económico en España, como en la segunda mitad de los 90 y centrado en construcción y turismo, dos sectores que necesitan mucha mano de obra y con un perfil laboral de baja cualificación?, ¿habrá emigraciones masivas, como en 2015, debido a conflictos bélicos en países del norte de África y el Oriente Medio?, ¿cómo será, desde un punto de vista económico, la próxima década en Hispanoamérica con los nuevos gobiernos de izquierda en Chile, Perú o México?, ¿y la guerra en Ucrania y sus desplazados llegarán a afectar al mercado laboral en España o se quedará en Centroeuropa?

 

El informe de Fedea apunta además que:

“Una inmigración elevada no será suficiente para garantizar la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas. Para facilitar la consecución de este objetivo, necesitaríamos también que el grueso de los inmigrantes fueran jóvenes con un nivel de cualificación elevado y un buen dominio del idioma, lo que podría no ser fácilmente alcanzable, especialmente si el influjo migratorio es elevado”

 

Y señala también una segunda advertencia sobre los riesgos de basarse en una indiscriminada inmigración:

“Un fuerte influjo de población procedente de países con culturas e idiomas muy diferentes de los nuestros podría generar complicados problemas de absorción, como ha sucedido en otros países europeos. Por ambos motivos, convendría no caer en la tentación de pensar que una política migratoria laxa podría ofrecer soluciones indoloras a los problemas de nuestro sistema de pensiones. Más útil sería una política migratoria proactiva y selectiva que busque atraer a inmigrantes bien cualificados y tan culturalmente cercanos como sea posible”

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