El presente y, sobre todo, el futuro del sistema de pensiones es uno de los problemas que más preocupan a los españoles, y con razón. Gracias a una esperanza de vida creciente y situada entre las más altas del mundo, pero también al descenso de la natalidad y a la llegada a la edad de jubilación de la generación del ‘baby boom’, la población española está envejeciendo rápidamente, con la consiguiente presión al alza sobre el gasto en pensiones.
Tanto en los medios como en la calle, las pensiones han sido protagonistas del debate social de los últimos meses y se cuelan argumentos que, sin ser ciertos, llegan a escucharse asiduamente.
Las pensiones españolas son una miseria
FALSO. La tasa bruta de reposición –el porcentaje que supone la pensión de jubilación sobre el último sueldo percibido en la etapa laboral- es de 78,7%, la mayor de todos los países de la Zona Euro. El informe señala que supera la media europea en 28,8 puntos. El problema es que las aportaciones realizadas durante la vida laboral de los pensionistas “genera una pensión de duración inferior a la actual esperanza de vida”.
Los pensionistas son los peor tratados
FALSO. Desde el comienzo de la última crisis económica, el porcentaje de población por debajo del umbral de pobreza relativa en España aumentó hasta casi el 20%, mientras que la población pensionista en esa situación disminuyó del 15% en 2006 al 8,9% en 2016. Incrementar desmesuradamente el gasto en pensiones atentará contra la equidad entre generaciones.
Todo el mundo tiene derecho a una pensión digna a partir de lo aportado en su vida laboral
FALSO. La duración media de la jubilación de unos 21 años, de media un jubilado no ha pagado las cuotas suficientes en cotizaciones para cubrir lo que cobrará pensión durante toda su jubilación. Dicho de otro modo: con lo aportado durante la vida laboral no basta y se termina cobrando más de lo cotizado.
En Europa hay dos modelos: el llamado asistencial (Dinamarca, Holanda, Reino Unido…) que iguala a todos por abajo y que normalmente tiene complementos de ahorro; y el contributivo (España, Francia, Alemania…), en el que la prestación depende de lo aportado mes a mes. Cada sistema tiene sus ventajas, sus costes y sus problemas. Pero lo que es imposible es tenerlos los dos a la vez. Un sistema no puede ser lo mismo y lo contrario, no puede ser al mismo tiempo muy contributivo y muy universal“.
Si los ricos pagan y los políticos no roban, se soluciona el problema
FALSO. El patrimonio de Amancio Ortega, la tercera mayor fortuna del mundo, permitiría pagar las pensiones españolas durante solo medio año. Hay que crecer un 3,3% de media cada año las próximas décadas pues de no ser así, el creciente gasto en pensiones ascendería del 12% del PIB actual al 17% en 2050.
Además el sistema está perdiendo coherencia interna. Tenemos un queso gruyere con demasiados agujeros. Y es que los políticos han ido abriendo la mano con determinados colectivos para los que se han aprobado reglas especiales (autónomos, régimen del carbón, agricultura, jubilación parcial…): “Todos quieren pagar poco y cobrar mucho” y la mitad del déficit que cada año acarrea la Seguridad Social está concentrada en los regímenes agrario, del carbón y del mar.
Aunque los números concretos varían según las fuentes utilizadas, se puede concluir:
– La corrupción, fraude y “mala” gestión: coste de unos 8.000 millones €/año
– “Sistema representativo”(diputados de todo tipo, concejales,…): coste de 750 millones €/año
– Prestaciones de desempleo (SEPE): 30.000 millones €/año.
– Prestaciones de la SS y Clases Pasivas (todo tipo de pensiones): 190.000 millones €/año
Se necesitan soluciones inmediatas de corto plazo
Esto implica que la sociedad española en general y los políticos en particular dejen de pensar solo en el presente y aporten soluciones pensando en el largo plazo y no en soluciones con intereses electoralistas. Los salarios tendrían que subir un 17% para conseguir reequilibrar el déficit de las pensiones, el IRPF debería aumentar un 23% o que el número de afiliados deberían alcanzar los 3,6 millones. Todas ellas medidas que en el corto plazo son imposibles.