Lo cierto es que nada es gratis, y menos unas pensiones como las españolas, financiadas por una Seguridad Social quebrada y, en parte, con cargo a deuda. Por ello, no podemos dejarnos llevar por las apariencias. Tampoco es que otros modelos sean perfectos. Por ejemplo, en el caso de Chile, es muy probable que una cotización del 10% no sea tan suficiente como debiera. No obstante, lo que no se puede hacer es caer en juicios sesgados. Se debe tener en cuenta que aunque pueda parecer mucho más solidario un sistema como el español, es mucho menos sostenible a lo largo del tiempo.
LA DEMOGRAFÍA Y EL GASTO EN LOS SISTEMAS DE PENSIONES
Holanda acaba de dar luz verde a un nuevo sistema de pensiones basado en la capitalización ycomienza ahora un proceso de transición en el país que durará cinco años. De esta forma, los trabajadores holandeses comenzarán a capitalizar sus cotizaciones, que serán depositadas cada mes en sus cuentas para la jubilación, por lo que se convertirán en un verdadero ahorro personal.
El hecho de que una de las principales economías europeas haya adoptado un sistema de pensiones de capitalización, a imagen del modelo chileno, puede reabrir el debate acerca de qué alternativa es preferible.
Según la forma en que se canalizan los pagos y se estructuran las contribuciones al sistema de pensiones, podemos diferenciar dos grandes alternativas: de capitalización y de reparto. En la medida en que ambos pueden ser públicos (y no necesariamente identificarse con ningún modelo económico ‘extremo’) no caben las estigmatizaciones habituales del populismo de los diferentes grupos ideológicos.
En realidad, la diferencia fundamental radica en que mientras que en un sistema de pensiones de reparto las cotizaciones de los trabajadores actuales se destinan para pagar las pensiones de los jubilados actuales, en uno de capitalización cada contribución va a parar a una cuenta de ahorro individual. De este modo, en el primero solamente se devenga un derecho a recibir una pensión tras la jubilación, pero en ningún caso se destinan de facto las aportaciones realizadas periódicamente a un fondo donde quedan guardadas para el futuro. En uno de capitalización, sin embargo, sí se aporta una proporción determinada del salario a una ‘hucha’ en la que esos ahorros quedan guardados de forma personalizada. Por tanto, a simple vista podemos comprobar que uno de los modelos, el de reparto, presenta una dependencia considerablemente mayor de la pirámide demográfica que el otro.
CAPITALIZACIÓN: SOSTENIBILIDAD PERO MENOR SUFICIENCIA
Son sistemas de ahorro a largo plazo que están invertidos en una cesta de activos. Los trabajadores realizan aportaciones obligatorias o voluntarias a esos planes de ahorro y generalmente no pueden rescatar los fondos acumulados hasta que cumplen una edad determinada. Los sistemas capitalizados pueden ser de empleo o personales y, generalmente, su gestión corre a cargo del sector privado. Algunos expertos sostienen que los sistemas de capitalización son superiores a los de reparto debido a que “los sistemas de reparto son esquemas piramidales insostenibles en el tiempo” y a que “los retornos del sistema de capitalización son superiores a los del sistema de reparto” porque “el retorno de los sistemas de capitalización se da por la rentabilidad de las inversiones, mientras que en el reparto es igual al crecimiento de la masa salarial”.
Por el contrario las cuantías de las pensiones de capitalización son, en general, menos generosas que las de reparto pues están en función exclusivamente del capital ahorrado y de la rentabilidad de la inversión consecuente, situación que se refleja más preocupantemente en los salarios bajos pues no existe en absoluto ningún efecto de redistribución de las rentas.
Los expertos destacan que los sistemas de capitalización presentan tres ventajas: ”
(1) la rebaja de la “cuña fiscal” del empleo, con el consecuente aumento del salario neto de los trabajadores,
(2) la plena sostenibilidad financiera de la Seguridad Social, con independencia de la evolución demográfica, o
(3) el aumento de la inversión, con su consecuente efecto sobre el crecimiento y el empleo”.
REPARTO: SUFICIENCIA PERO MENOR SOSTENIBILIDAD
En un sistema de reparto, parte del salario de los trabajadores se destina a pagar las pensiones de los jubilados actuales. La mayoría de los países siguen este modelo, ya que reparten el riesgo macroeconómico entre varias generaciones, por lo que son sistemas más inmunes a los shocks macroeconómicos
Una de las principales debilidades del sistema de reparto es que está sujeto a los cambios demográficos pues este modelo será sostenible en la medida en que se puedan distribuir los recursos eficientemente desde la base de cotizantes hacia el conjunto de pensionistas y que, además, este flujo sea suficiente. Es decir, la cantidad de pensiones y la cuantía de las mismas depende en buena medida de la proporción existente de trabajadores respecto de jubilados. Es cierto que otras formas de financiar el pago de las pensiones, no obstante, sería el reajuste presupuestario de los recursos del Estado y el recurso a la deuda pública. Sin embargo, estas medidas son solamente adecuadas en el medio plazo, porque en el largo no resultan suficientes. En este sentido, a lo largo de las próximas décadas se irá reduciendo el número de trabajadores por cada jubilado en diferentes países, indistintamente de su sistema de pensiones.
Relacionado con lo anterior, asimismo podemos comprobar cuál será “el aumento en el gasto en pensiones sobre el PIB en las próximas tres décadas (2019-2050), para cada uno de los países europeos, para las tasas de Dependencia, Cobertura, Prestación y Empleo y, en un círculo, el total”.
Con todo, debido a que cada vez vivimos más tiempo y a que comenzarán a jubilarse generaciones muy numerosas, como las del baby boom, los países europeos van a tener que hacer un esfuerzo muy importante durante los próximos años para hacer frente al aumento del gasto en pensiones, a lo que será necesario añadir más ahorro complementario, porque aun aplicando los cambios que requiere el sistema de reparto, entregarán a futuro menores tasas de reemplazo y para compensar esta caída, no queda más remedio que aumentar el ahorro complementario sea en el segundo pilar (planes de empresa) o en el tercero (planes individuales).
EL CASO DE ESPAÑA
En España, que cuenta con un sistema de reparto, con datos proporcionado por la Seguridad Social, a 1 de junio de 2023, podemos comprobar que la pensión media por jubilación de todo el sistema es de 1.374,88 euros.
Estas cantidades son muy generosas, especialmente si las comparamos con el sistema chileno (principal ejemplo del modelo de capitalización), en el que según datos de mayo de 2023 la pensión media por vejez fue de 323,68 euros (8,18 UF).
Uno de los datos que conviene recordar es el de la proporción de cotizantes respecto de pensionistas. De acuerdo con la Seguridad Social, el pasado mes de junio se alcanzó los 20.956.577 millones de afiliados, mientras que en ese mismo mes el número total de pensionistas fue de 9.092868 y se pagaron un total de 10.040.732 de pensiones. Así, obtenemos una proporción de 2,3 cotizantes por pensionistas (en un mes, eso sí, en el que ha habido un repunte en las altas en la Seguridad Social). Es decir, una única pensión es financiada prácticamente sólo por dos trabajadores. Y cuando se agraven los efectos de la crisis demográfica, también lo hará aún más la sostenibilidad del sistema de pensiones.
Según la AIReF, la tasa de dependencia (proporción entre la población dependiente y de la que depende) se duplicará en los próximos veinticinco años, pasando del 26% actual al 53% en 2050.
Además, la AIReF pronostica que “el gasto en pensiones empezaría a acelerarse especialmente a partir de 2035, con un máximo del 16,2% del PIB en 2050”.
Asimismo, para comprobar el nivel de sostenibilidad del gasto en pensiones también podemos comprobar qué porcentaje supone sobre el PIB. Con datos de 2020 proporcionados por la OCDE, vemos que en el caso de España este porcentaje se elevaba hasta el 10,9%. Frente a ello, podemos de nuevo compararlo con el caso de Chile, país para el que tan sólo supuso un 2,8%.
En 2022 España descendió al puesto 26 “de los 44 sistemas de pensiones analizados por el Mercer CFA Institute Global Pension Index”, una lista que encabezaron Islandia, Holanda y Dinamarca. Este índice (que evalúa los sistemas de pensiones de diferentes países en función de la suficiencia, la sostenibilidad y la integridad del mismo) califica al español como “un sistema bueno con carencias y riesgos que deben ser abordados” y destaca que la sostenibilidad del sistema sigue siendo el principal desafío al que se enfrenta.