Pensiones, maldita, palabra, sinónimo de sacrificios obligados, de exigencia europea, pero también de diez millones de votos.
Irremediablemente, antes que después, Pedro Sánchez se tiene que tragar el sapo de los recortes de las pensiones, porque las facturas hay que pagarlas. Se pretende hacer uso del ‘maná europeo’, una válvula de oxígeno para la economía, pero también un dardo envenenado, que implica meter la tijera en una factura en pensiones públicas de 10.000 millones mensuales.
Hay que tener mucho tino, porque una decisión mal tomada hoy afectará a quienes se jubilen en un futuro porque el sistema es de reparto, lo que implica un pacto entre generaciones, que exige asumir factores que van mucho más allá de las luchas partidistas.
El ministro Escrivá ha podido sacar adelante una reforma ‘light’, muy costosa, que contenta a los jubilados, pero que pone los pelos de punta a los socios europeos por medidas como ligar las nóminas al IPC, que anticipa una cuenta de más de 10.000 millones que, además, se consolida “per secula seculorum” en los gastos.
Regates en corto, como el hecho de haber troceado la reforma. Más vale pájaro en mano, pensaron en La Moncloa, a sabiendas de que el ala comunista del Gobierno tragaría con más derroche, pero difícilmente con recortes. Ahora, Europa espera con ansiedad lo prometido, mecanismos de ajuste que operen antes de que aterrice el ‘ejército’ de los ‘boomers’ en el sistema, ya en 2023.
Los escuderos del ministro niegan de continuo que se esté a las puertas de la medida de recorte: un aumento de los años que se toman para calcular la pensión, una iniciativa sellada a fuego con Bruselas que intento proponer públicamente el titular de la Seguridad Social, pero que tuvo que silenciar por la fuerte resistencia de Unidas Podemos, su gran quebradero de cabeza. A los morados se les atragantó un recorte de casi el 9% de la pensión, el que supondría ampliar de 25 a los 35 los años que sirven de base para el cálculo.
Dicen esos escuderos, mientras su jefe da la callada por respuesta, que lo que hay en realidad es un problema de comunicación entre el Gobierno y la Comisión Europea.
Mientras, el sistema se deteriora y Bruselas aprieta. Crearse empleo se está creando y los ingresos van como un tiro, pero el sistema gasta lo que no tiene y asume compromisos a varias décadas sin que lo justifique la demografía.
¿Nos intentan engañar como a chinos?